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Más de la mitad del gasto social del país procede de la cooperación internacional

En Honduras, poderosas fundaciones extranjeras brindan desde comida hasta créditos agrícolas

A Guadalupe Carney, pueblo levantado con ayuda foránea, el Estado llega sólo a cobrar impuestos

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Mural donado por el grupo Los de abajo de Chicago, ubicado a la entrada de la localidad hondureña de Guadalupe CarneyFoto Arturo Cano
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Periódico La Jornada
Viernes 9 de julio de 2010, p. 23

Guadalupe Carney, Honduras, 8 de julio. Les quedó bonito el pueblo, caray. Por lo menos se nota el empeño que han puesto sus habitantes, 600 familias campesinas, para contar con los servicios básicos y algunos lujos. Ahí está por ejemplo la Casa de la Cultura, ahora en remodelación porque un huracán se llevó las tejas, pero levantada con el apoyo de Cáritas Italia y MISEREOR, de Alemania. Allá lejos andan unas vacas que los campesinos tienen gracias al apoyo de una fundación menonita y una provincia italiana. En la calle paralela está la escuela, con unas aulas de madera, que levantaron los propios habitantes y otras, nuevas, construidas por el Club Rotario Internacional. Enfrente está la iglesia, alzada con mano de obra local pero financiada por la Misión Católica Cristo Rey, de Arkansas, y la cooperación católica irlandesa.

En otra calle, más allá, está la radio comunitaria, Orquídea FM, que funciona gracias a que los pobladores se organizaron para introducir luz eléctrica. El gobierno hondureño llegó después, a poner medidores y cobrar. De paso, le quitó el servicio a una tienda comunitaria.

El equipo de la radio, naturalmente, fue comprado gracias a una donación de una fundación danesa. Luego, una muchacha belga y un zapatista mexicano vinieron a capacitar al personal y a levantar la primera antena, hechiza. Más tarde, otro par de belgas regaló la antena actual. La intervención gubernamental se redujo a la visita, en 2005, de un par de empleados de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones que llegaron a pedir los permisos inexistentes.

El jesuita James

A la entrada de la comunidad hay una palapa que sirve para realizar reuniones. El grupo Los de abajo de Chicago, vino a donar dos murales de un artista chilango, uno que alude a la lucha campesina y otro con la única imagen disponible de Guadalupe Carney, un jesuita que trabajó en Honduras, se radicalizó, fue expulsado del país luego de que le cancelaron su carta de naturalización y fue asesinado en el departamento de Olancho, cuando volvió al frente de una columna guerrillera en 1983. Guadalupe, que en realidad se llamó James, también era de Chicago.

Donaldo Aguilar, dirigente de la comunidad y del Movimiento Campesino del Aguán, repasa a retazos la ayuda internacional y completa la lista: por aquí han andado también, dando desde comida hasta créditos agrícolas, Trocaire, FIAN, PNUD, Cetem, Dan Church AID, JICA de Japón, Volens, etcétera, etcétera”.

Nada extraño en un país donde más de la mitad del gasto social procede de la cooperación internacional, donde algunas fundaciones extranjeras suelen tener más poder que muchos ministerios del gobierno.

Para que los habitantes de Guadalupe Carney no se quejen, frente a la escuela y a un lado del templo católico, está la única aportación del gobierno de Honduras, puesta ahí desde los días turbulentos del golpe de Estado: una carpa bajo la cual viven entre ocho y diez soldados.

El bar de Oliver North y la lucha campesina

Unos pocos kilómetros antes de llegar a Guadalupe Carney, los guías señalan el lugar donde el general Gustavo Álvarez Martínez, todopoderoso en la Honduras de los 80, fervoroso anticomunista y torturador –cosido a tiros en las calles de Tegucigalpa unos años después de ser derrocado– realizara uno de sus sueños.

Lo cuenta el historiador André-Marcel d’Ans: El general Álvarez sella la piedra angular de su poder al proceder a la inauguración, en mayo de 1983, del CREM (Centro Regional de Entrenamiento Militar). Ubicado en Puerto Castilla, sobre la península que cierra al norte la Bahía de Trujillo, dicho centro acogerá a los boinas verdes estadunidenses, que vendrán a formar a los militares salvadoreños, junto con los hondureños, en las técnicas más sofisticadas de la lucha anti subversiva.

Otros historiadores y los testimonios de las organizaciones populares de la región indican que en el lugar también se entrenó a la contra nicaragüense. En Trujillo, hoy un destino turístico donde los narcotraficantes se pasean a sus anchas, está aún el bar Bahía, favorito del coronel Oliver North.

A unos metros de donde estuvieron los edificios del CREM, están los restos de una casa, escenario de uno de los hechos de sangre que han marcado la historia campesina del Aguán. En agosto de 2008 los campesinos se enfrentaron a los familiares y los pistoleros de un comisario de la policía que llevaba años echándoles bala desde esa casa. Luego de que los pistoleros mataron al campesino Arnulfo Guevara, los hombres del Movimiento Campesino del Aguán rodearon la propiedad y se armó el infierno. Hubo diez muertos del lado de ellos, dice uno de los dirigentes del MCA, sin querer entrar en mayores detalles.

Hubo órdenes de aprehensión contra 32 campesinos, pero al final sólo dos fueron encarcelados y sólo uno, José Isabel Morales, sigue en prisión acusado de un homicidio.

Podría serlo de muchos, pero Guadalupe Carney es resultado sobre todo de un desastre, el huracán Mitch, que echó a centenares de miles de hondureños al río de la migración a Estados Unidos y también a otras regiones del país.

Donaldo Aguilar explica que para inscribirse en la lista de solicitantes de tierra se pedían los siguientes requisitos: haber sido afectado por Mitch, no haber sido beneficiario de la reforma agraria y no tener antecedentes penales.

Las tierras del CREM eran de un puertorriqueño llamado Temístocles Ramírez, quien usó sus influencias para que el Congreso de Estados Unidos descontara a Honduras 17 millones de dólares de un crédito. Entonces pasaron a manos del Estado, pero fueron ilegalmente vendidas a ganaderos y terratenientes.

El largo enredo lo resume FIAN Honduras: “Los campesinos asentados ahí por el Instituto Nacional Agrario (INA) aprobaron todo el proceso exigido por la Ley de Reforma Agraria y sólo quedaron pendientes las indemnizaciones a los compradores ilegales… Durante casi diez años ha habido enfrentamiento entre los campesinos y los que ocuparon ilegalmente esas tierras. A estas alturas se estima que 20 personas han muerto por ese conflicto. Ahora los campesinos se han tomado 800 hectáreas cultivadas con palma africana por Miguel Facussé (uno de los hombres más ricos del país) comprendidas en el lote originalmente ocupado por el CREM y que según los dirigentes campesinos de Guadalupe Carney les pertenecen”.

En los días posteriores al golpe de Estado, el departamento de Colón fue uno de los más castigados por la militarización. Por ejemplo, mientras que para el resto del país el toque de queda iniciaba en algunos momentos a las nueve de la noche, aquí era desde las seis de la tarde. Estaba en el ambiente que Manuel Zelaya iba a regresar al país por Colón, dice Esly Banegas, dirigente de la Coordinadora de Organizaciones Populares del Aguán (COPA).

No fue así, pero los activos habitantes de Colón tuvieron que soportar una de las peores épocas de represión. Como los detenidos de cada noche no cabían en las postas de la policía, los llevaban a una cancha de basquetbol que tienen los militares.

Puede que algunas cosas hayan cambiado en Honduras desde que el general Álvarez instaló en estas tierras el CREM. Cuando nos organizamos, éramos familias que no sabíamos lo que era tener un pedazo de tierra, y ya con tierra seguimos en lo mismo: tener tierra para alimentar a nuestras familias, como dice Donaldo Aguilar.

Aunque el gobierno del presidente Porfirio Lobo ha pactado con las organizaciones campesinas del Aguán, los dirigentes de la zona no olvidan que un sobrino del general Álvarez, Óscar Martínez, es el ministro de Seguridad del actual gobierno. Y que más de una vez ha reivindicado la memoria de su tío.