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Monrealistas y ex perredistas enfocaron sus baterías contra Amalia García Medina

Fuego amigo y de mandatarios priístas, causas de la caída del PRD en Zacatecas
Enviado y corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de julio de 2010, p. 7

Zacatecas, Zac. 6 de julio. La derrota del PRD en las elecciones ha sido producto de diversos factores externos e internos, como la abierta injerencia de gobiernos priístas de otras entidades; la fuga de perredistas descontentos con el proceso interno de selección; el juego político de Ricardo Monreal, cercano de nuevo al PRI; la virtual desaparición de la estructura del sol azteca, sustituido en los hechos por la operación del gobierno, y un voto de castigo a la gestión de la gobernadora Amalia García Medina.

Tales factores favorecieron el triunfo de Miguel Alonso Reyes, político formado en el monrealismo que hasta hace un año militaba en las filas perredistas donde fue colaborador en el gabinete de Amalia García. Su postulación como candidato provino de un acuerdo político entre el secretario general priísta, Jesús Murillo Karam, y Monreal Ávila, cuyo rejuego político en la entidad le ha permitido erosionar al perredismo y pactar con el priísmo, con el aval que le da el Partido del Trabajo.

La salida de Alonso Reyes fue el preámbulo de una desbandada de perredistas y monrealistas en el proceso interno, lo que debilitó al partido en el poder, terminó por desmontar su frágil estructura y minó las posibilidades de Antonio Mejía Haro, candidato débil y con escasa penetración durante la campaña. Paralelamente, la oposición priísta y petista centró sus críticas en explotar las decisiones unilaterales que, aseguran, caracterizaron la gestión de García Medina.

En esta lógica aprovecharon la desaparición de facto del PRD, que fue sustituido por el aparato del gobierno estatal, según admiten sus propios colaboradores haciendo notar la determinación de la mandataria en incidir en la designación de candidatos, y poniendo énfasis en los escándalos financieros de la administración de la perredista por los altos costos de diversas obras.

Las críticas hacia la gobernadora aprovecharon dos puntos vulnerables de su gestión: el incremento de la inseguridad en la entidad, con la aparición de secuestros, levantones y delitos antes no existentes o poco frecuentes, y la descalificación a la obra pública, considerada por la oposición suntuaria y poco prioritaria.

La gestión de García Medina terminó por desdibujar la presencia del PRD, sustituyendo el trabajo partidista por el aparato gubernamental. Esta situación se agudizó con la salida de los monrealistas en el contexto de la sucesión en la gubernatura.

A los factores de la política local se añade el virtual abandono que la dirigencia nacional del sol azteca tuvo para la entidad zacatecana. Distante, el dirigente Jesús Ortega priorizó su política de alianzas y dejó caer al despeñadero al perredismo estatal con todo y sus conflictos, rupturas y divisiones, así como con la carga de errores, omisiones e imposiciones de quien en los hechos dirigía al partido: la senadora Claudia Corichi, hija de Amalia García Medina.

Molestos e inconformes por la elección interna en el PRD, Tomás Torres, Raymundo Cárdenas, Juan José Quirino Salas y Camerino Eleazar Márquez Madrid decidieron abandonar la corriente amalista y anunciaron su apoyo al abanderado del tricolor, denunciando la imposición del candidato del sol azteca.

El accidentado proceso interno arrojó un abanderado cuyo perfil jamás pudo revertir la ventaja que adquirió el priísta Alonso Reyes. A ello se sumó la operación de los monrealistas con toda su carga de pragmatismo político. Con ello se posibilitó el regreso al poder del PRI, apuntalado por una práctica anclada en el viejo priísmo que representa el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, volcado en la elección zacatecana no con militantes de su partido, sino con cuadros de su propio gobierno y recursos públicos que, según el perredismo, aprovechó para potencializar los efectos de la compra de votos.

Tampoco fueron ajenos a esta práctica dos políticos renombrados: los gobernadores de Nuevo León, Rodrigo Medina, y el del estado de México, Enrique Peña Nieto.