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Es peor el abuso infantil si hay vínculo familiar
 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de marzo de 2010, p. 14

Mientras más cercana es la relación con el abusador, mayor es el daño en el niño que sufre vejaciones sexuales. Tal es el caso si existe lazo familiar, pues entonces el perjuicio y el desplome de la confianza y la credibilidad del menor aumentan, pues quien los lastima es quien más debiera protegerlos.

Si el asalto sexual lo protagoniza el padre o la madre y se da en el entorno del hogar el hecho es más grave aún, y un efecto similar ocurre si el agresor es un guía espiritual, pues de estos adultos es de quienes menos se podría esperar una actitud así.

Lo anterior fue planteado por separado, por Maira Rojas Rosas, directora de la ONG Infancia Común, que promueve los derechos de los niños en prevención de los abusos sexuales y de su explotación sexual comercial infantil, y la abogada Nayeli Ortiz Quintero, quien ha conocido casos de vejaciones perpetradas por sacerdotes en el Distrito Federal.

Rojas agregó que quienes son víctimas de abuso en la infancia presentan daños sicológicos permanentes y su vida sexual queda marcada para siempre. Aunque reciban tratamiento sicológico, incluso oportuno, la huella de lo sucedido permanece, agregó.

De adultos tienen muchos conflictos y dudas sobre su identidad sexual, múltiples problemas de relación con una pareja, porque son inestables emocionalmente y muy vulnerables.

Ámbito jurídico

Ortiz Quintero apuntó que estas agresiones dañan el normal desarrollo sicosexual de los infantes, quienes comienzan a experimentar miedo, terrores nocturnos, depresión, enuresis, ecopresis (falta de control de orina y heces fecales), agresividad extrema y algunos llegan al suicidio.

Apuntó que el grado de afectación depende de varios factores, pero los dos aspectos fundamentales son el tiempo que se tarda en pedir auxilio y la intensidad de la agresión.

Tras expresar que ante el acto de violencia reiterado el menor despliega mecanismos de evasión y defensa –como la disociación de lo que sucede en su mente y en su cuerpo cada vez que es agredido–, criticó el hecho de que en los juicios de esta índole, debido a la falta de capacitación del personal que interviene en ellos, los menores sean revictimizados.

En los juicios hay una tendencia a no creer lo que narra el infante, dijo, no se usa un lenguaje sencillo para interrogarlos; los jueces revierten la carga de la prueba a la víctima y hay una descalificación de sus declaraciones, pues éstas se espera, sean lógicas, congruentes y cronológicas, lo cual es casi imposible para la víctima.