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A la Mitad del Foro

Los alquimistas electorales

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César Nava, Luis Walton, Manuel Camacho y Jesús Ortega el jueves 27 de mayo en la PGR, adonde acudieron para presentar una denunciaFoto Carlos Cisneros
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a Procuraduría General de la República aprehendió y encarceló al candidato de la coalición PRD-PT-Convergencia a la gubernatura de Quintana Roo. Greg Sánchez se llama el postulado, hoy indiciado, alcalde con licencia del municipio que lleva el nombre de Benito Juárez y es universalmente conocido como Cancún: nido de serpientes, en lengua maya, según la oportuna Rayuela de ayer sábado en este diario. Ahí se incubó una coalición que incluía al PAN. Y César Nava decidió no poner todos sus huevos en esa canasta.

El PAN se salió del caldero en el que Manuel Camacho ha puesto en ebullición la receta de las brujas de Macbeth, ajeno al peligro del poder que se sustenta en la buena voluntad del enemigo, del adversario, digamos, para no desentonar con el infantilismo democrático. Jesús Ortega va a todas. No es que le falte fe en la piedra filosofal que transmutaría urnas vacías en votos. Habían tocado fondo: en el norte del país no pasan de 10 por ciento de los votos en las elecciones de medio sexenio; después del salto cuantitativo de 2006 que los hizo reclamar la presidencia legítima y obligar al candidato del PAN a entrar por la puerta trasera al Congreso y tomar presurosamente posesión del supremo Poder Ejecutivo de la Unión. La izquierda, las izquierdas y sus compañeros de viaje tuvieron todo y todo lo tiraron a la basura.

Manuel Camacho no es ingenuo. Jesús Ortega parece serlo. Nada más. César Nava oyó las voces del Ministerio Público, escuchó consejo de amigo o instrucciones de jefe y rechazó integrarse a la coalición de la olla de alquimista que postuló a Greg Sánchez candidato a gobernador de Quintana Roo. Ortega puso oídos de mercader. Al día siguiente de la detención del candidato, desapareció el tesorero del ayuntamiento, quien presentó renuncia al cargo a través de sus abogados. Queda el galimatías del gobierno que parece capaz de utilizar al Ministerio Público para desquiciar procesos electorales. El procurador general de la República se mantiene tras bastidores y habla un vocero en remedo de esperanto. Y el presidente Felipe Calderón, jefe de gobierno y jefe de Estado, habla en el extranjero de un asunto sub judice.

César Nava, dirigente del partido en el gobierno, acompaña a Jesús Ortega y a Camacho el alquimista; solidario con el demandante y, por lo visto, con los cargos hechos por el del PRD contra Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación de Felipe Calderón, él también jefe del invisible procurador Chávez Chávez. Acusa Jesús Ortega: Gómez Mont es autor de la conspiración, del engaño, del proceso penal instaurado contra el candidato Greg Sánchez. Y lo hizo, además, para ayudar al PRI y apoyar a Enrique Peña Nieto en la futurista campaña para hacerse de la Presidencia en los comicios de 2012. Don César ratifica el compromiso y declara que hay coaliciones porque los partidos tienen un proyecto común.

Manuel Camacho Solís manifestó que esos partidos han respetado los tratos. Y que aunque no sepa lo que sucede al interior del gobierno federal, lo que sí percibo es una inclinación de parte del secretario de Gobernación hacia el PRI, una gran simpatía, que además está ya evidenciada con hechos del conocimiento público. No quiero intervenir y crearle un problema a Nava, pero lo que sí digo es que la alianza sigue y después de julio cada quien sacará sus conclusiones. Matraz de alquimista, olla podrida, caldero de las brujas de Macbeth: lo que ahí se cuece es la transmutación del oro en plomo, de la confianza en pasmo, de la posibilidad de ganar alguna de las 12 elecciones de gobernador del 4 de julio en estallido de fuegos fatuos, en 12 derrotas.

Si el objetivo de las coaliciones era derrotar al PRI, César Nava va a rendir peores cuentas que Germán Martínez. Jesús Ortega seguirá capitalizando derrotas, se jugará a los dados la túnica del PRD y los centuriones la van a exhibir como trofeo cuando llegue la hora de elegir al próximo presidente de la República. Estamos ante personajes menores, actores de una farsa monumental: dad al César lo que es de Jesús y a Jesús lo que es del César. Ninguno de los dos tiene algo que dar. El desastroso asunto del candidato a gobernador de Quintana Roo preso en Nayarit exhibió la patética fragilidad de una coalición fincada exclusivamente en la intención de derrotar al PRI:

Nava se negó a sumarse a la candidatura de Greg Sánchez; Nava se apresura a manifestar su solidaridad con Jesús Ortega al presentar éste una denuncia por calumnias contra el Partido Verde Ecologista. Manuel Camacho, cauto alquimista, no quiere crearle un problema a Nava. El jefe de don César es jefe del procurador invisible; es el autor intelectual, si se permite la licencia, del atropello de utilizar la justicia con fines políticos. Claro como el lodo. Pero más turbio aún el fondo del caldero al asomarnos a los sitios donde dicen que van a ganarle al PRI y lograr las alternancias permanentes: En Oaxaca, en Hidalgo... y en Durango, dijo alguno.

Por lo pronto, en Quintana Roo no iba a ganar el hoy indiciado, a quien Roberto Borges, candidato del PRI, duplicaba en el número de votos a favor según los encuestadores. Así que a lo mejor se equivocó don César, porque la victimización es un plus, proporciona simpatías instantáneas al encarcelado, al perseguido o desaforado por fuerzas del gobierno. Lástima. Pero aunque vivimos la transición en presente continuo, el infantilismo democrático y bajo los efectos funambulescos del mundo del revés, los electores no deciden por simpatías sino por lo mal o bien que les haya ido bajo tal o cual gobierno. Sea el que despacha en Chetumal, o el que desde Los Pinos ha visto llegar de fuera todos los males que en el mundo han sido.

Digamos que en Oaxaca hubiera un cacicazgo de 80 años. Cómo creerlo si Gabino Cué Montelongo es hoy candidato de la coalición integrada para acabar con un cacicazgo que no pudo imponerlo cuando Diódoro Carrasco Altamirano lo quiso hacer gobernador. A menos que padecieran la vieja maldición de San Luis Potosí: un cacique, tres pendejos, un cacique tres pendejos. Y durante 80 años. Gabino Cué es buen hombre. Hoy padece el hervor del caldero en el que echaron la candidatura a diputado de Flavio Sosa, el de la APPO encarcelado después del caos anarquizante que padeció Oaxaca. Los declarados opositores a Ulises Ruiz demandan que Sosa renuncie a la candidatura. Lo pide el PT que lo puso en las listas; lo piden los coaligados en torno a Gabino Cué.

Ulises Ruiz, dicen, aspira a presidir el CEN del PRI. Antes tendrá que ganar Eviel Pérez Magaña, el candidato que hizo, o dejó hacer, porque es lo que dicen sus detractores: formidable operador político. Para ser político, ante todo hay que ser buen juez de hombres, decían los antiguos. Y Eviel Pérez ha resultado candidato a modo; de estilo sobrio, conocedor de la gente de su tierra y la diversidad y fusión fantástica de regiones y razas de los hombres que dispersó la danza. Carismático no es, y menos en esta era del ágora electrónica. Sabe que la suya es tierra de campesinos, artesanos y maestros; suma y confía en la ventaja que le dan las encuestas. Encuestas que favorecen al PRI en las 12 contiendas.

Hoy hay cónclave priísta en Querétaro. Emilio Gamboa toma posesión de la CNOP. En previsión del cultivo yucateco, del sector popular, dicho en memoria de la maliciosa pregunta de Pablo Neruda, cuando le hablaron de los tres sectores del partido: entonces, ¿los campesinos y obreros no son populares en México?