Opinión
Ver día anteriorJueves 8 de abril de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Horas de gracia
T

iene razón Juan Tovar cuando identifica a Agustín de Iturbide y a Antonio López de Santa Anna como fallidos émulos de Napoleón, aunque cuesta trabajo imaginar al primero como un héroe trágico según propone en entrevista con Alegría Martínez el autor y según se desprende, sobre todo visualmente, en Horas de gracia, la obra que eligió la Compañía Nacional de Teatro para su Ciclo de teatro mexicano en el bicentenario de la Independencia. Curiosa elección en esta celebración y en este México acechado por la reacción y la entrega al extranjero. Tovar no edulcora a su protagonista en la víspera de su fusilamiento en que un encuentro onírico con López de Santa Anna le sirve para hacer un recuento de su vida, pero no recurre a contrapuntos que desnuden su verdadero ser como sería el fray Servando Teresa de Mier que Flavio González Mello propone con agudeza en 1822, el año en que fuimos Imperio en contraste con el hombre cuyos dones diplomáticos consumaron la Independencia, tras 11 años de luchas, para colocarse una corona imperial en la cabeza. La onirofarsa de Juan Tovar está documentada, pero el tema es extremadamente delicado en tiempos de embates reaccionarios y la propuesta del director José Caballero linda con una reivindicación de quien combatiera a los insurgentes, criollo arrogante que desdeñara a los indios y soñara con una corte tipo europeo.

Los franceses aman a Napoleón, a pesar del 18 Brumario, pero se trata de un pueblo colonialista y Bonaparte fue autor de un código legal que lo trascendió, entre otras cosas. Su borrosa imitación, Iturbide, en verdad era un hombre de temple, apuesto, buen jinete y de indudable valor personal, pero no creo que sea la figura heroica que necesitamos en este momento y si Tovar no lo magnifica, el excelente director que es Caballero no puede evadir que imágenes como aquella en que el protagonista se distingue entre la chacota visual a que se somete a los conspiradores, sobre todo a Hidalgo, en el salón de doña Josefa. O la escena de la asamblea de Congreso, en donde la figura del regente es muy nítida mientras que los congresistas se ven grotescos, salidos del piso, con grandes manos de trapo. Por supuesto que esto se debe a que es recuerdo onírico de Iturbide, pero la imagen es muy poderosa y nos está ofreciendo una equívoca lectura, lo mismo que las canciones de la patria joven que enaltecen al condenado al fusilamiento.

Alejandro Luna crea un excelente espacio al parecer muy sencillo, con un telón abstracto de fondo en alguna escena, escenario inclinado que permite que aparezcan los personajes desde el fondo, un armario que será confesionario y otros elementos, como las trampillas, respaldando lo grotesco y onírico del espectáculo, con las escenas divididas por telones que no interrumpen el ritmo de la representación. José Caballero desdobló a López de Santa Anna en el hombre mayor (Arturo Beristáin) que parece emerger del futuro para dirigir virtualmente la representación y el hombre joven (Everardo Arzate) que se acerca al prisionero para pedirle consejo. El muy amplio reparto encabezado por Juan Carlos Remolina como Agustín de Iturbide forma estupendas estampas como la del fusilamiento, o tiernas y graciosas –con las nodrizas y los muñecos sin cara– en el ámbito familiar, escena de la que se saca al caballito de juguete para la siguiente en donde emerge el caballo tamaño natural del principio, en un irónico equilibrio de ambos equinos que parece ser la única crítica visual de la escenificación.

Cada una de las escenas es muy cuidada, compuesta con esmero, y a mi ver sobresalen la de la pelea de gallos o la del arribo a Veracruz con los actores cantando con muy buena voz, bajo la dirección de Alberto Rosas. El vestuario de Jerildy Bosch –que se complementa con las caracterizaciones debidas a Amanda Scmelz–, la música original de Daniel Goldaracena y la coreografía de Ruby Tagle completan el montaje. La temporada será muy corta, como todas las de la CNT a pesar de lo costosas que resultan y esto, amén del cierto desperdicio en que se tiene a grandes actrices y actores, es algo que desconcierta visto, como yo lo veo, desde afuera y sin ánimo de atacar a la Compañía.