Capital
Ver día anteriorSábado 6 de marzo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Hábitos nocturnos
L

a toma del Zócalo por parte de elementos de los Guardias Presidenciales y policías federales fue al amparo de las sombras de la noche, cuando, como dice el tango, el músculo duerme, la ambición descansa. Al amanecer, los pasajeros del Metro, al llegar a la estación de ese nombre, no podían salir a la plancha, sólo estaba libre una de las varias puertas con que cuenta esa estación central, los accesos a la Plaza de la Constitución estaban copados por la policía federal y fuera, por la gran explanada y las calles que la circundan, quienes transitaban a pie o en vehículos, encontraban barricadas metálicas y uniformados entorpeciendo el paso.

Todo para que el Presidente, objetado, pudiera inaugurar sin presencias molestas, la exposición de fotografías México en tus sentidos, autorizada y auspiciada por el gobierno de la ciudad.

La inauguración de la muestra de fotografías sería a las 8 de la noche del jueves, no es explicable cerrar el Metro 20 horas antes; de cualquier modo, se puede pensar en el temor a los ciudadanos y en sus ruidosas opiniones adversas, así como en la gran necesidad de actos públicos (entre comillas), para demostrar aplomo, control y popularidad.

Lo malo es que usar la fuerza y aprovechar la sorpresa y las sombras se está haciendo hábito en el gobierno federal. Cuando se publicó el arbitrario decreto declarando desaparecida a Luz y Fuerza del Centro se actuó en forma parecida, se aprovechó la noche para que soldados y policías, que a estas alturas son intercambiables, tomaran todas las instalaciones de la compañía, las estratégicas, las oficinas sin riesgo y las sucursales de atención al público.

Cuando amaneció, antes de la publicación oficial del decreto, antes de su anuncio publicitario, las fuerzas públicas ya habían actuado como lo hacen las fieras de hábitos nocturnos, al cobijo de la oscuridad y sorprendiendo a la víctima.

Un gobernante con respaldo popular, con autoridad moral, con respeto por el ejercicio de su propio poder, no se esconde para sus acciones de mando o de control social, que si bien pueden ser necesarias, son parte del oficio de gobernar, deben ser a la luz del día y sin ocultamientos.

El jefe de Gobierno del Distrito Federal mostró su descontento con la actitud impropia, simplemente no asistiendo a la inauguración de la exposición que él mismo había autorizado y con una sola frase cerró el caso: No creo que sea lo correcto para la ciudad.

En efecto, si bien no es un casus belli, sí es una muestra de falta de respeto a los capitalinos y un ejemplo más de la carencia de prudencia y habilidad para tratar asuntos de convivencia civilizada entre autoridades diversas, que se encuentran en un mismo territorio; bien merecido por tanto el discreto reclamo.

Ciertamente no debe ser una causa de conflicto lo que se hizo con impericia y quizá con un dejo de mala fe y de oportunismo, no podía dejarse pasar así como así, pero lo más preocupante para los ciudadanos es el hecho de que estas presencias de fuerza a deshoras se están repitiendo y se puede volver un mal hábito al que no debemos acostumbrarnos.

En época en que la transparencia ya tiene hasta su propia ley y su propio instituto, hacer las cosas a escondidas y al amparo de la noche, sea quien sea quien lo haya dispuesto así, es un contrasentido y nos sirve de termómetro de lo que pasa tras bambalinas en las esferas del poder, muestra del nerviosismo del gobierno.

La hermosa Plaza de la Constitución es un símbolo y patrimonio de todos, bien que se use para presentaciones como la obra de Willy Souza, para que todo mundo pueda apreciar lo que tiene de arte y de historia, pero por ello, y por lo atinado de la metáfora de que esa plaza es el corazón del país, tenemos que estar de acuerdo en la llamada de atención. Bien que se use nuestra plaza, pero hay modos y estilos que pintan quién es quién.