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Calderón en Washington

En un acto inédito, acudió al cementerio de Arlington

El Ejecutivo rinde homenaje a militares estadunidenses
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La bancada republicana en el Congreso de EU escuchó el discurso del presidente Calderón, pero a diferencia de sus homólogos demócratas no se pusieron de pie ni aplaudieron al mandatario mexicanoFoto Ap
Corresponsal y enviada
Periódico La Jornada
Viernes 21 de mayo de 2010, p. 3

Washington, 21 de mayo. Por primera vez en la historia, hoy un presidente mexicano rindió un homenaje en el cementerio militar nacional de esta capital, sitio sagrado para los estadunidenses, donde se encuentran enterrados veteranos de todas las guerras y conflictos militares de este país, incluso las intervenciones e invasiones a México.

En una ceremonia solemne, el presidente Felipe Calderón colocó una corona de flores verdes, blancas y rojas con un listón en el que se leía Presidente de México ante la Tumba del Soldado Desconocido.

Rodeado de guardias de honor de las ramas militares estadunidenses (ejército, marina, marines, fuerza aérea y guardacostas) en perfecta formación, el mandatario subió las escalinatas de este monumento poco después de que una banda militar del ejército de Estados Unidos entonara el Himno Nacional mexicano, seguido por el estadunidense.

La Tumba del Soldado Desconocido es símbolo nacional de todos los militares que dieron su vida por la libertad. El monumento está en medio del Cementerio Nacional de Arlington, a las afueras de esta capital, cerca del Pentágono, donde residen más de 320 mil difuntos, entre ellos algunos muy famosos como John F. Kennedy y su hermano Robert, miles poco conocidos, otros cuyas tumbas están vacías, ya que sus restos jamás fueron recuperados y otros desconocidos.

En este enorme cementerio, con lápidas en fila casi perfecta al estilo militar, están las tumbas de veteranos de todas las principales guerras, intervenciones, invasiones y otras acciones militares estadunidenses a lo largo de la historia, incluso la sección más nueva para los caídos en Irak y Afganistán. Éste es el santuario militar más sagrado de Estados Unidos y testigo silencioso de toda la historia estadunidense, afirma la guía oficial. Aquí se realizan entre 25 y 35 funerales al día.

Entre los veteranos conocidos que se encuentran enterrados aquí hay varios que participaron en la intervención estadunidense en México en 1914 y 1915. También varios de la invasión a México de 1847 y 1848. Por ejemplo, está la tumba del almirante Frank Friday Fletcher, quien como comandante de la primera división de la flota del Atlántico dirigió la invasión del puerto de Veracruz el 21 y 22 de abril de 1914, por lo cual recibió la medalla de honor.

Una de la figuras militares más famosas también está enterrado aquí: el general John Pershing, quien participó en las guerras contra Filipinas en 1898 y fue el comandante estadunidense en Europa durante la Primera Guerra Mundial. Pershing fue asignado a la primera brigada en estado de alerta en caso de hostilidades con México en 1914, y participó en el patrullaje de la frontera con México ese año. El 15 de marzo de 1915, Pershing encabezó la expedición a México encargada de capturar a Pancho Villa, quien se había atrevido a invadir a Columbus, Nuevo México. Pershing organizó la llamada expedición punitiva mexicana con 10 mil militares y penetró unos 560 kilómetros en México persiguiendo a Villa. Uno de sus tenientes era el luego general George S. Patton.

Aquí también esta la tumba de John Sanford Mason, cuya carrera militar empezó en Tampico durante la guerra contra México en 1848. Otro es John Mellen Brady Clitz, quien era marinero de un barco que lanzaba bombas cuando se rindió Veracruz, y después en la captura de Tuxpan, durante la guerra contra México. Hay más.

Este cementerio también tiene otra dimensión histórica que lo liga con la guerra contra México: fue hacienda de esclavos del general Robert E. Lee, comandante de las fuerzas del sur en la Guerra Civil. La primera guerra contra México se originó por la secesión de Texas, motivada en parte, por su deseo de legalizar la esclavitud, en contra de las leyes mexicanas. En este cementerio hay innumerables tumbas de esclavos africanos y afroestadunidenses.

Pero hoy había algo nuevo en la historia oficial bilateral. Sonaron 21 cañonazos en saludo a la llegada de Calderón. La ceremonia se realizó sin palabras. Después de colocar la corona floral, los contingentes de uniformados y la banda se retiraron con precisa coreografía militar. Tres soldados estadunidenses anglosajones pasaron con la bandera mexicana para guardarla en su camión.

Detrás de la tumba, en la parte superior de un muro de un anfiteatro al aire libre que forma parte del monumento, están calcadas algunas de las batallas militares históricas. Entre ellas: Monterey (sic), Buena Vista, Contreras, Churubusco, Molino del Rey, Chapultepec. También está otra: Santiago de Cuba.

Según funcionarios mexicanos que acompañaron al presidente Calderón, este acto tenía varios propósitos. En comentarios a La Jornada, afirmaron que el Presidente deseaba “rendir homenaje a los mexicano-americanos que han luchado en las filas militares de Estados Unidos”. A la vez, que era un acto de reciprocidad, ya que el presidente Bill Clinton, en una vista de Estado a México, había rendido tributo a los Niños Héroes. Por último, se deseaba marcar una vuelta de página en la historia de la relación con Estados Unidos, indicando que si Francia y Alemania han logrado hacer homenajes recíprocos a sus caídos durante dos guerras, no había por qué México y Estados Unidos no pudieran hacer algo parecido. O sea, cerrar heridas históricas.

Un guía oficial del cementerio se disculpa por las interrupciones en las giras turísticas del cementerio hoy. Explica que enterrar y realizar 25 o 35 ceremonias funerarias todos los días no es fácil, pero que la visita del presidente mexicano fue... un poco inusual.