Opinión
Ver día anteriorLunes 10 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La mano
A

hora sí fue la mano invisible. El jueves pasado, según parece, un error de algún negociante de acciones, quién sabe dónde, pudo haber provocado un verdadero pánico en Wall Street, cuando el índice Dow Jones llegó a caer casi 10 por ciento en muy poco tiempo.

Las transacciones financieras se hacen cada vez más por medios electrónicos que, a su vez, están interrelacionados y pueden provocar una especie de reacción en cadena en las cotizaciones de los valores en las bolsas.

El caso es que el asunto pudo haber representado una pérdida de valor del mercado accionario de un billón de dólares. De todos modos, al final el índice bajó ese día poco más de 3 por ciento y el viernes otra vez más de 2 por ciento.

Los intercambios basados en sofisticados programas de cómputo hacen que, en efecto, se fragmente el mercado y cambien las formas en cómo se hacen las transacciones y cómo operan los intermediarios.

Para advertir lo que ocurrió puede verse que el precio de la acción de la compañía Accenture cayó de 40 dólares a un centavo en sólo unos minutos. La anomalía se trató de modo que se extendió a otros mercados. Así, el mecanismo de determinación de los precios se distorsiona, precisamente ahí donde la teoría supone que es más transparente, en las bolsas de valores.

Hasta ahora nadie sabe decir qué pasó, pero es claro que esto contribuye al estado de incertidumbre y fragilidad que caracteriza la situación económica y financiera en el mundo.

El tropezón en Wall Street ocurrió al mismo tiempo en que la deuda griega causaba nuevos tumbos en los mercados financieros, especialmente en Europa. Ahí están involucrados los gobiernos de varios países y gran cantidad de bancos comerciales.

Los acuerdos de refinanciamiento no amainaron la desconfianza sobre la capacidad de pago del gobierno griego, y el descontento de la población ante los ajustes que se van a imponer derivó en tres muertos.

La débil situación fiscal que arrastra a otros países de esa región puede significar una intervención del orden de 650 mil millones de euros (como 840 mil millones de dólares). Estas cifras deberán sumarse a todo lo que ya se ha comprometido para amainar la fuerte crisis desatada en septiembre de 2008.

El capitalismo global de los próximos años estará marcado por un enorme endeudamiento público y sus consecuencias. A corto plazo la crisis griega, o más bien, europea, causa ya el mismo fenómeno de falta de liquidez en los bancos comerciales que se vio en Estados Unidos, cuando quebró Lehman Brothers.

La forma en que funciona el sistema de deuda provoca ahora una especie de profecía autocumplida. Cuando las calificadoras de riesgo castigan la calidad de la deuda de un país: Grecia, Irlanda, Portugal, España, sube la percepción del riesgo y el costo de financiarla. Pero así anticipan los acontecimientos, pues cambian las condiciones y reducen severamente los márgenes de ajuste para ordenar las cuentas y modificar de modo menos perverso el horizonte financiero.

Las intervenciones públicas no se han acabado, como muestra hoy el caso europeo. La actual recuperación es todavía parcial en términos globales, es desigual y hay cabida para una nueva recesión.

No hay aún correspondencia entre dichas intervenciones y las formas de regulación de los mercados, entre las que deberán incluirse también las transacciones electrónicas. La interacción de un nuevo conjunto de reglas con la operación de las transacciones financieras no es un asunto trivial, sobre todo si no se definen transformaciones de las relaciones de producción de las tres décadas recientes. Pero de esto no se habla mucho.

De este lado del mundo parece pensarse que México se cuece aparte, y desde el gobierno y los bancos extranjeros que operan aquí se expone una visión de fortaleza que en sí misma no prueba nada (véanse las presentaciones recientes de Banco de México, la CNBV o de Banamex). En todo caso, y si esa fortaleza existe tal y como se concibe en esas instancias, habría que aprovecharla para adaptarse mejor a las nuevas condiciones reinantes y cambiantes.

El entorno económico internacional va a tender a tensarse –y mucho– antes de cualquier estabilización sostenible, y antes de que surja alguna forma de un nuevo crecimiento. Éste tendrá, inevitablemente, sus propias contradicciones. Y la isla México no estará aislada o vacunada.

Esta habría de ser la arena del debate económico en el país y de las propuestas gubernamentales que alcancen no sólo a llegar al fin de este gobierno lo menos mal posible. Aunque este es el escenario que se perfila. Vaya, se trata de meter la mano pero con otras intenciones y otros medios. No hay de otra, siempre se mete la mano en los asuntos sociales. También se mete la pata.