Opinión
Ver día anteriorLunes 19 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El voto ciudadano
M

ás allá de la discusión sobre las alianzas, el hecho es que el 4 de julio se afirmó en México la posibilidad de lograr cambios por la vía electoral. Todavía en una porción minoritaria del territorio y de la población. Pero se expresó ya la punta del iceberg de una nueva esperanza: si lo decide la voluntad ciudadana los cambios en el país son posibles.

La observación es relevante sobre todo para 2012. Las escaramuzas actuales son significativas, pero apuntan a la sucesión presidencial, después de 12 años de despeñadero panista y de más de siete décadas de regímenes de la Revolución, que todavía esperan una evaluación más objetiva, porque tal vez no todo estuvo pintado con el gris monótono del mismo autoritarismo vertical… Sí, pero así se hizo también este país en sus exigencias democráticas y en sus vocaciones populares…

Y otra verdad: nunca como ahora existió la influencia bárbara de los medios de comunicación. Pero el 4 de julio demostró también que los medios no son omnipotentes, que pueden resistirse y que la voluntad popular, como voz de la mayoría ciudadana, puede y debe imponerse. Que su presencia en las urnas puede ser arrolladora, o al menos definitoria, esencial en los resultados. Naturalmente en la lucha y no en la pasividad, en el hacer y no en el dejar hacer.

Es cierto que en la democracia, el valor del voto ciudadano ha sido traicionado durante décadas en México y en la mayor parte del mundo. Pero esa traición ha tenido también un límite, el que impone la decisión de los pueblos de construir una historia propia, en nombre de sus intereses, interrumpiendo esa otra historia secuestrada que vivimos, la de los intereses de la oligarquía, que son los reales operadores de la traición y la negación de la voluntad popular.

2012: todo indicaría que ni remotamente el PAN es un aspirante eficaz, después de su prolongado tiempo de desastres y abandonos. Su oportunidad se fue y no es recuperable. En cuanto a sus posibles candidatos ni mención merecen: están ya de antemano en la oscuridad sin remedio.

El PRI se ha exhibido como el partido del destino, como si una voluntad superior hubiera decidido ya su triunfo irrevocable. Nada más lejos de la verdad… sobre todo pensando en lo que para muchos es un hecho consumado, la candidatura de Enrique Peña Nieto, de quien ya un número de sus correligionarios señalan debilidades y desaciertos. Lo cual es normal en las trenzas del pleito por un premio tan apetecible como la Presidencia de la República.

Destino aún no consumado, porque se enfrenta a enemigos políticos temibles: Manlio Fabio Beltrones y Beatriz Paredes, quienes piensan que no es suficiente para la victoria la construcción de una candidatura mediática, echa con carretadas de dinero y con golpes de exhibición en las pantallas de Televisa. Pero la cuestión no se queda ahí: habría indicios importantes de que la más poderosa clase económica, y algunos políticos con influencia, apoyarían decididamente la candidatura de Peña. Sería, como muchos afirman, el candidato de la oligarquía y de los más fieles a la ortodoxia neoliberal. El hecho es que los dados siguen en el aire y que no hay nada escrito sobre el futuro político mexicano.

Para muchos el fracaso del PAN trae a la vista el retorno del PRI. Pero la debilidad de este partido se ha manifestado en su acomodaticia oposición y sobre todo en su carencia de ideas programáticas, en su propuesta de futuro: la grilla y la maniobra prevalecen sobre cualquiera otra consideración. Es verdad: su fuerza radica en las organizaciones territoriales de intereses que controla, remachadas por el gran número de gubernaturas en sus manos. El cacicazgo territorial es el nombre de su fuerza, que podría conducir a una suerte de cacicazgo nacional. De cualquier manera, más allá del nombre del candidato, en 2012 será el partido a derrotar.

A derrotar por una izquierda que hasta hace poco parecía borrada del mapa electoral, pero que cada vez tendrá más presencia de aquí a 2012. ¿Debilidades? A granel, como la indefinición y las reyertas de muchos de sus integrantes partidarios (en el PRD), que han estado más interesados en las canonjías que en las batallas de fondo y principios. ¿Fortalezas? El hecho de que su clientela potencial no se restringe a los partidos, sino que comprende un amplísimo movimiento social que tendrá presencia definitiva, sobre todo después de los años desastrosos del panismo. Las necesidades sociales postergadas y las recientes catástrofes económicas (y ecológicas) le otorgan oportunidad única. Su fuerza claramente trasciende a los partidos.

Pero todavía es potencial, con el acierto de la decisión de que el conjunto de las izquierdas irá a las urnas con un solo candidato. Pero, ¿quién será ese candidato? A mi modo de ver, quien presente las más claras ideas sobre el futuro de México, y que las difunda con amplitud. Y que logre los vínculos más reales y orgánicos con la amplia sociedad, con el pueblo.

Más allá de los partidos, tal personaje ganará en su favor a los movimientos sociales (con su variedad de clases): mejor, ganará la voluntad general del pueblo mexicano y será quien conquiste en 2012 la mayoría abrumadora del voto ciudadano.