Opinión
Ver día anteriorDomingo 20 de junio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Gente de venado
S

on parte del paisaje urbano en la ciudad de México, aunque pocos las adviertan; generalmente se encuentran en los cruceros, junto a un camellón en donde varios pequeños juegan, cuidadosos de no bajar al arroyo vehicular; en tanto, las madres, portando primorosos atuendos de telas brillantes, venden chicles y dulces. Son las mazahuas, originarias del estado de México. Pasan temporadas en esta urbe, básicamente dedicadas al comercio ambulante, que les brinda libertad para estar con sus hijos e ir y venir a sus pueblos, mientras los hombres se desempeñan como albañiles, cargadores y una gama de oficios de esa escala. Estas actividades las realizan en tanto se dan los ciclos agrícolas, en los que regresan a sus comunidades a sembrar y a cosechar la tierra, principalmente maíz, que es básicamente para autoconsumo y realizar diversas artesanías. Increíblemente a pesar de las penurias económicas, mantienen su identidad cultural.

Recientemente visitamos la zona mazahua para dar una charla sobre Josefa Ortiz de Domínguez, en la preparatoria de San Lorenzo Toxico, exitoso proyecto educativo que se logró por la iniciativa de los padres de familia –uno de ellos donó el terreno– y el apoyo del gobierno de la entidad. Tuvimos la oportunidad de acercarnos a algunos de los lugares en los que esta rica cultura se desenvuelve, en convivencia con la comunidad mestiza. Asombra saber que en las escuelas de la zona no se imparte educación en lengua mazahua, una de sus expresiones más importantes.

Pueblo ancestral, de origen chichimeca, se estableció en la región en el siglo XIII. En 1379 fueron sometidos por lo mexicas y tras la Conquista los españoles rebautizaron algunos de sus pueblos, respetando en ellos las Repúblicas de los Indios, importante figura política, por la cual se observaban sus usos y costumbres. Una de esas comunidades es San Felipe del Progreso, en donde encontramos dos gratas sorpresas: la parroquia, que conserva una sobria fachada y en el interior un enorme techo de madera artesonado. La otra, un barrio de plateros, en donde notables artífices elaboran joyería inspirada en las arracadas mazahuas de filigrana, auténticas obras de arte. El sitio se encuentra en el barrio de Palmillas y tiene precisamente el nombre de colonia Los Plateros. Aquí platicamos con José Ascensión García Cruz, quien aprendió el oficio de su padre, éste del abuelo y ahora están con él sus hijos. Les comparto su teléfono: 01 712 1042 202.

Guiados por el culto profesor Luis Téllez, fuimos a conocer el Centro Ceremonial Mazahua, situado en lo alto de una montaña, rodeado de bosques de pinos. Aquí se reúnen los primeros domingos de mes a realizar sus ceremonias con fuertes reminiscencias prehispánicas, presididas por el Jefe Supremo. El 19 de marzo es su gran festejo, en el que se juntan alrededor de 10 mil personas. El sitio, bello e impecable, tiene un pequeño museo y una tienda en la que algunas mujeres venden los hermosos textiles que ahí elaboran en un telar de cintura: colchas, cobijas, morrales, manteles y quexquemitls, entre otros. Hay algunos venados que recuerdan el significado de mazahua: gente de venado.

Otra parada fue en Ixtlahuaca de Rayón. Aquí fusilaron el 20 de enero de 1816 a Francisco López Rayón, uno de los cinco valerosos hermanos que lucharon por la Independencia. Merecidamente le agregaron su apellido al nombre del lugar. Asimismo, fue en este lugar en donde Miguel Hidalgo recibió los edictos de excomunión. La catedral tiene una original y bella fachada, toda en blanco, lo que realza los lazos tipo ajaracas, que forman un fino encaje, pintados de rojo, reminiscencias de su antiguo pasado barroco. Los lunes es el día de mercado en que llegan de todos los pueblos a vender, comprar y hacer trueque, añeja práctica comercial que aquí sobrevive. La gastronomía distintiva es la barbacoa de hoyo, ¡sabrosísima!, y si tiene suerte, la acompaña de un buen pulque.