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El poeta y filósofo recibe un homenaje en Bellas Artes por sus 80 años de vida

Desde hace mucho, en el país no hay sociedad: González Cosío

Javier Wimer, recientemente fallecido, escribió el prólogo de su libro Indagaciones

“Estoy contra la política show; el PRI sólo se podrá unir si vuelve a los sindicatos”, manifiesta

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Arturo González Cosío, durante la entrevista con La JornadaFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Miércoles 3 de marzo de 2010, p. 4

El poeta, filósofo y político Arturo González Cosío cumple hoy 80 años y tiene mucho qué celebrar: una vida fructífera, intensa, sazonada con una amplia gama de experiencias que van desde su militancia opositora al lado de Miguel Henríquez Guzmán en los años 50 del siglo pasado, su colaboración en el equipo del presidente Adolfo Mateos, hasta su roce con luminarias de la intelectualidad mundial, como el francés Henri Lefebvre o el canadiense Marshall McLuhan.

González Cosío rememora en entrevista con La Jornada algunos pasajes de su fecunda existencia, a propósito del homenaje que recibe este miércoles en el Palacio de Bellas Artes. Participan Enrique González Rojo, Armando González Torres, Alicia Zendejas, Verónica Volkow y Arturo Guzmán.

Nacido en la ciudad de México el 3 de marzo de 1930, González Cosío encontrará en su padre –un militar interesado en la filosofía– la influencia determinante de sus dos principales vocaciones: la literatura y la política.

A los cuatro años comenzó su formación escolar en el Colegio Alemán Alexander von Humboldt y a los 12 ya leía a Voltaire.

Con su ingreso a la Facultad de Derecho de Universidad Nacional Autónoma de México, a finales de los años 40 de la centuria anterior, empezó su trayectoria literaria y política en forma.

No bajaré mis banderas

En 1948, González Cosío fundó el Ateneo Manuel Acuña y se integró al movimiento poeticista, encabezado por Eduardo Lizalde, Marco Antonio Montes de Oca y Enrique González Rojo Arthur: éramos muy jóvenes y queríamos decir las cosas a nuestro modo, de manera distinta.

Entre su obra poética figuran Límites del viento, Pequeño bestiario ilustrado, Piedra franca, Otras mutaciones del Iching y, el más reciente, Indagaciones (2007).

El prólogo de Indagaciones es del recientemente fallecido Javier Wimer, con quien lo unió una estrecha amistad. El texto hace un repaso por las trayectorias poética y política de González Cosío, así como de su mutua amistad.

Sobrino nieto de Venustiano Carranza y –singular paradoja– esposo de una descendiente del villista y maderista Felipe Ángeles, Arturo González Cosío se involucró en la política nacional apoyando el movimiento de oposición de Henríquez Guzmán contra Miguel Alemán Valdés, a quien veía como contrario a los principios de la Revolución Mexicana.

Henríquez aspiró dos veces a la Presidencia. En la primera retiró su candidatura y en la segunda el triunfo le fue birlado por un fraude electoral que dio lugar a un movimiento de resistencia civil pacífica, al cual se sumó González Cosío.

El movimiento fue reprimido y Arturo González se vio forzado a salir del país (los hechos están contados con detalle en el libro Presidente legítimo: las memorias de Miguel Heríquez Guzmán, de Francisco Estrada Correa, en una edición de autor). Entonces viajó a Alemania, donde aprovechó para estudiar un doctorado.

Reconocido también como ensayista político, diputado federal por el PRI en dos ocasiones, integrante del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido e ideólogo del mismo en tiempos de Jesús Reyes Heroles, en esa materia es autor de libros como Desbandada hacia el presente (2001), Ensayos sobre política y sociedad y Tras las huellas del futuro.

González Cosío regresó a México para apoyar la candidatura presidencial de Adolfo López Mateos.

–¿Cómo se reconcilió con el régimen después de su henriquismo?

–Porque antes de irme a Alemania la única persona de la que me despedí fue de López Mateos. Lo conocía porque yo había sido jefe de campaña de Porfirio Muñoz Ledo para presidir la sociedad de alumnos de la facultad y el padrino de la mesa directiva fue López Mateos. Después fui oficial mayor del PRI y director de la escuela de cuadros de ese partido durante cinco años, en lugar de Enrique González Pedrero, quien la fundó y yo la continúe.

–¿Qué opinión tiene del PRI de hoy?

Ríe:

–Son muchos PRI, está muy dividido, ¿de cuál le platico?

–¿Queda algo del PRI con el que usted se identificaba?

–Mientras la declaración de principios y los estatutos sean los mismos, apoyo al PRI porque es la posibilidad real mexicana de oponernos a la oligarquía extranjera. Yo soy del PRI de los sindicatos, de los trabajadores del campo, de los obreros. Hace poco recibí un homenaje en el PRI de Toluca, como poeta y fundador director de la escuela de cuadros y, ¿sabe contra qué hable? Contra la política show.

–Es decir, Peña Nieto...

–Les dije que el PRI se podía unir sólo si volvía a defender a los sindicatos.

–¿Cómo cayeron sus palabras?

–Me aplaudieron brutalmente. No voy a bajar mis banderas ante nadie, mantengo mi línea.

–¿Y qué piensa de la Revolución en su centenario?

–Qué vergüenza, un desastre, y ahora con un tipo como éste que tenemos de presidente. ¿Cómo le hicimos? Nada más hay que ver cómo hace una política interior en contra de su secretario de Gobernación, que es el que la maneja por instrucciones de Calderón. Es una tontería total. ¿Cómo es posible?

–¿Qué dejamos de hacer los ciudadanos?

–Todo. En realidad nunca hemos hecho nada. Cada quien está en lo suyo y hace lo que le da la gana y a nadie le importan los demás. Lo vengo diciendo desde hace 60 años y a todo mundo le molesta: no hay sociedad.

–¿Qué razones culturales o históricas explican esto?

–Se llaman España. Ahí empezó todo. Dicen que vinieron a civilizarnos. Sólo se llevaron el oro y la plata y punto. Ahora están ahí de nuevo, con sus bancos, sus cadenas hoteleras, sus plantas eléctricas.