Opinión
Ver día anteriorLunes 10 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Gracias por la ayuda

Crisis: segunda tanda

El espejo mexicano

L

a crisis griega mantiene en el filo de la butaca a buena parte de la comunidad de naciones, que muy temprano celebró lo inexistente (léase lo peor ya pasó). El problema es que después de unas cuantas semanas de asueto, pletóricas de discursos y frases huecas (la crisis quedó atrás; el mundo sale fortalecido de esta prueba), los nerviosos gobiernos se alistan para regresar a la batalla, porque desperdiciaron la oportunidad de modificar el estado de cosas, de hacer cambios profundos para atacar de raíz las causas del terremoto económico-financiero, de tal suerte que las condiciones para otra gran sacudida están dadas. Es cosa de tiempo, y parece que no mucho.

Grecia se convirtió en una amenaza financiera, con un cáncer de rápida propagación, de tal suerte que los gobiernos más importantes del bloque europeo, junto con el Fondo Monetario Internacional (FMI), solidarios como siempre, salieron con el bisturí en la mano para arreglar el problema: trepanemos y amputemos a discreción, que, total, pagan los griegos. Obvio es que a los médicos de la dupla UE-FMI les importa un bledo el draconiano costo social producto de la humanitaria ayuda (145 mil millones de dólares), porque su interés no es curar el cáncer financiero, sino su propagación al resto del continente, y de allí al planeta en su conjunto.

Se trata de encapsular la enfermedad, y si el paciente muere en el intento, pues que se muera, pero que antes pague la deuda y con muchos intereses. Eso es, simplemente. A Grecia y a los griegos les sacarán hasta las tripas; deberán saldar hasta el último centavo del débito (536 mil millones de dólares, equivalentes a 153 por ciento de su producto interno bruto, antes de la ayuda de la Unión Europea y el FMI) y para ello la moneda de cambio es más pobreza, mayor desempleo, nulo crecimiento. No sólo les imponen un brutal programa de ajuste, sino les condicionan el destino de los dineros, de la ayuda, que no es otro que el pago de la deuda.

Grecia y los griegos deberían mirarse en el espejo mexicano. México ha pasado por allí muchas veces, y el FMI siempre ha estado presente, con idéntica ayuda. El costo social ha sido impresionante, y tras todo tipo de ajustes, restructuraciones, reformas y conexos, la economía mexicana se mantiene en la lona. Luego de 30 años de ajustes fondomonetaristas, la mitad de la población se mantiene en la pobreza –sin considerar a los que emigraron al norte–, la generación de empleo es raquítica, el poder adquisitivo se ha pulverizado, la concentración del ingreso y la riqueza supera a la porfiriana, y la economía crece a una tasa anual promedio de 2 por ciento (sin incluir la debacle calderonista).

México, pues, ha pasado por todo el recetario fondomonetarista, y el país se mantiene en la lona, pero no ha dejado de pagar la deuda.

Para allá va Grecia, actualmente con 20 por ciento de su población en la pobreza (antes de la ayuda UE-FMI). En 2009 su economía cayó 2 por ciento, con lo que se ubicó en el escalón 143 de 213 posibles en el ranking mundial. La tasa de desempleo afecta a 9 por ciento de su población económicamente activa, y los trabajadores se ocupan mayoritariamente en el sector servicios (alrededor de dos terceras partes) y el resto en los sectores industrial y agrícola, tendencia similar a la de México, con una tasa oficial de desempleo abierto cercana a 5 por ciento y donde el grueso de los trabajadores se ocupa en los servicios, aunque el año pasado su economía se desplomó 6.5 por ciento (escalón 196 de 213).

Para rescatar a Grecia y proteger a los más pobres, la ayuda de la UE-FMI obliga al gobierno de aquel país a, entre otras cosas, practicar un enorme recorte presupuestal; incrementar brutalmente los impuestos; congelar salarios y pensiones durante tres años; reformas profundas para fortalecer la competitividad, modernizar el mercado laboral y reactivar la economía; recortar prestaciones sociales; reformar integralmente el sistema de pensiones; privatizar empresas públicas; mejorar el clima de negocios y permitir la escrupulosa supervisión trimestral del FMI. ¿Le suena parecido?

Entonces, para rescatar a Grecia, la ayuda UE-FMI condiciona al gobierno de aquel país a sólo utilizar los recursos públicos para el pago de la deuda; que los impuestos de los griegos sólo se destinen a ese mismo propósito; que los ahorros en salarios y pensiones terminen en las arcas de los acreedores; y, en fin, la magia los asista, porque el programa fondomonetarista es totalmente recesivo, de tal suerte que la demanda interna, la inversión, la producción y el empleo no crecerán, o lo que es lo mismo, lejos de salir del hoyo la economía griega se hundirá aún más, pero eso sí, con la consigna de pagar hasta el último centavo, si es que alguien queda vivo. Pero, con profunda caída económica, mayor desempleo, menor captación fiscal, inversión a la baja, poder adquisitivo decreciente y gasto público minimizado, ¿de dónde saldrá para el pago del débito?

Y en lista de espera están España, Portugal e Irlanda, cuando menos. Entonces, es cuestión de tiempo para que la bomba les estalle en la cara.

Ante este horripilante panorama, ¿cómo agarrará al gobierno calderonista la segunda parte de la crisis? Fácil: por un lado, con un bisoño en la Secretaría de Hacienda, Ernesto Cordero, que no tiene la mínima idea de dónde está plantado, y cuya única virtud es ser gran cuate del inquilino de Los Pinos; por otro, con un gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, que alegremente diagnosticó el advenimiento de un simple catarrito, que no dio una en la sacudida original y que registró los peores resultados en ocho décadas; y por si algo fallará, con discursos, muchos discursos, con cero grado de credibilidad, y una que otra ayudadita de Dios.

Entonces, agarraos, mexicanos pagadores, que el show todavía no concluye.

Las rebanadas del pastel

El caso mexicano debe ser ejemplo para la comunidad de naciones: tres décadas al hilo de espeluznantes resultados económicos y sociales para los mexicanos debe-rían ser más que convincentes para que se reconozca que los rígidos programas de ajuste impuestos por el Fondo Monetario Internacional son absolutamente inviables y que el creciente costo ya no puede ser cubierto. El problema es que a los gobernantes poco les importa la mayoría; sólo sirven a las elites… Feliz día de las cabecitas blancas.