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La pulcritud, la honestidad y el respeto rigieron el quehacer del caricaturista

El país sigue igual: para abajo, sólo que con más rateros: Gabriel Vargas

La época actual es de un vacilón tremendo, comentó a La Jornada en una entrevista

Las publicaciones pornográficas y vulgares atentan contra el mundo de las historietas, deploraba

 
Periódico La Jornada
Miércoles 26 de mayo de 2010, p. 7

Gabriel Vargas y los burrones “son muy respetuosos de que las mujeres de hoy anden por ahí enseñando el mondongo; eso es vivir su época y cada quien tiene la suya; la actual es de un vacilón tremendo, en el que no participo, porque soy más viejo que Matusalén”.

Así, directo y sin ambages, el caricaturista nacido en Tulancingo, Hidalgo, explicó a La Jornada su visión de la época actual y se definió como un acérrimo crítico de las publicaciones pornográficas y del lenguaje vulgar para vender en cantidades estratosféricas.

Estas publicaciones, aseveró, son un atentado de muerte contra el mundo de las historietas.

Gabriel Vargas (1915-2010), con orgullo primero y con respeto después, enfatizó que a lo largo de varias décadas La Familia Burrón nunca ha utilizado ninguna palabra altisonante, ni el albur, ni ha mencionado a Dios, porque se puede creer en él o no, pero es una figura que debe respetarse.

–¿De dónde surgen sus personajes?

–De las situaciones, y los más de 50 creados para la historieta han sido producto de las vivencias y de recorridos por vecindades de Tepito o Santa Julia. Incluso, conocí de pequeño a los Burrón de carne y hueso. Eran una familia vecina que tenían un hijo apodado el baby, con quien jugaba.

Continúa con la anécdota: La señora, de cuerpo grueso y pecho turgente, como de cantante de ópera, era voluntariosa y bien mandona; mientras que el señor, que se llamaba Regino, se aplicaba a fondo para cumplir las órdenes de su esposa.

De esta familia del México cotidiano surgieron, años después, doña Borola Tacuche, don Regino Burrón y su prole: Macuca, el Tejocote, Foforito (hijo adoptivo) y el fiel perro Wilson.

Incluso, agregó el historietista, también fueron reales el poeta Avelino Pilongano y su abnegada y trabajadora madre, doña Gamucita; Floro Tinoco, júnior mejor conocido como el Tractor; Ruperto Tacuche, delincuente regenerado; Susanito Cantarranas, fino libador de neutle y machín, y la Divina Chuy, exótica y de irresistibles encantos, además de los compadres Briagoberto Memelas y Juanón Teporochas, por mencionar algunos de los ya inmortales personajes que forman parte del imaginario colectivo.

Por eso, enfatizaba Gabriel Vargas, los burrones seguirán contando la vida cotidiana como siempre; el país sigue igual, para abajo, sólo que con más rateros e individuos que intranquilizan a la humanidad.

Los dueños del mundo

Además La Familia Burrón, con más de 60 años publicada de manera ininterrumpida, existirá hasta que me llegue el momento de clavar el pico.

Vargas, con modestia, se definía como monero, porque le apenaban los calificativos de cronista, sociólogo o filósofo; también se decía apolítico de toda la vida.

Explicó a este diario el porqué del alejamiento de la política: siendo un chamaquito la familia tuvo altercados con miembros del Partido Nacional Revolucionario (antecesor del PRI), que se tradujeron no sólo en constantes balazos contra la casa donde habitaba, en la colonia Peralvillo, sino en severas golpizas contra dos de sus hermanos. Y todo por la negativa de rentar parte de la casa para que los políticos instalaran allí sus oficinas.

“Desde esa época no me importa que entren 20 mil presidentes de la República. Sólo observo los movimientos sociales que ocasionan estos tipos. Algunos son gente tratable, otros no. Pero sigue habiendo fulanos que se creen dueños del mundo, y casi por lo regular son del PRI.

“Al país –prosiguió– lo roban tranquilamente y nadie hace nada, empezando por el presidente que esté en turno; ninguno ha tenido el valor de llamar a cuentas a su antecesor. Como ejemplo está el caso del orejón (Salinas de Gortari), todo el mundo sabe que se robó millones y él anda tranquilo por el mundo.”

–¿Cuáles son los valores mediante los que enfoca su trabajo?

–Los valores principales de cualquier trabajo son la pulcritud, la honestidad y el respeto. Siempre he sido cuidadoso de que las historietas estén bien realizadas en trazos y diálogos, pero sobre todo, que nunca utilicen el lenguaje vulgar ni se conviertan en censoras de situaciones de alguna época.

En la vidorria de México, La Familia Burrón y su creador documentaron con fino humor el temblor del 57, el terremoto del 85, la explosión de San Juanico, el nacimiento de la televisión y su gradual hegemonía, la llegada del hombre a la Luna, el esmog, las monedas de cobre, los nuevos pesos; los pachucos, los jipis, los chavos banda, las rumberas, las vedetes y las misses, entre muchos más temas.

–¿Lee alguna otra historieta?

–No, nunca las he leído, nunca. No siento pasión por la historieta. Es lo que le digo, no sé cómo pude haber vivido de esto. Creo que mi verdadera vocación era hacer suplementos. ¡Me hice monero a fuerza! Es más, considero que soy un mal compañero de los historietistas, porque, por falta de tiempo, no tengo relación con ellos... Pero esto le puede hacer ver a usted que yo no copio a nadie, porque no veo a nadie.

Alguna vez, en su oficina en la colonia Cuahtémoc, su esposa, la periodista Guadalupe Appendini, con quien trabajaba en ese momento expresó: “Yo quisiera que La Familia Burrón desapareciera con la vida de Gabriel”.