Opinión
Ver día anteriorViernes 26 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

Óscar Ruvalcaba y Cía.

Q

uince fechas obtuvo el coreógrafo, bailarín y maestro Óscar Ruvalcaba de la Coordinación de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes para presentar con su breve compañía la obra Personas desaparecidas, hace algunos días, en el saloncito de usos múltiples del Centro Cultural del Bosque, muy cerca de la elegante sede de la Compañía Nacional de Danza.

Para quienes vivimos el inicio de aquel sueño cultural, es inevitable recordar que reunía teatros, escuelas y hasta internado para estudiantes foráneos, donde la escultura aérea de Santos Balmori de una pareja bailando precedía la entrada al teatro de la Danza, llamado entonces Miguel Covarrubias en honor de quien con tanto acierto llevó el Departamento de danza del INBA, además de la Academia de la Danza Mexicana, moderna y contemporánea, remarcada por el gran fotomural del célebre fotógrafo mexicano Nacho López, alusivo a la nueva generación de bailarines, como Marcos Paredes y yo, representantes de una nueva época.

Hoy, nuevas generaciones, nuevos burócratas y nuevos artistas, como ejército enorme, marchan con sus flamantes parámetros y consignas, mitos y leyendas hechas y hechizas para redescubrir lo mismo, lo nuevo, lo inventado, lo siempre renovable, como si fuera todo estrenado con otra energía, gente nueva y no tan nueva, va fraguando otra etapa de la danza en la cultura mexicana en aquel espacio de olvidada historia.

Ahí, en el espacio-foro, frente a las sillas ocupadas por el público asistente, a pocos centímetros de distancia, los jóvenes bailarines de Óscar Ruvalcaba, con total entrega y profesionalismo, desarrollaron poco a poco la pieza del maestro coreógrafo. Así, nos fueron diciendo con sus cuerpos convulsos, mecánicos e inexpresivos, que las personas desaparecidas de alguna u otra manera somos todos, pues hemos perdido la identidad.

La gran bocaza de la televisión, con su ruido ensordecedor y más espejitos, brillos y oropeles que los que trajeron los españoles para engañar a los asombrados indios durante la Conquista, nos engulle y arrebata, haciendo que perdamos el alma cada segundo, miles de jodidos, como los llamó el gran Azcárraga, ya extinto fundador del imperio más temible y desatado de todos los tiempos, sustentado por los agoreros del mercado, que a grito pelado, y ruido, mucho ruido, venden sus mercancías cargadas de fantasía, mentiras, falsedades y tomaduras de pelo para quien guste, letanías ahora bañadas de humanismo de dos segundos, para que no digan que no consideran a los pobres en sus fabulosas ventas de gato por liebre.

Los bailarines, muy jóvenes y bien entrenados, transforman sus cuerpos y movimientos en seres atormentados y robotizados, de mirada fija congelada, e inexpresiva en sus destrezas corporales, mientras back stage, en la pared del fondo, a modo de pantalla, se intenta reflejar, en interminable collage de videos del mundo contemporáneo, deshumanizado y mecanizado.

El grand battement, largado al aire con precisión y violencia, desarticulado como látigo impredecible, parece ser el movimiento tema de la gramática corporal de Ruvalcaba en esta obra, y así podemos ver gente sin identidad, lo cual es difícil tarea de interpretación para cualquier bailarín o actor.

Óscar Ruvalcaba se pregunta: ¿qué significa hoy ser persona? ¿Qué nos deja el posmodernismo en una entidad difusa, difícil de ubicar?

Las imágenes de los medios masivos nos confunden. Hemos perdido la identidad. Las Personas desaparecidas somos todos los que absorbemos tantas imágenes, modos y estilos, pero, sobre todo, tan ajenas a nosotros, parece decirnos Ruvalcaba en su obra.

Extenuado, refleja la portentosa lucha del artista de la danza. Óscar Ruvalcaba y Cía. son todo un equipo, parte de esa especie en extinción que se juega la vida por sus ideas y su trabajo cabalgando en el huidizo lomo de la política cultural del país, insegura y caprichosa como el viento que recorre la historia del país en una nueva era.

Carmen Ruiz, Mónica Flores, Marco Antonio Barroso, Saúl Freyre, Marcos Sánchez, Alejandro Bohórquez y Lucía Villa, además del interesante pero mal logrado equipo de luz y video, han materializado el ser o no ser de Óscar Ruvalcaba, en el vértice del tiempo que nos alcanza y rebasa, nos borra o nos petrifica en el frágil aliento de la danza.