Opinión
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Centenaria

El Imparcial*

Último banquete en honor del Sr. Presidente

N

o se equivocaban los que daban gran importancia y significación al banquete con que anoche fué obsequiado el general Díaz.

En presencia, ya de su inmenso éxito, y de los conceptos vertidos en los dos únicos brindis que se pronunciaron –el del señor Pimentel y Fagoaga, que ofreció el banquete, y el del señor Presidente de la República, que lo contestó–, podemos asegurar que esa fiesta fué, no sólo una calurosa manifestación de adhesión y de respetuoso cariño al general Díaz, sino una aprobación entusiasta y plena de su gobierno, así como también la expresión del poderoso anhelo de que él siga rigiéndolo.

En estos últimos meses, en que los amigos de la administración actual han querido hacer de las manifestaciones públicas un arma de partido y una señal inequívoca del descontento público, era importante y urgente que las clases interesadas en la conservación de la paz, es decir, aquellas que trabajan y emplean su inteligencia, su tiempo y su capital en impulsar los negocios y los ramos todos que han de engrosar la riqueza nacional, hicieran también una manifestación de su manera de sentir, y que dieran á conocer de manera pública y solemne, que no ofreciera dudas, cuáles son sus deseos, cuáles sus aspiraciones, cuáles su fé y su esperanza en el porvenir. Pero esa manifestación no podía ser desfilando por las calles, en multitud abigarrada é inconsciente, los que en ella tomaron parte; ni podía tolerarse tampoco que á ella se agregaran, sólo para hacer bulto como se ha visto en los desfiles organizados por los oposicionistas, individuos y agrupaciones que nada significan en la labor fecunda y progresista del país.

No; era preciso, era indispensable, y sería verdaderamente elocuente y significativo, que en esa manifestación sólo tuvieran cabida los que saben estimar los beneficios de una paz tranquila y bien arraigada, los que viven alejados de la política y sus ambiciones, y sólo se consagran al trabajo y á los negocios lícitos; los que cultivan la tierra, levantan fábricas, establecen nuevas industrias, importan y exportan mercancías, hacen traer maquinaria del extranjero, perforan minas y buscan, en fin, en todo género de transacciones y negocios, el acrecentamiento de su fortuna, y, por consiguiente, contribuyen al aumento de la riqueza nacional.

* Se publicó de 1906 a 1917