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Presidentes decidirán si continúan con la expansión o aplican severos recortes de gasto

Chocan con policías activistas que rechazan cumbre en Toronto

Acusan al gobierno de Canadá de gastar mil millones de dólares en organizar las reuniones

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Carro incendiado durante la manifestación contra la reunión del G-20 en TorontoFoto Reuters
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Policías repelen a manifestastes en Toronto, donde se reúnen los jefes de gobierno del G-20Foto Reuters
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Periódico La Jornada
Domingo 27 de junio de 2010, p. 23

Toronto, 26 de junio. Las manifestaciones en esta ciudad derivaron en enfrentamientos con la policía horas antes de que los jefes de gobierno del Grupo de las 20 economías más grandes del mundo se reúnan en esta ciudad para decidir si continúan con las medidas de expansión económica o aplican severos recortes como ya sucede en Europa.

Alrededor de 10 mil personas recorrieron pacíficamente las calles con diversas exigencias, entre ellas, destinar recursos a los países pobres, pero un grupo de jóvenes vestidos de negro incendió patrullas y rompió con bates de béisbol, martillos o sillas los cristales de los comercios. Los servicios de emergencia de Toronto informaron que había al menos tres lesionados y la policía informó de 75 detenidos.

Debería darles vergüenza, así es como luce un estado policial, coreaban cuando intentaron aproximarse a la zona cero en que se ha convertido el perímetro que abarca el Centro de Convenciones del Metro de Toronto y la zona de hoteles donde están hospedados los presidentes del G20.

Los guardias, pertrechados con escudos y bastones, repelieron con gas lacrimógeno y spray de pimienta a un grupo de personas que buscaba acercarse al lugar y la respuesta no se dejó esperar cuando los inconformes de ropa negra y capuchas en la cabeza se subieron a las patrullas y les prendieron fuego. La prensa local los identificó como anarquistas.

El epicentro de las protestas fue el Parque Queens de la Universidad de Toronto, donde horas después de estos actos, todavía cientos de policías de Toronto mantenían cercados a los inconformes, algunos mostraban pancartas y llevaban flores en la boca y gritaban consignas contra los líderes del G-20.

En las calles University y Collage los elementos de seguridad cerraron el paso con bicicletas y a las seis de la tarde integrantes de la Policía Montada replegaron a los grupos que expresaban su inconformidad contra la cumbre mientras helicópteros sobrevolaban la zona.

Uno de los motivos de indignación es que el gobierno de Canadá gastó mil millones de dólares en organizar esta cumbre y la del G-8. En Toronto se congregaron ambientalistas, defensores de los derechos humanos, activistas por la paz que se mezclaban con inmigrantes de Ghana que festejaban el triunfo de su selección de futbol contra Estados Unidos.

La calle Yonge, que forma parte del Distrito Financiero de esta ciudad, mostraba las huellas de la batalla. Los escaparates de negocios como Adidas, Foot Lockers, del restaurante Swiss Chalet, Starbucks, el billar New Time Square estababan destrozados. Ni la estación de policía se salvó.

Afuera de una tienda donde había vidrios rotos y maniquíes tirados en el piso, Delfín Sánchez, un cubano que vive en Estados Unidos, aprovechó para denunciar con una pancarta escrita en inglés: La oficina de inmigración viola mis derechos humanos. Gritaba en inglés que trabaja en ese país sin tener acceso a servicios médicos y resaltaba: no soy comunista.

Otro pequeño grupo de jóvenes integrado por hombres vestidos de soldados y mujeres que llevaban ropa manchada con pintura roja y maquillaje que simulaban sangre exigía alto a la guerra en diversos países. “It’s the war” (Esta es la guerra) y Toronto the desert democracy (Toronto, desierto de democracia).

No fue necesario que la policía vigilara los comercios, ya que quienes caminaban por el lugar sólo observaba los daños. De hecho, algunos turistas aprovecharon para tomarse fotografías en un sillón que fue sacado de una mueblería.

Este no es nuestro Toronto y mi respuesta es el enojo, comentó el alcalde David Miller, según el sitio de Internet del periódico Globe and Mail.

Ajenos a estas protestas, los jefes de gobierno del G-20, entre los que se encuentra el estadunidense Barack Obama y de América Latina los mandatarios de México, Felipe Calderón, y de Argentina, Cristina Fernández, cenaron en el lujoso Hotel Fairmont.