Examen General de Conocimientos
del Ciclo Básico de la UACM

Florencia Addiechi

La UACM nació hace nueve años con dos propósitos fundamentales: ampliar las oportunidades educativas de los habitantes de la ciudad y convertirse en un espacio de innovación académica. La experiencia que se presenta a continuación constituye una materialización importante de esa aspiración y voluntad renovadora.

Principios rectores

Junto con la impugnación de los exámenes como mecanismos idóneos para determinar el ingreso a la universidad y el rechazo a formas meritocráticas de valoración del desempeño, la UACM formuló muy pronto algunos de los principios que la orientarían en materia de evaluación. Con base en la diferenciación básica entre proceso educativo y certificación de conocimientos, que busca restablecer la centralidad del esfuerzo educativo de estudiantes y maestros en el salón de clase y garantizar la plena confiabilidad de los certificados que expide, e implica relevar a los docentes de la tarea administrativa de otorgar certificados y títulos, se hizo una segunda distinción conceptual y práctica entre evaluación diagnóstica y evaluación formativa. La primera orientada a indagar lo que los estudiantes saben y lo que no, y una evaluación formativa integrada al proceso de aprendizaje y concebida como facilitadora de logros escolares. La idea de que la evaluación no podía ser reducida a una contabilización de aciertos y errores ni a la asignación de una calificación numérica, y que sus propósitos primordiales no podían ser premiar, castigar, seleccionar, clasificar, etc., encaminó a la universidad hacia un proceso de reflexión, elaboración y aplicación de su propia estrategia; a precisar conceptos, diferenciar momentos, formular metas, normar procedimientos y diseñar instrumentos.

¿Qué significa evaluar, certificar, examinar? ¿En qué deben consistir los exámenes? ¿Quiénes y bajo qué modalidades deben diseñarlos y aplicarlos? ¿Qué debe resultar de su aplicación? son algunas de las preguntas que la comunidad de la UACM ha debido responder en el marco de las apuestas del proyecto, de la misión que se ha propuesto desarrollar. El desafío no es pequeño, especialmente si se considera que en el ámbito educativo nacional la evaluación se hace frecuentemente con propósitos de selección y exclusión. La idea de considerar la evaluación como una herramienta académica orientada a obtener información para reforzar logros, resolver dificultades, superar obstáculos e identificar oportunidades de mejoramiento, y cuyos resultados sean recomendaciones concretas para el alcance de las metas proyectadas, no ha tenido concreciones significativas en la educación mexicana.

Hallar respuestas a esas preguntas ha implicado precisar cuestiones conexas y diseñar entre ellas articulaciones armoniosas. Dado que uno de los propósitos fundamentales de la UACM es brindar a sus estudiantes la oportunidad de formarse en una cultura científica, crítica y humanística amplia, evitando las especializaciones tempranas y favoreciendo un diseño personalizado de sus trayectorias en el marco de una estructura curricular flexible, la universidad organizó el trabajo académico en tres grandes áreas de conocimiento (Ciencia y Tecnología, Humanidades y Ciencias Sociales y Ciencias y Humanidades) y estructuró los planes de estudio de las licenciaturas en un ciclo básico común y un ciclo superior propio para cada disciplina. Determinar con precisión el contenido y los tiempos de esos ciclos requirió, primero, definir cuáles son, en cada área de conocimiento, las materias básicas necesarias para futuros aprendizajes; cuáles son los conocimientos, habilidades y actitudes indispensables para que un estudiante pueda encarar exitosamente una posterior formación disciplinaria.

Sí, es posible idear y emprender una reforma académica de la educación superior cuyo contenido resulte de refrendar el compromiso de la universidad y los universitarios con el saber y la educación.

Planteado el problema en esos términos, la UACM debió hacer una distinción sustancial entre obligatoriedad e indispensabilidad que, a la postre, imprimiría un sello particular a muchas de sus concreciones. La apuesta por revalorizar la tarea cultural de la educación, la tarea de formar para la vida, puso en entredicho cualquier iniciativa que fincara en la obligatoriedad el éxito del esfuerzo escolar: los estudiantes debían estudiar por su propia decisión y deseos. Desechadas las materias obligatorias, los exámenes obligatorios, la noción de indispensabilidad se constituyó en la vía mediante la cual la UACM busca ofrecer a sus estudiantes un espacio para el ejercicio responsable de su autonomía y para el logro de aprendizajes significativos y duraderos. La tarea es, entonces, proporcionar a los estudiantes las herramientas teóricas y prácticas indispensables para que ellos mismos definan sus trayectorias de estudio; para que puedan, de manera informada, seleccionar carreras, materias, problemas de investigación. Desarrollar en ellos una visión cultural y profesional que les permita, en el futuro, encarar creativamente los desafíos que les ponga ante sí la vida y, en particular, encarar las demandas de un mundo laboral imprevisible y cambiante.

Aunada a la posibilidad de realizar trayectorias de estudios diversificadas, la UACM adoptó otro principio: el de la flexibilidad en los ritmos y duración de los estudios, que permite que cada estudiante avance en sus planes de acuerdo con sus particulares tiempos; cursar y ser certificado en materias y ciclos al ritmo que pueda, de acuerdo con sus necesidades académicas y/o compromisos extra académicos. A su vez, la decisión de que los procesos de certificación de conocimientos se desarrollen de manera autónoma de los procesos de enseñanza-aprendizaje amplió las opciones de los estudiantes al permitirles que sus conocimientos sean certificados sin importar dónde, cuándo o cómo estos fueron obtenidos. La certificación, entendida como un acto de tipo jurídico administrativo, tiene en la UACM como propósito dar fe de que el estudiante posee los conocimientos que el certificado avala, sin considerar asistencia, participación, dedicación, esfuerzo, etc.; sólo importan los resultados: si se ha demostrado o no contar con aquellos conocimientos, habilidades y actitudes que se consideran indispensables para aprobar la materia o el ciclo bajo escrutinio.

Examen General de Conocimientos del Ciclo Básico

La aspiración de hacer de la UACM un espacio de innovación, donde sus miembros discutan y apliquen colegiadamente iniciativas a favor de una reforma académica, en la que se desarrollen métodos de enseñanza y evaluación más eficaces, se introduzcan criterios modernos de diseño curricular y se ideen nuevos recursos pedagógicos, ha tenido diferentes concreciones. Una de ellas ha sido el diseño y la aplicación del Examen General de Conocimientos del Ciclo Básico del Colegio de Humanidades y Ciencias Sociales (EGC-CB).

Con el propósito de instrumentar un examen que permitiera evaluar y certificar de manera global el ciclo básico común de las siete licenciaturas del área de Humanidades y Ciencias Sociales (cuyo plan reúne tres grandes áreas: Cultura científica y humanística, Lenguaje y pensamiento y Estudios sociales e históricos, además de tres niveles de inglés o francés y tres cursos optativos), en junio de 2007 se convocó a la conformación del órgano colegiado (Comité de Certificación) que asumiría esa responsabilidad. La encomienda suponía: 1) elaborar un instrumento, o un conjunto de instrumentos, cuya aplicación brindara a la institución información válida y confiable acerca de la posesión y dominio, por parte del sustentante, de los conocimientos y habilidades indispensables requeridos por los planes de estudios de las tres áreas; 2) determinar cuáles serían los indicadores de evaluación capaces de reflejar esos contenidos y disposiciones que se buscaba evaluar, e instrumentalizarlos para facilitar su análisis y ponderación; 3) estipular las modalidades y el número de fases en que se llevaría a cabo el EGC-CB a fin de evitar juicios infundados y/o prematuros acerca de los resultados alcanzados por el sustentante, y 4) favorecer una orientación que hiciera del propio examen (y de sus resultados) una instancia de formación e información para los estudiantes. La tarea no era sencilla, sobre todo por la apuesta de que todo ello resultara del diálogo y el intercambio efectivo entre los representantes de las distintas áreas y carreras que formaban parte del Comité de Certificación (CC). Una apuesta ambiciosa en un medio universitario como el nuestro en el que priman visiones disciplinarias demasiado celosas de su especialidad y fronteras profesionales.

Producto de ese esfuerzo ha sido la aplicación, ya en cuatro ocasiones, del EGC-CB: en dos oportunidades para aspirantes externos de la UACM (en junio de 2008 y noviembre de 2009) y en otras dos para estudiantes de la propia universidad (en febrero de 2009 y de 2010). Al respecto cabe explicar: el EGC no sólo se instituye como una alternativa para que los estudiantes de la UACM puedan ser certificados de manera global en cuanto al Ciclo Básico (además del procedimiento tradicional de ser certificados por materia), sino también como una vía de ingreso directo al Ciclo Superior para estudiantes externos que cuenten con estudios de licenciatura previos y deseen concluirla o bien cursar una segunda. El examen se desarrolla a lo largo de cuatro fases –que en su conjunto duran aproximadamente tres semanas– y consiste en la elaboración de un ensayo académico sobre un tema específico (elegido de una lista elaborada por el CC) y en la participación del sustentante en una discusión grupal sobre el tema seleccionado. A lo largo de ese proceso se articulan estrategias de seguimiento que tienen por finalidad informar al estudiante acerca de los indicadores de evaluación (aquello que se espera que conozca y sea capaz de hacer) y el procedimiento del examen, orientarlo en la elaboración del ensayo a través de “preguntas generadoras” y, también, brindar información adicional a los académicos evaluadores sobre el desempeño del sustentante que permita identificar y/o inhibir casos de plagio. El EGC concluye con la certificación o no del ciclo básico (excluyendo los idiomas, que requieren de otro examen) y, en caso de negativa, con indicaciones precisas acerca de las deficiencias que la causaron.

El desafío no es pequeño, especialmente si se considera que en el ámbito educativo nacional la evaluación se hace frecuentemente con propósitos de selección y exclusión.

Recientemente, y con el propósito de informar y someter a la reflexión de la comunidad esta experiencia, la UACM publicó un informe sobre el desarrollo del EGC-CB. En él, además de reseñarse lo acontecido en las dos primeras convocatorias y brindarse información estadística sobre cada una de ellas, se expone el contenido de la rúbrica de evaluación que define y describe cualitativa y cuantitativamente los posibles niveles de desempeño del postulante en cada uno de los 26 indicadores que se examinan, y se refiere el marco normativo en el que se sustenta el EGC-CB. Finalmente, y en aras de mejorar los procedimientos, el informe incluye un apartado de “tareas a desarrollar” en el que se esboza un balance de la experiencia y se formulan recomendaciones para futuras ediciones del examen.

El diseño e implementación del EGC-CB transgrede reglas que muchos hoy consideran irrefutables: aquellas que instituyen a los procedimientos cuantitativos de evaluación como los más eficientes y confiables, y cubren con un manto de desconfianza los de carácter cualitativo; aquellas que hacen de la evaluación una tarea más administrativa que académica; aquellas que renuncian a la reflexión, elaboración e instrumentación colegiada de tareas sustanciales de la universidad.

Al margen de las objeciones particulares que pudiesen resultar de un escrutinio experto y de las mejoras que en el futuro pudiesen hacerse, una de las enseñanzas de esta experiencia es que es posible formular e implementar estrategias de evaluación iguales o más efectivas que las que mandatan los contabilizadores de reactivos; que es posible idear y emprender una reforma académica de la educación superior cuyo contenido resulte de refrendar el compromiso de la universidad y los universitarios con el saber y la educación. Enmarcada por una realidad en la que pese a que todos coinciden en un diagnóstico negativo insisten en seguir haciendo lo mismo, la UACM ofrece un ejemplo de que es factible hacer cosas distintas sin renunciar a la aspiración de ofrecer una educación de buena calidad.

Florencia Addiechi es doctora en Ciencias Políticas y Sociales, académica de la UACM.
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