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En Sonetos para cuando ya se va uno a morir el poeta nos comparte sus conclusiones

Recopilan en libro 30 piezas poéticas de Alejandro Aura sobre su propia muerte

El también director teatral escribió las composiciones en su blog, antes de fallecer por cáncer

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En la imagen, Margarita Castillo, José María Espinasa, Milagros Revenga, Eduardo Vázquez y Julio Trujillo, en la Casa Refugio Citlaltépetl, el martes pasadoFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Domingo 16 de mayo de 2010, p. 5

Una de las grandes preguntas de la poesía la hizo Hamlet, y el escritor Tomás Segovia la tradujo así: Ser o no ser: de eso se trata.

“De estar y dejar versa precisamente el libro de sonetos del multifacético creador Alejandro Aura (1944-2008), titulado Sonetos para cuando ya se va uno a morir”, explicó en la presentación del volumen, en la Casa Refugio Citlatépetl, el poeta Eduardo Vázquez Martín.

Publicado por Ediciones Sin Nombre, Aura dio a conocer los cerca de 30 sonetos en el blog que escribió en sus últimos años, como una celebración de la vida, mientras libraba una batalla contra el cáncer.

Ya fuera como actor, director teatral, dramaturgo, narrador, conductor de televisión promotor cultural y funcionario, Aura nunca dejó de ser y de ejercer la poesía; la poesía fue en sus años finales la manera que escogió para representarse como conjunto.

En el acto, la voz de Margarita Castillo dio vida a los textos titulados Soneto con humor, Soneto con cielo e infierno, Soneto con nardos, Soneto con aire y Soneto con alegría, entre otros.

Esta pequeña joya literaria, apuntó Vázquez Martín, es una reflexión en verso que nos toma del brazo, mientras el poeta enfrentó la inminencia de la muerte, e interrogó su naturaleza para compartirnos sus conclusiones.

El conjunto de sonetos no se proponen reconsiderar el tema desde el punto de vista filosófico, ni de ideas aristotélicas, platónicas o tomistas; más bien exponen el punto de vista de Aura como ser humano, para quien la muerte ha dejado de significar una reflexión sobre los otros, para convertirse en su propia muerte.

En su momento, el también poeta Julio Trujillo compartió cómo inició Aura la escritura de esos sonetos, mediante un intercambio epistolar literario vía correo electrónico; luego dio lectura al Soneto de trabajo, que en sus primeras líneas se lee:

¿No quieres jugar a hacer sonetos?,/ son fáciles de hacer en encomienda/ pues pones los acentos en tu menda/ y verás que no tienen más secretos.

Aura perdió la vida, pero nunca el humor, ni las ganas de jugar con las palabras; de manera que sus sonetos son también juguetes verbales, comentó Vázquez Martín.

Para concluir, José María Espinasa destacó que el título provocativo del libro, el talento, el perspicaz y el privilegiado oído de Aura se deben, en buena medida, a su oficio histriónico.

Espinasa recordó cómo alguna vez se dijo que en sus lecturas públicas era difícil cuando dejaba de hablar de él, y ya era el poema lo que escuchábamos

El soneto para Aura, “poeta preocupado por la gracia, facilitaba el disimulo del dolor. Le permitía sufrir con elegancia al tiempo que le hacía un guiño a su lector: ‘ojo, no sólo estás leyendo un poema, sino un soneto’”.

En el acto, al ser leído por segunda ocasión el poema Agua, el cual abre y cierra el volumen Sonetos para cuando ya se va uno a morir, comenzó a llover. Conmovedora coincidencia.