Opinión
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Toros
¿La Fiesta en Paz?

Nunca lo han sabido

E

n un medio como el taurino, que ha renunciado al pensamiento y a la revisión de actitudes, alienta encontrar aficionados reflexivos y sensibles –cabeza y corazón– capaces de denunciar –cojones– las mentiras que asfixian una fiesta de toros que sólo puede sustentarse en la verdad del toro y del torero, no en el voluntarismo de promotores tan adinerados como ineficaces.

Ante la inminente confirmación de alternativa de Arturo Macías El Cejas, este martes en la madrileña plaza de Las Ventas, con la autorización de su autor, José Antonio Luna Alarcón, transcribimos algunos párrafos del artículo intitulado Nunca lo han sabido, de su columna De purísima y oro, que aparece en el periódico Intolerancia, de la ciudad de Puebla.

“Lo jodieron entre todos. De a cornada por actuación… El caso y la cosa es que Arturo Macías se la pasa más en el hule que en el ruedo. Aunque suene a sabiondo, era de esperarse. El tipo es valiente y mucho, por eso, tira pa’ lante, pero no es lo mismo pasarse al toro-toro con dos despabiladores arrancándose de largo, que los suavotes embutidos taurinos papando moscas y más cómodos que una hamaca, es decir, los toros que aquí enfrenta. Por ello digo que entre todos le tendieron la cama. Estas son las consecuencias de tanto atajo y compostura.

“El toreo mexicano actual es de aficionados. El español, de profesionales. Aquí, la fiesta nos la destrozaron apoderados mediocres incapaces de sacar un buen torero, empresarios cleptómanos, figuritas de mazapán, autoridades corrompidas, plumas inmundas y aficionados cada día más conformistas e incompetentes. Pusieron su granito de arena algunos ganaderos diseñando sus morlacos chiquitos... No hay inocentes. Bajo el dominio de tan nefastas costumbres bajamos escalón por escalón, y fuimos de miseria en miseria.

“Un mexicano anunciado en España viaja a acometer una gesta; un español en su tierra la realiza cada vez que se viste de luces. Y no me digan que allá también hay trampas, porque entonces sería fantástico que nos engañaran con las triquiñuelas con las que burlan a los aficionados peninsulares. La fiesta mexicana es un esperpento cada día más alejado de la verdadera tradición. Fabricamos un espectáculo a la medida, según nuestras vulgares necesidades, pobres ambiciones y grises pasteleos. Y todavía pretendemos que toreros formados de este modo, interesen allá… Cejas perdónalos, no saben lo que hacen. Nunca lo han sabido”, concluye Luna Alarcón.