Opinión
Ver día anteriorJueves 13 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Foro de la Cineteca

Viajo porque preciso, vuelvo porque te quiero

L

os realizadores brasileños Marcelo Gomes (Cine, aspirinas y urubús, 2005) y Karim Aïnouz (Madame Satâ, 2002) elaboran en Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo (2009), falso documental, ficción engañosa, uno de los itinerarios fílmicos más fascinantes en la larga tradición de crónicas del sertón en el noreste brasileño.

El sertón y sus llanuras desoladas, sus habitantes pobres y sus mitologías inabarcables, han sido memorablemente frecuentados por el cine y la literatura: Vidas secas (Nelson Pereira dos Santos), Gran Sertón: Veredas, novela cumbre de Joao Guimarâes Rosa; La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa, o Memorias del sertón, del cineasta brasileño José Araujo.

Lo que hoy propone la cinta de Gomes/Aïnouz es el monólogo interior de José Renato (voz de Irandhir Santos), un geólogo que hace un viaje de dos meses por la región de Ceará para estudiar los efectos de un proyecto de construcción de canales que transformará los lugares visitados en pueblos fantasmas y a sus moradores en seres aún más olvidados.

A medida que José refiere en extraña letanía los hallazgos de su investigación científica, también evoca el recuerdo de una mujer amada, su gallega (denominación entre cariñosa y despectiva de una mujer portuguesa), en una cinta que es recolección de imágenes y sonidos, yuxtaposición de formatos diversos –súper 8, 16, 35 milímetros– capturados luego en digital, para ofrecer y contrastar panorámicas y remedos de cine casero, extensiones vastas y atmósferas intimistas, ambientes de soledad y abandono, que en nada desvirtúan el elogio, a cargo de los habitantes, de una vida de ocio asumida con desenfado y un dejo de picardía.

Los cineastas juegan con el repertorio caprichoso de imágenes de ese noreste brasileño del que son los dos originarios, recogen sus melodías sentimentales y rematan caprichosamente con una imagen exótica de clavadistas en la quebrada acapulqueña. Una metáfora de la zambullida final en esa vida soñada desde las tierras yermas del sertón.

En Brasil el filme tuvo una acogida formidable, al punto de ser calificado como una clase magistral de narrativa y composición de imágenes.