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Ver día anteriorMartes 23 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Genes bisexuales
E

n las etapas iniciales de su desarrollo el embrión humano no tiene un sexo definido. Antes de que se exprese en él una ruta femenina con la formación del ovario, o bien, antes de que se defina un camino masculino y se forme el testículo, hay una gónada primitiva que, desde un punto de vista anatómico, es indistinguible en los dos casos. ¿Cuáles son los factores determinantes de uno u otro destino?

El conocimiento científico actual muestra que la diferenciación de la gónada primitiva hacia una ruta femenina o una masculina depende de una compleja cadena de eventos en los que se expresa la función de varios genes (dicho de manera simple, un gen es un segmento de ácido desoxirribonucleico o ADN con capacidad para crear proteínas, cuya función sería, en este caso, el desarrollo de las estructuras embrionarias). Desde hace varios años se han identificado genes que participan en la formación del testículo, y más recientemente se sabe que hay otros que intervienen en la formación del ovario.

Si bien se ha generalizado la idea de que la función de estos genes es específica, es decir, que actúan unos para formar al testículo y otros al ovario, siguiendo dos rutas separadas, esta noción ha comenzado a cambiar, a partir de resultados de la investigación que muestran que algunos de estos elementos pueden participar simultáneamente en el desarrollo de las dos estructuras.

Algunos datos indirectos muestran este doble papel de los genes. Sólo para poner un ejemplo entre muchos: en humanos, cuando ocurre una alteración (mutación) en el gen llamado CHD7, que se localiza en el cromosoma 8, se afecta en distintos grados el desarrollo de los órganos sexuales, tanto en embriones masculinos como femeninos. Aun cuando este gen no interviene directamente en la diferenciación de la gónada primitiva, este caso es útil para ilustrar la participación dual que pueden tener estos elementos en diferentes etapas del desarrollo de los caracteres sexuales.

Pero vayamos a un ejemplo un poco más directo de genes que sí participan en la formación de la gónada. Desde hace algunos años se ha mostrado que un gen localizado en el cromosoma 1 desempeña un papel crucial en la diferenciación de la gónada primitiva en una dirección femenina: se trata del Wnt4, al que ya me he referido aquí (La Jornada, 9/2/2010). Pues bien, este gen no sólo interviene en la formación del ovario, sino además participa de manera importante en el desarrollo masculino, como muestran los resultados obtenidos en modelos animales.

En un artículo titulado: Wnt4 se requiere para el desarrollo sexual apropiado tanto masculino como femenino, publicado en 2004 en la prestigiada revista Developmental Biology, Katherine Jeays y sus colegas, del Instituto de Investigación en Cáncer de Londres, muestran que en ratones este gen desempeña un papel muy importante no sólo en la formación del ovario, como ya se sabía, sino además participa en las etapas iniciales del desarrollo del testículo.

La gónada primitiva está formada por células primordiales que pueden tomar una ruta masculina, mediante su diferenciación en células de Sertoli, con lo que se inicia el desarrollo del testículo. Estas células dan lugar a los cordones testiculares que luego se convertirán en los tubos seminíferos y a la subsecuente diferenciación de otras células llamadas de Leydig, que serán las productoras de hormonas masculinas. En su trabajo, Jeays y sus colaboradores demuestran que la carencia de Wnt4 (en un modelo de ratones clonados) trae en consecuencia defectos serios en la formación del testículo. La diferenciación de las células de Sertoli se ve afectada, y hay una reducción y desorganización de los cordones testiculares. También las células de Leydig se encuentran en menor número y sus pautas también muestran una evidente desorganización. Los testículos son más pequeños comparados con los de los ratones normales.

Los autores descubren así un nuevo papel del gen Wnt4 en la determinación del sexo. Concluyen que participa en el inicio de la diferenciación apropiada del testículo y, debido a que está implicado también en el desarrollo de la gónada femenina, su estudio define una nueva clase de genes involucrados en la diferenciación sexual con una función simultánea en la formación de la gónada tanto femenina como masculina, lo que tiene importantes implicaciones en nuestra comprensión del desarrollo humano.