Opinión
Ver día anteriorMartes 23 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Todo modo, ni modo
L

a renuncia del secretario de Gobernación a su partido, envuelta en la discreción profesional, y las posteriores entrevistas concedidas donde las conjeturas finalmente se confirmaron, desvelan dos hechos incontrovertibles: el primero es que cada vez es menos exacto tomar a las tres fuerzas políticas nacionales como un todo homogéneo. Tanto en el PAN como en el PRI y en el PRD hay corrientes y grupos que obstruyen acuerdos, oscurecen posiciones y definen agendas a menudo contradictorias entre sí. El segundo hecho es que existen enormes dificultades para agregar, sumar y multiplicar intereses ciudadanos diversos. Este propósito central de partidos y agrupaciones civiles y gremiales se encuentra severamente dañado. Hay reglas que no favorecen la cooperación y actores que no están dispuestos a cooperar.

Sin embargo, en medio de una pesada parálisis donde confluye debacle económica con graves problemas de seguridad, el debate político se reanima entre las elites a partir de las posibles alianzas PRD-PAN en algunas elecciones estatales.

Llama la atención desde luego la furibunda catilinaria de las diversas corrientes priístas que asumen, con razón, el peligro que éstas representan para su estrategia política en clave de 2012.

Tampoco puede pasarse por alto la casi similar reacción en un sector del PAN a partir de la renuncia de secretario de Gobernación a su militancia partidista y de Andrés Manuel López Obrador en la izquierda, que ha llevado al PT a retirarse de las alianzas con Acción Nacional en algunas entidades. También ocurre lo mismo con sectores importante de los medios impresos y electrónicos.

Las alianzas estatales entre el PRD y el PAN transportan en sí mismas una doble argumentación: la lucha contra los resortes autoritarios que anidan en muchas entidades federativas y la necesidad de generar un nivel de competencia política que modifique lo que hasta el momento parece ser una marcha incontenible del PRI para 2012.

Pero estos argumentos se expresan en un contexto donde comienzan a configurarse dos grandes coaliciones políticas a partir de respuestas distintas a la pregunta clave de cómo concluir la transición democrática en México. Para una, la transición concluyó con la alternancia y lo que sigue es un acuerdo para hacer gobernable el país a partir de restablecer el orden en su dimensión económica, de seguridad y de gestión frente a la sociedad y los poderes fácticos. Favorece un sistema bipartidista aunque con otras presencias partidistas menores. El tema axial de esta potencial coalición es el orden y es en este sentido que la denomino la coalición restauradora.

Para la otra, la transición está inconclusa y requiere transformaciones sustanciales en las relaciones entre los diversos niveles de gobierno con las distintas expresiones de la sociedad desde partidos, agrupaciones gremiales hasta poderes fácticos. Reclama modificaciones en lo que el gran historiador francés Furet denominó la sociabilidad democrática; es decir, las relaciones de los poderes con los ciudadanos y de éstos entre sí. El eje de esta potencial coalición son las transformaciones sociales e institucionales y por ello la denomino la coalición reformadora.

La interacción entre coaliciones es positiva para la democracia. Mejor que descubrir que las cosas no tienen ya solución. Todo modo, novela de Leonardo Sciascia, transcurre en medio de un retiro espiritual, donde participan personajes influyentes de la política y de los negocios italianos. El padre Gaetano, director del retiro espiritual se embarca en debates filosóficos con el pintor agnóstico que narra la novela. En uno, el padre hace una metáfora de la Iglesia como una balsa. El pintor afirma contundente que en ese caso prefiere morir en el naufragio. El padre le contesta que no es así, que él ve al contrario al pintor nadando para alcanzar la balsa puesto que el naufragio ya ocurrió. Y concluye: ¿qué no se dio cuenta?