Opinión
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Penultimátum

Tragedias y culpables

L

o dijo con la seriedad que acompañan siempre las declaraciones de los jerarcas de las tres grandes religiones monoteístas. El ayatola Kazem Sedighi puso a temblar en Irán a sus fieles seguidores cuando afirmó que muchas mujeres no se visten recatadamente, llevan a los jóvenes por mal camino, corrompen su castidad y diseminan el adulterio en la sociedad, las relaciones sexuales ilícitas, lo que en consecuencia aumenta los terremotos. Se refería el clérigo a los que han dejado su estela de muerte lo mismo en Haití que en China, Chile o México.

Los religiosos conservadores de Irán suelen quejarse de que, especialmente las jóvenes, no siguen el estricto código de vestimenta islámico que las obliga a cubrirse de la cabeza a los pies. Así ocurre en Teherán, la capital, donde miles de mujeres ignoran las reglas religiosas sobre el vestido y lucen ropa ceñida al cuerpo y pañuelos que dejan ver gran parte del cabello. ¿Qué podemos hacer para evitar quedar sepultados bajo los escombros?, preguntó el ayatola Sedighi durante un sermón. Enseguida ofreció la solución: refugiarnos en la religión y adaptar nuestras vidas a los códigos morales del islam.

De esta manera el clérigo respaldó la predicción que días antes hizo el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, de que Teherán será sacudida por un sismo por lo que muchos de sus 12 millones de habitantes deberían reubicarse en otras partes del país. Y, como es sabido, el presidente nunca se equivoca.

En el resto del mundo otros clérigos también han buscado a los culpables de otras tragedias. Para varios cardenales la aparición y propagación del sida fue un castigo divino, porque los homosexuales no han sabido controlar sus deseos carnales, pecaminosos. Esto, dicho a principios de los años 80 del siglo pasado, lo matizó el Vaticano al propagarse entre la población heterosexual y crecer el número de mujeres y niños con dicho mal en África.

Otra pandemia, la del virus A/H1N1, que todavía figura como gran amenaza para la humanidad de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, también fue catalogada por un obispo como castigo del Altísimo, porque el hombre se había alejado de Dios.

Como en Irán, también en México la culpa de la depravación sexual, el relajamiento de las costumbres y la violencia contra las mujeres, se debe, entre otras cosas, por la forma como se visten, por usar minifalda. Ayuntamientos como el de León, ordenaron que las mujeres al servicio del gobierno vistieran con recato, pero sin llegar al extremo de usar la burka.

Mas pocos igualan al presidente Evo Morales, quien descubrió que el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres. Comprobadísimo.