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Unificación latinoamericana, vieja utopía hoy factible

México recobra presencia en la zona y el Caribe

Después de la cumbre de mandatarios realizada la semana pasada en la Riviera Maya, el ex embajador considera que existe la oportunidad histórica para una redefinición de objetivos estratégicos de la región a largo plazo, entendida como nuestra nueva inserción en la globalidad

 
Periódico La Jornada
Domingo 7 de marzo de 2010, p. 5

Un espacio propio para las 33 naciones de Latinoamérica y el Caribe cuyos documentos embrionarios fueron acordados la semana pasada en la cumbre de mandatarios en la Riviera Maya, es una utopía –como en su momento lo fue Naciones Unidas, por citar un ejemplo–, pero hoy sí puede ser posible, asegura en entrevista el diputado Porfirio Muñoz Ledo.

Gracias a esta organización en germen, México vuelve a tener un perfil en las estrategias de integración latinoamericana, de donde había sido excluido desde que se insertó en el ciclo neoliberal norteamericano, la década pasada, afirma.

Ese momento Muñoz Ledo lo describe como cuando la brújula del país se paró y se quedó apuntando hacia el norte.

El ex embajador –quien participó en distintas fases de la diplomacia multilateral mexicana desde los años setenta– ubica el origen ideológico de esta nueva experiencia de unificación en el nuevo constitucionalismo de la región. Para decirlo en términos de Evo Morales (presidente de Bolivia), es una experiencia multinacional y multicultural. Si no lo entendemos así, nos estamos equivocando.

Contra la opinión del propio Felipe Calderón, que insiste en que el nuevo órgano debe ser un mecanismo, Muñoz Ledo opina: las corrientes latinoamericanistas tenemos que dejar claras tres cosas: debe ser un organismo que entrañe un nivel superior al mecanismo, debe ser un proceso supranacional y debe haber una reconversión institucional de muchas de las organizaciones regionales y subregionales que ya existen y abarcan casi todas las áreas: desarme, comercio, aduanas, energía, seguridad, finanzas, infraestructura, ciencia, tecnología, cultura, consulta política.

Es, insiste el politólogo y legislador del Partido del Trabajo, la oportunidad histórica para una redefinición de objetivos estratégicos de la región a largo plazo, entendida como nuestra nueva inserción en la globalidad.

Lamenta, sin embargo, que en el proceso de negociación en la Riviera Maya los neoliberales incrustados en Los Pinos estuvieron más del lado de los que metieron el freno y no el acelerador, junto con Colombia y Perú.

No obstante, este momento le representa a México volver a tener un perfil en el horizonte.

Lo importante, ahora, es que el bloque latinoamericano, que había excluido a México en sus procesos de integración, nos tiene nuevamente en su mira estratégica. En esto mucho tiene que ver la asociación económica entre México y Brasil.

–¿Es iniciativa de Brasil voltear hacia México?

–Exactamente. No es al revés.

Latinoamericanada

–Hay voces que calificaron este esfuerzo como una latinoamericanada, un error del gobierno que, según opinan estos sectores, debería mejor estar viendo hacia el norte, que es donde están sus intereses. ¿Tienen peso esas críticas?

–No tienen más peso que el que le den los gobiernos. En la sociedad no tienen ninguno.

–Este concepto de Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, como se le llama provisionalmente, no surge por generación espontánea.

–Así es. Es un proceso muy antiguo y siempre fallido. La organización regional pudo haberse creado en 1948. No hubo condiciones, era el despertar feroz de la guerra fría. Lo que se hace es la organización continental, que es la OEA, como coto de los intereses de Estados Unidos. Ya a principios de los setenta la práctica multilateral nos llevó a reunirnos en el Grula (Grupo Latinoamericano) y, posteriomente, cuando avanzó el proceso de descolonización en el Caribe, empezamos a ser Grulac.

La OEA tiene virtudes que no discuto. Pero también es cierto que Washington arbitró por décadas los conflictos de la región.

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El legislador criticó a los neoliberales incrustados en Los Pinos. Imagen de archivoFoto José Carlo González

–¿Qué procesos de unificación antecedieron?

–Primero, el Parlatino (1964), que debió haber avanzado más, pero se quedó en una idea romántica. Luego está el Sistema Económico Latinoamericano (1974), donde sus dirigentes propusieron a finales de los ochenta un segundo piso político. Fue el primer organismo que nos contuvo por primera vez a los 33. En ese momento ya había 105 organizaciones latinoamericanas, regionales, subregionales y especializadas de todo tipo.

Cartagena y Contadora, padre y madre

–Usted ha escrito que el Grupo de Río ha sido un desperdicio. ¿Por qué?

–Porque fue demasiado tímido. Fue la desembocadura del proceso de Contadora, el germen de un organismo de seguridad regional. Y el proceso del Grupo Cartagena, el germen del grupo financiero, que iba a hacer frente al gran problema de entonces: la deuda externa. Esta iniciativa revienta porque Miguel de la Madrid se echa para atrás y deja colgando a Brasil y Argentina con la moratoria. Son, podríamos decir, el padre y la madre de la nueva organización.

Estos órganos estuvieron muy bien orientados en su origen, hasta que llegaron a un límite operativo. Recuerdo que en una comida en casa de Carlos Andrés Pérez (ex presidente de Venezuela) propuse que el Grupo de Río pasara al siguiente paso, de foro a mecanismo. Me tacharon de maximalista.

–Ése fue, justamente, uno de los debates de la cumbre. ¿Qué nivel de organización debe tener la nueva comunidad?

–Foro no. De foritis estamos hasta el tope, lo mismo de cumbres. Mecanismo es un paso adelante, pero no es suficiente.

–¿Por qué no dio ese paso el Grupo de Río en los noventa?

–Por la entrada de México al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Se perdió de vista el factor regional, al grado de que México salió del Grupo Latinoamericano, una decisión equivocada y torpe que argumentó que como ya estábamos en la OCDE, no podíamos pertenecer al Grupo de los 77, que ahora son ya como 160, con los tres grupos: África, Asia y Latinoamérica y el Caribe.

Del lado de América Latina, en los noventa apenas estaban despegando las nuevas democracias, no había elementos de cohesión suficientes. Ya en el nuevo siglo las condiciones empezaron a crearse por razones ideológicas. La Alternativa Bolivariana es ideológica. Aunque se diga que no, el Plan Puebla Panamá (hoy Plan Mesoamérica) tiene su ribete ideológico, muy del norte hacia el sur. Lo que están haciendo Colombia, Perú, México, de frenar el proyecto de una nueva organización, es ideológico. Se sienten rebasados por las tendencias de izquierda.

–¿Por qué estuvo México del lado de los que frenaron?

–Hay ideólogos neoliberales incrustados en Los Pinos. En la Secretaría de Relaciones Exteriores hay una buena tradición que está viva, pero se ve detenida por un nuevo cordobismo –¿te acuerdas de José María Córdoba Montoya?– con una visión que viene del salinismo. Hay un grupo de intelectuales, que encabezan los hermanos Andrés Rosental y Jorge Castañeda, que están proponiendo abiertamente la anexión de México con Estados Unidos, aunque los americanos no la quieren.

–¿Qué implica la decisión de crear una nueva organización regional?

–Significa la reconversión del Parlatino, que debe tener un presupuesto para ser un verdadero parlamento. Tiene que haber organismos de seguridad colectiva, un área científica, técnica y cultural. Tiene que haber proyectos estratégicos, energía, comunicaciones. Y se deben subsumir los organismos regionales que ya existen.

–¿Disolver el Grupo de Río?

–Exactamente.