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A la Mitad del Foro

Hacen un desierto y lo llaman paz

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El titular de la Secretaría de Gobernación, Francisco Blake; el secretario de Defensa, Guillermo Galván; el presidente Felipe Calderón y el secretario de Marina, Francisco Saynez, durante la ceremonia de graduación en la Escuela Superior de GuerraFoto Francisco Olvera
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ntes de volar rumbo a Uganda, Felipe Calderón lanzó desafiante monólogo para proclamar la fuerza del Estado. Habló de la guerra contra el desafiante crimen organizado que ha impuesto dominio y temor en el territorio nacional. Habló el Presidente ante jefes, oficiales y tropa del Ejército Mexicano. No hay tregua, respondió la voz castrense. Nadie la esperaba. Pero el recuento de muertos y las voces de las mujeres que han perdido a sus hijos, obligan a evocar al Hombre rebelde, de Albert Camus: Los tiranos pronuncian monólogos por encima de un millón de soledades.

No solamente son los 25 mil muertos en la guerra, o las víctimas colaterales, conforme el desatinado eufemismo. Son los 6 millones de mexicanos caídos en la pobreza extrema en los dos primeros años del segundo sexenio de la alternancia; del vuelco a la derecha con el voto útil de la izquierda aferrada a sus viejos fantasmas y presa de la desazón después de la caída. A fin de cuentas, los del priato tardío quedaron en la orfandad y se libraron de ser devorados por Cronos. No era revolución que se devorara a si misma. Era una revolución que degeneró en gobierno; un régimen que en las revisiones sexenales se diluyó, involucionó hasta borrar toda huella del origen y abrazarse al sueño de la modernidad, sin dejar los hábitos del siglo XVI.

Pobrecito del señor Presidente, dijo hace unos meses el santón de la oligarquía conservadora y rezandera. Felipe Calderón ha abandonado la Presidencia, ha dejado Los Pinos para ponerse al frente del PAN, dijo hace unos días el director de Fundación Televisa; la voz del recambio generacional en la oligarquía capitalista, moderna, enseñoreada del ágora electrónica, que desprecia el poder político y demanda la docilidad del poder público. Y faltan dos años. Y que el señor Ernesto Cordero, secretario de Hacienda, sume a los 6 millones del par de años, los arrojados al hoyo negro de la miseria durante la crisis de 2009, que vino de fuera, pero dejó su impronta de incapacidades en las indefiniciones desdeñadas por Maquiavelo: Deberíamos estimar al hombre que es liberal, no al hombre que decide serlo.

En el llano, del millón de soledades, surgieron las voces que interrumpieron el monólogo para preguntar qué era la justicia para el titular del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión. El silencio ensordeció a la nación entera. En Hermosillo alzó la voz Patricia Duarte, una de las madres de las criaturas sacrificadas en la guardería ABC. México entero escuchó esa voz, las palabras celosamente calladas por los voceros de palacio, inútilmente omitidas de los boletines oficiales. Todo México sabe que ni el cese, ni la cárcel, ni castigo alguno para los de arriba corresponden a lo que es justicia para los de arriba.

Y que la izquierda ha estallado en mil pedazos al darse las coaliciones para combatir a los cacicazgos que le quitaban el sueño a Jesús Ortega y su media docena de apóstoles, y al declararse Andrés Manuel López Obrador candidato a la Presidencia para 2012: quienes hablan de pactos rotos quieren dividirnos, diría el mesías tropical para curar en salud al muerto. Hoy llenarán el Zócalo del Distrito Federal los fieles de la presidencia legítima, los de miles de comités instaurados de un extremo a otro de nuestra pobre República. Un perdido va a todas. Y nadie es capaz de negarle a López Obrador la condición de líder social sobreviviente en el páramo de la transición en presente continuo. No seré yo quien diga que se ha roto el pacto. Marcelo Ebrard ha dictado sentencia, no asistirá al acto: Nada tengo que hacer ahí.

Cero entre cero da cero, diría alguno de esos míticos dinosaurios que no despertaron nunca junto al de Tito Monterroso. Hace falta que se despoje López Obrador de la banda que le puso ahí mismo Rosario Ibarra. Hace falta un manifiesto de la izquierda, un programa político, un proyecto de gobierno; el compromiso de combatir la pobreza con una política social de Estado. Hace falta rescatar el valor de la palabra y abandonar los falsos simplismos que han empobrecido el discurso político y han acabado por envilecer el lenguaje. Hoy se juega mucho más que un liderazgo que apenas le disputan con el amago clientelar, con los recursos del erario, con las fidelidades compradas. Hoy tendrá que precisar López Obrador qué entiende por izquierda y dónde está en relación a la derecha.

Los demás ya están en marcha. Los dueños del dinero y los usufructuarios del poder mediático no creen en el capitalismo sin capitales. Felipe Calderón se ha puesto al frente del PAN y mudó a su Maximiliano de Chapultepec al que fuera su cuartel general en las horas felices de la victoria cultural. Para presidentes de altura, ministros de cabotaje, decía un cronista de la era posrevolucionaria. Hoy da grima asomarse al gabinete de la opacidad y la fidelidad, donde la política exige lealtad. Pero se adelantó el diluvio. Y ya se oyen los cañones de agosto. Hasta los puntillosos consejeros del IFE que respetuosamente llamaron la atención del Presidente que violó la ley, falta para la cual no hay sanción alguna, describen con voces temblorosas que en esta y aquella región del país devastado por la guerra no hay garantías para instalar las casillas donde depositar el sufragio.

Sufragio efectivo-No reelección, rezaba el lema de la Revolución cuyo centenario festejan sus enemigos de siempre con alegres ágapes, distantes de Platón, a imagen y semejanza del revisionismo afrancesado, atentos a no dar mérito alguno ni al revisionismo sexenal que hizo posible su ascenso. Y la tardía confesión de Francisco Labastida, del silencio cómplice frente a los exabruptos del doctorcito Zedillo, el tecnócrata glorificado por la sucesión espiritista por video: ...en el PRI nada más los ladrones y los pendejos. Así hablaba el de Yale, el ascendido para rescatar los capitales de los ricos, el autodesignado apóstol de la democracia que heredó el poder a la derecha extrema, y 15 millones de pobres adicionales a nuestra triste República.

Se adelantó el diluvio. Y Enrique Peña Nieto, quien pospuso su viaje a China al ser asesinado Rodolfo Torre Cantú, candidato del PRI a gobernador de Tamaulipas, volvió y lanzó cohetes al aire para celebrar el número 500 de los compromisos hechos ante notario en su campaña electoral. Es que ya empezó la de 2012. César Nava y Jesús Ortega de la mano no son riesgo. En el PRD ya hicieron cuentas y saben que hoy gobiernan menos mexicanos que antes de la coalición dichosa y efímera. Y que pueden perder el año entrante las gubernaturas de Baja California Sur, Guerrero y Michoacán.

Y Manlio Fabio Beltrones luce paso de vencedor, aprieta el puño y abre la mano para negociar con ventaja; los priístas que ganaron los cinco municipios y la mayoría del Congreso en Baja California le reconocieron liderazgo y su apoyo. No olvidaron que Roberto Madrazo dejó el partido en manos de Jorge Hank a cambio de que el hijo del profesor se hiciera cargo del gasto. Esta semana recibieron a Beatriz Paredes y recuperaron visión de vencedores. Nueve de 12 estados en disputa ganó el PRI el 4 de julio.

Se adelantó el diluvio y Fidel Herrera Beltrán tomó el vuelo de regreso porque crecen los ríos en Veracruz y hay tormenta en el Golfo. Los brujos de Catemaco rinden pleitesía a Elba Ester Gordillo. Miguel Ángel Yunes sale de escena. Y al son de viva el que vence, Tomás Ruiz se convierte en colaborador del priísta Javier Duarte.

Imposible olvidar a Tácito: Hacen un desierto y lo llaman paz.