Cultura
Ver día anteriorDomingo 16 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 

Me atribuyen una línea recta, pero he tenido errores y debilidades, expresa el académico

Presenta el historiador Juan Brom su autobiografía en la UNAM

Producir bienes y servicios para el florecimiento humano debe estar en manos de la sociedad, plantea

El libro es feliz ejemplo del oficio de narrar, como uno la vivió, la propia vida: Gilly

Foto
Adolfo Gilly y Juan Brom, el jueves pasado, durante la presentación del libro De niño judío-alemán a comunista mexicano: una autobiografía políticaFoto María Meléndrez Parada
 
Periódico La Jornada
Domingo 16 de mayo de 2010, p. 2

No voy a hacer una obra de historia, con datos precisos y comprobados. Aporto mis recuerdos, y no me preocupa si algún dato o alguna fecha son imprecisos. Sí procuro, en cambio, señalar correctamente lo vivido, escribe el historiador Juan Brom en el prólogo de su nuevo libro De niño judío-alemán a comunista mexicano: una autobiografía política, que presentó en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyC) de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El investigador y profesor emérito estuvo acompañado de Adolfo Gilly, Fernando Jiménez, Dolores Duval, Alejandro Labrador y su hija Yara Brom, quienes en sus discursos me atribuyen una línea recta. Trato de haberla seguido en mi vida, pero desde luego no sólo he cometido errores sino he tenido debilidades, soy un ser humano, no me acuso de ninguna traición, porque creo no haber cometido ninguna, expresó Brom el discurso que ofreció el jueves en el auditorio Ricardo Flores Magón.

Faltan utopías

Una de las coincidencias entre los presentadores fue resaltar el trabajo que el autor de Esbozo de historia universal en la búsqueda del florecimiento humano, idea que “recogí de Julio Boltvinik de su columna Economía Moral –él cita de dónde la toma, pero yo no me acuerdo– y es la aspiración de una sociedad en la que el ser humano esté en condiciones de florecer.

Otros lo llamamos, o solíamos llamarlo, desarrollo de su libre capacidad. Desarrollo junto con los demás, no enfrente o encima de los demás y menos pisoteando a los demás.

Estamos, añadió Brom, en un mundo que requiere un cambio. Existen acuerdos y desacuerdos de cómo hacerlo. No tengo la receta, tengo una aspiración expresa, tengo algunas ideas y entre ellas figuran que la producción de los bienes y servicios necesarios para el florecimiento humano sea propiedad de la sociedad, que se organicen en función de la sociedad y no de la ganancia de un dueño equis.

Sin embargo, advirtió, existen muchos problemas no resueltos “y no creo que puedan resolverse de una vez por todas sea como sea, o en su momento haiga sido como haiga sido. Tienen que resolverse de acuerdo con una situación social dada y seguirlos discutiendo y en dado caso cambiar la forma, la norma social de interpretación”.

Minutos antes, Adolfo Gilly, profesor emérito de la UNAM y articulista de La Jornada, destacó que como toda autobiografía, la de Brom “es un feliz ejemplo de este viejo oficio de narrar, como uno la vivió, la propia vida. En él se cruzan cuatro grandes temas como los hilos con los cuales se va tejiendo la trama del relato.

La vida: la vida misma en tanto azares, peripecias, anécdotas, afectos y amores. Las ideas, en tanto territorio imaginario pero real donde transcurren buena parte de las peripecias y de las razones que dan sentido a la vida de este intelectual que es Juan Brom. La política como una forma específica en que ese intelectual escogió para hacer reales en la vida esas ideas, y la enseñanza que, según surge de este libro y de sus historias y según sabemos quienes lo conocemos y acompañamos desde hace más de tres décadas, es en Juan una verdadera pasión, reflejada en sus libros pero aún más materialmente en su relación de años con sus miles de alumnos.

Y todo esto, añadió Gilly, “aparece en la autohistoria de su vida, pero aparece algo más que tampoco está ahí escrito: es una vieja norma ética fácil de declarar y difícil de seguir, haz lo que debes pase lo que pase.

Y hasta donde he podido conocer a Juan siempre se me ha presentado como ese tipo de persona que cuando decide no, eso no se hace, entendido como sentido interior del deber pues no lo hace, como si estuviera ante una barrera infranqueable cuando en realidad esa barrera invisible para los demás lo lleva por dentro. Esto no quiere decir que tenga un juicio infalible ante los hechos de la vida, puede equivocarse y la autobiografía registra muchas veces el que recuerda haberse equivocado y otras en que él no lo registra pero el lector podría pensar que sí.

Narra su salida de Europa, reflexiona sobre la persecución antisemita en Alemania, su ingreso al Partido Comunista Mexicano del cual no tarda en convertirse en comunista disidente, y es aquí donde echó raíces y amores, su paso por el PRD, y pasajes como los dos grandes fraudes: el de 1988 y 2006, sus anécdotas acerca de la vida y el trabajo en la FCPyS en la docencia y la administración, “campos donde hemos visto la capacidad de Juan Brom desplegarse.

Salud entonces doctor y compañero Juan Brom y que su autobiografía navegue con vientos favorables en estos tiempos mexicanos tan llenos de tormentas, finalizó Gilly.

Las anécdotas y la forma en la que narra Brom su vida lo pintan muy honesto, dijo Fernando Jiménez, y subrayó que la visión de Juan no es pesimista: es un gran soñador y utopías son lo que nos hace falta.

Yara, hija de Juan Brom, relató algunas vivencias con su padre, mientras Dolores Duval destacó que en su autobiografía el autor no sólo se limita a descubrirse como un personaje fuera de su contexto, sino que a la par de contar su vida nos lleva de la mano a reflexionar sobre acontecimientos históricos y muestra, sobre todo, la construcción de una ideología política: la búsqueda de una sociedad igualitaria.