Examen de ingreso a la UNAM

Los días 20 y 21 de febrero pasado se llevó a cabo en la Ciudad de México el examen único para el ingreso a la UNAM; lo presentaron más de cien mil jóvenes que buscan estudiar una licenciatura en el sistema escolarizado, aunque sólo habrá lugar para alrededor de 7,200. Hace 4 o 5 años, por cada 100, entraban más o menos 10 aspirantes. Este año la cifra se ha reducido a 7 de cada 100.

No es que 93 de cada 100 “reprueben”, lo que ocurre es que la máxima casa de estudios del país no alcanza a cubrir ni siquiera un porcentaje representativo de esta demanda. ¿Inequidad?, ¿injusticia? o ¿mala suerte?

Llama la atención la cantidad de folletos y boletines que las cada vez más numerosas universidades patito reparten a los y las jóvenes a la salida de las sedes en donde se realiza el examen de ingreso a la UNAM; si muestran el comprobante de haberlo presentado, les ofrecen, por ejemplo, no pagar la inscripción, rebajas espectaculares en las colegiaturas, cromos y vales de descuento en tiendas de ropa y accesorios (no en librerías). ¡Frente al tamaño de la demanda, aprovechan la ocasión! Constatan la equiparación de la educación superior con una mercancía que, como cualquier otra, se puede “rebajar” y “descontar”.

Hoy, casi 75% de los jóvenes se quedan sin estudios superiores. Muchos se dedican al trabajo precario y mal pagado; otros, tal vez muchos más, no tendrán siquiera esa oportunidad o preferirán no hacer nada. Y el futuro ya está aquí. Las cifras crecen con cada generación de nuevos rechazados. De acuerdo con la CONAPO, para 2012 habrá en México alrededor de 36 millones de jóvenes de entre 12 y 29 años de edad, ¿cuántos podrán acceder a secundaria, a preparatoria, a la universidad? Estos datos, esta información, ¿tendrán algo que ver con el aumento de la violencia y las adicciones entre los jóvenes? O, peor aún, ¿con su desesperanza?

Mientras tantos otros gobiernos de países más y menos desarrollados actúan con la comprensión de que la mejor política socioeconómica es la promoción del estudio en condiciones de equidad y calidad, en México, por el contrario, cada año se construyen más barreras de exclusión. Tan sólo en educación superior y posgrado el recorte al presupuesto anual de este año alcanza una media de 6.21%. Si seguimos así, ¿cuánto más aumentará el porcentaje de jóvenes que se queden sin acceso a la universidad?

mrf

Evaluación y aprendizaje

En torno a las evaluaciones, Felipe Trillo advierte que en contra de lo que alguno pueda creer, lo peor no es que los estudiantes aprueben y promocionen sin saber o sin merecerlo, sino el modo en que ese sistema los corrompe y, por supuesto, nos envilece a todos. Porque tratándose de evaluación: Lo primero es diferenciar con claridad entre conocimiento, rendimiento y aprendizaje:

Conocimiento: es todo lo que se sabe acerca de algo. De forma más exigente, es aquello que se acepta como saber de un modo público y compartido, es decir, se trata de una convención social (hegemónica) y/o científica (paradigmática) sobre cuáles son, en la actualidad, las explicaciones aceptables sobre la realidad. Sólo que ahora, en la nueva cultura del aprendizaje, tal conocimiento es, por cierto, cualquier cosa menos unívoco, sino más bien descentrado, múltiple y en permanente evolución. (Pozo, 1999)

Rendimiento: es la situación de un alumno respecto a un criterio fijado previamente por los profesores y que éstos utilizan para hacer comparaciones. La cuestión es hasta qué punto, desde la perspectiva de su fundamentación epistemológica (racionalidad) y de su relevancia científica (interés), lo seleccionado por el profesor se corresponde con el conocimiento, así como con los objetivos educativos (acordes con) la etapa de desarrollo, y los que el centro escolar dice seguir.

Aprendizaje: es sinónimo de comprender, supone relacionar la información entrante con la experiencia y los conocimientos previos, a fin de extraer significados personales; pues aprender es abrirse a la experiencia y procurar su racionalización atribuyéndole sentido (Bruner, 1990; 1997). Algo por cierto, muy difícil de lograr sin el recurso del conocimiento previo; el que las disciplinas escolares podrían proponer, si es que acertasen en la selección y articulación de sus contenidos, pues, como es obvio, no se puede significar lo que carece de significado. Lo segundo, es optar, sin concesiones oportunistas, por el aprendizaje entendido como un proceso que no se consume hasta que se produce la atribución de sentido.

Felipe Trillo, “A grandes males, grandes remedios” en Cuadernos de Pedagogía, núm. 301, abril de 2001
 

La comunicación, el intercambio de significados, el aprendizaje de contenidos, expectativas y conductas se encuentran mediatizados por la función evaluadora. Ésta legitima lo que se considera válido socialmente. Por ello, condiciona y artificializa las actividades y procesos de aprendizaje, en virtud de su valor en el intercambio de actuaciones del alumno o alumna por calificaciones del profesor.

J. Elliot, La investigación acción en educación, 1990.
 

Regresar al inicio