Recibe Buenos Aires a los indígenas

que nadie ha querido ver


El 20 de mayo, la capital de Argentina recibió una histórica movilización de miles de indígenas que recorrieron diez provincias hasta la Plaza de Mayo, la denominada Marcha por el Chapaq Ñam. Es la primera vez que llegan así los pueblos indígenas al centro del poder político del país. Sus reclamos son los mismos de siempre: tierra, rechazo a las empresas que los desalojan, respeto a su cultura ancestral y justicia por los atropellos pasados y presentes. “La tierra robada será recuperada”, corearon las comunidades indígenas, que en sus discursos denunciaron el rol extractivo y contaminante de las compañías mineras, agropecuarias y petroleras, y también a la dirigencia política “que por acción u omisión permite nuestra opresión”.
La marcha fue impulsada por la Confederación Mapuche de Neuquén, la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Tucumán, Kollamarka de Salta y el Consejo de Autoridades Indígenas de Formosa. También participó el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase-Vía Campesina) y contó con el apoyo de la organización Tupac Amaru.
“Los grandes negocios de las empresas arrasan nuestras tierras y se llevan nuestra vida”, expresó Félix Díaz, pilagá de La Primavera de Formosa. 
 “Caminando por la verdad, hacia un Estado plurinacional”, fue la consigna de la marcha, iniciada el 12 de mayo en Jujuy, Misiones y Neuquén, que atravesó diez provincias y contó con la presencia de los pueblos kolla, mapuche, qom-toba, diaguita, lule, huarpe, wichí, mocoví, guaraní, vilela, sanavirones y guaycurú. Elías Maripan, de la Confederación Mapuche de Neuquén, arengó: “Los pueblos originarios están de pie, dignos y conscientes de sus derechos”.
Argentina reconoce hoy una población de 600 mil indígenas, aunque otras estimaciones hablan de cerca de dos millones, pertenecientes a 30 pueblos. En 1990, oficialmente no existía ninguno.
Las columnas que convergieron en Buenos Aires demandaban reconocimiento inmediato y restitución de sus tierras, el derecho a la consulta sobre los hechos y acciones que los afectan, y la aplicación de la ley de emergencia territorial. También, reconocimiento de sus lenguas como idiomas oficiales, planes de estudio interculturales, así como universidades e institutos de formación indígena.
David Sarapura, de la Coordinadora de Organizaciones Kollas Autónomas (Kollamarka, de Salta), aclaró que la marcha “no es para festejar el Bicentenario, marchamos para demostrar que estamos vivos, que somos los antiguos pobladores de esta tierra y que hemos resistido y seguiremos resistiendo”.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner recibió a una treintena de delegados durante una hora. Según Jorge Nahuel, de la Confederación Mapuche, propuso una agenda de trabajo para la primera quincena de junio. “Dijo que está de acuerdo en muchos puntos, y en otros para nada. Suponemos que no comparte nuestro rechazo a la minería, las petroleras y empresas que saquean y contaminan nuestros territorios”.
En 2007, una investigación del diario Página/12 reveló que existen al menos 8.6 millones de hectáreas en conflicto entre comunidades indígenas y multinacionales mineras, estados provinciales y nacional, propietarios multimillonarios (y algunos menos acaudalados), empresarios turísticos, plantas de celulosa, empresas soyeras, universidades nacionales y un sistema político y judicial que desobedece las leyes. En la misma línea, un trabajo de la Red Agroforestal Chaco Argentina (Redaf) aportó datos inéditos: cinco millones de hectáreas en conflicto, casi 600 mil personas afectadas, donde los sectores privado y estatal son los principales opositores de los campesinos e indígenas. El informe demuestra que la mayor conflictividad comenzó hacia 1990, con el avance de la soya sobre el norte del país.
Las organizaciones han estado divididas y hasta enfrentadas durante mucho tiempo. Jorge Nahuel aseguró que ahora los pueblos indígenas están “movilizados, se hacen escuchar y tienen una fortaleza mayor que hace décadas”.

(Con información de Darío Aranda, corresponsal del periódico mapuche Azkintuwe de Chile y reportero de Página/12 en Argentina).

 

ojarasca

Cancún. Quintana Roo

 

Por un Estado plurinacional argentino

“En breve se cumplen doscientos años de historia de luchas por una independencia verdadera. Esto habla de  prolongadas y constantes contradicciones entre las variadas pero persistentes búsquedas independentistas, generalmente con soporte de protagonismo popular y los esfuerzos reiterados de las élites del poder económico y financiero local/trasnacional, para sostener el país semicolonial dependiente. En los conflictos que estas contradicciones han generado en el recorrido histórico, rara vez los pueblos originarios y sus derechos han sido visibles como actores plenos. 
“La marcha de los pueblos guaraníes, omaguacas, coyas, huarpes, mapuches, lonkos, tobas, mocovíes, wichís, pilagás entre muchos, hace inmediatamente visible que la nacionalidad argentina es esencialmente plural y, consiguientemente, multicultural. Aunado a esto, abre caminos para que esa diversidad de nacionalidades y culturas se exprese en lo que deberá ser una nueva configuración del Estado y del derecho, redefiniendo las ciudadanías y el ‘ser nacional’ desde la dimensión intercultural.
“Los excluidos no reclaman inclusión sino reconocimiento, justicia, trato equitativo, horizontalidad en las relaciones. Por eso no se trata de incluir, sino de construir, desde abajo, un Estado nuevo, plurinacional e intercultural.
“Los pueblos que marcharon desde este 12 de mayo, anudan su propuesta de Estado plurinacional a su cosmovisión, que no considera a la naturaleza como objeto, que no contrapone humanidad y naturaleza para explotarla y servirse de ella, sino que se propone cuidarla, vivir en equilibrio con ella, como parte que somos de un mundo humano-natural. Llaman con fuerza vital a la protección del medio ambiente y al cuidado de la biodiversidad para detener la deforestación, la extensión de la soya, el saqueo de la minería y el derretimiento de los glaciares, y a la protección de las tierras comunitarias.
“El planteamiento de los pueblos originarios, a la vez que demanda reparación ante una injusticia histórica, es profundamente cuestionador de la civilización actual que se apoya o tolera el saqueo, la destrucción, la exclusión y la muerte. Convocan a la búsqueda colectiva de una nueva civilización y aportan elementos para ella.
“Es hora, increpan desde las entrañas de la Tierra los pueblos originarios, de abrir paso a la vida, al reconocimiento efectivo de la pluralidad de nacionalidades, culturas, identidades y plantearse nuevas formas de interrelación equitativa y en paridad. Esto constituye el soporte para una democracia y ciudadanía nuevas, transformadas y reconstruidas desde la raíz.”

Isabel Rauber en Por un Estado plurinacional, intercultural, raizalmente democrático, Alai Amlatina, 18 de mayo.