Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 16 de mayo de 2010 Num: 793

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La lucha en Las batallas en el desierto
ORLANDO ORTIZ

Por una lectura de vanguardia
ESTHER ANDRADI entrevista con RODRIGO REY ROSA

El rompecabezas de Nabokov
LAURA GARCÍA

Iván Bunin: el amor como una felicidad fugaz
OXANA KOVALEVSKAYA

Sergio Pitol y la nariz de la prosa rusa
JORGE BUSTAMANTE GARCÍA

El agua y la Terraformación
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Verónica Murguía

Abracadabra

Hay ciertos recuerdos que espero no perder jamás; recuerdos que ojalá mi memoria, cada día más arbitraria, proteja del desgaste del tiempo. Uno de esos recuerdos tiene como escenario el British Museum, en Londres. Una amiga querida me llevó por el espléndido laberinto del museo a mirar una vitrina que ella frecuenta. Esa vitrina guarda la parafernalia mágica del célebre John Dee, el mago, astrónomo y matemático isabelino. Los artefactos conservados en la vitrina son: un espejo azteca de obsidiana, negro y liso, que le da un aspecto de cosa de humo a cuanto allí se refleja; sellos para la adivinación; un sello circular grande, hecho con un material blanco como la cera para colocar encima una bola de cristal; un talismán dorado con imágenes de cosas que Dee vio y la bola de cristal mencionada, para adivinar el futuro.

Esa bola de cristal, del tamaño de una manzana, es la tatarabuela de las miles de bolas de cristal que salen en las novelas, películas y caricaturas. La influencia de su dueño abarca desde el cine de aventuras –Ian Fleming, el creador de James Bond, le asignó el número 007 porque se supone que Dee usaba esa cifra en su correspondencia secretísima con la reina Isabel I– hasta los textos académicos más rigurosos, como los de la estudiosa de los sistemas mnemotécnicos renacentistas Frances Yates.

Recuerdo, pero es un detalle inventado por mí, que mi amiga y yo estábamos tomadas de la mano. Lo que sí hacíamos eran ruidos como de niñas de primaria: ohh, ahhhh, huuuy. Nuestra respiración dejaba manchitas de vapor sobre el vidrio y el guardia nos miraba con recelo. Desde esa mañana luminosa en Londres, el Aleph de Borges tiene, para mí, la facha de la esfera de John Dee, quien fue un personaje con una vida fascinante.

Dee nació el 13 de julio de 1527 en un pueblo cercano al lago Mortlake. Ese nombre parece sacado de los libros de J. K. Rowling, pero si uno le da una pensada, se dará cuenta de que los libros de J. K. Rowling fueron sacados de la realidad histórica de Inglaterra, un país cuya relación con la magia es muy distinta a la que nosotros heredamos de la España católica e inquisitoria que modeló nuestra tradición.


Dibujo de la bola de cristal
hecho por John Dee

Ser inglés no significó que Dee no tuviese problemas debido a sus inclinaciones: a pesar de su fama precoz, adquirida gracias a las populares conferencias que dictaba en París (conferencias que versaban sobre las teorías de Euclides), en 1555 fue arrestado por hacer horóscopos para la hermana mayor de Isabel, la reina María. Esta es la hija católica de Enrique VIII, apodada por los protestantes Bloody Mary por su tendencia a mandar gente a la hoguera. María era una fanática religiosa: desconfiaba de la ciencia y aborrecía la magia, así que fue una suerte que Dee saliera bien librado del juicio. Cuando María muere, Dee se convierte en amigo de la reina Isabel y determina el día más auspicioso para la coronación. Ella parece que llegó a quererlo mucho y lo nombró director del Christ’s College en Manchester. Pero muchos de sus colegas lo evitaban, así que regresó frustrado a Mortlake, donde conoció a Edward Kelly. Kelly, a diferencia de Dee, era un farsante que se aprovechó de la fama de su amigo para sacar dinero a los crédulos. Juntos recorrieron Europa, buscando el favor de algún mecenas y conversando con ángeles. Estas “pláticas” están recogidas en el libro titulado Relación fiel de lo que transcurrió entre los espíritus y John Dee.

Compré un ejemplar: en el libro Dee describe los ruidos, los movimientos y los diálogos que sostuvieron con los espíritus. Kelly aparece por ahí todo el tiempo. Como soy muy mal pensada, creo que tomándole el pelo a su amigo, moviendo los muebles y susurrando necedades. Dee tenía unas ganas tan grandes de creer, que estaba dispuesto a que un hombre mucho menos inteligente que él lo engañara. A veces la inteligencia está dispuesta a cerrar los ojos para encontrar lo que busca y se da sola gato por liebre. Kelly terminó por decirle a Dee que ¡un ángel le ordenó que intercambiaran esposas! Dee no quiso obedecer y allí se acabó la amistad. Regresó a Mortlake y, como Isabel ya había muerto, sin protección. Falleció pobre en 1608.

A pesar de su voluntaria credulidad, la inteligencia de John Dee brilla todavía con el resplandor de la curiosidad intelectual más genuina. Lo que me asombra es la vigencia de sus ideas más estrafalarias y el olvido en el que cayeron las mejores.