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Se prevén fricciones por la propuesta para crear otra organización multilateral

La omnipresencia de EU y el caso Honduras tensarán cumbre de Cancún
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La canciller Patricia Espinosa inauguró ayer en Quintana Roo la reunión de ministrosFoto José Carlo González
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de febrero de 2010, p. 14

El nombre Cumbre de Unidad Latinoamericana y del Caribe (CALC) es apenas un título provisional. Es un organismo todavía en construcción, sin estatutos incluso. Pero en su segunda reunión de jefes de Estado que tendrá lugar los días 22 y 23 de febrero en la Riviera Maya asoman ya las contradicciones principales que tensarán el diálogo entre mandatarios: la silla vacía de Honduras, la sombra omnipresente de Washington, las competencias del nuevo mecanismo, sin contar las tribulaciones propias que cada nación trae consigo.

Para los países de la Alternativa Bolivariana esta cumbre debe ser la oportunidad de crear un contrapeso real a la hegemonía estadunidense en el continente; sin el coloniaje de Estados Unidos, dice el presidente de Venezuela Hugo Chávez. El de Bolivia, Evo Morales, va más allá: Una nueva OEA sin el imperio.

Otros no lo ven así. Para Brasil, de donde salió la iniciativa de crear un nuevo organismo que reúna a todos los países del sur del río Bravo hasta Tierra del Fuego, pasando por la cuenca del Caribe, que históricamente había sido hecha a un lado en este tipo de experiencias regionales, la CALC –como se llama hasta ahora, antes de ser bautizada formalmente– es una herramienta más en lo que su canciller Celso Amorim define como multilateralismo con multipolaridad. En otras palabras, desarrollar una diplomacia que efectivamente cree contrapesos a las potencias, pero sin confrontarlas.

El gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, a punto de concluir su segundo mandato en el poder, deja una larga cauda de experiencias de este tipo en el mundo: el bloque Brasil-Rusia-India-China (BRIC), Unasur, Mercosur, Consejo Sudamericano de Defensa, entre otras. Esto le ha dado una plataforma importante para intervenir con iniciativas diplomáticas de gran calado en los conflictos del continente: Venezuela, Colombia, Honduras y ahora Haití.

México se sitúa en el extremo más cercano a Estados Unidos, en su visión del foro multilateral latinoamericano. No nos interesa que se convierta en un mecanismo antiestadunidense, advierten funcionarios cercanos a Calderón. Queremos un organismo que sea compatible con la OEA, expresan en la cancillería.

Fricciones

Ese será, sin duda, un debate que no pasará sin fricciones. El bloque de países latinoamericanos con gobiernos progresistas, sin embargo, llega un tanto debilitado a esta reunión. La derecha avanzó en los últimos años en tres frentes: Honduras, donde fracasó la gestión de la OEA por revertir el golpe militar contra el ex presidente Manuel Zelaya; Panamá, con el nuevo presidente Ricardo Martinelli, y Chile, donde el 11 de marzo asumirá el gobierno el candidato de las fuerzas pinochetistas, Sebastián Piñera. Por cierto, estos dos últimos personajes se identifican no sólo por su acendrado anticomunismo sino por ser, cada uno, propietarios de las mayores fortunas en sus respectivos países, émulos de Silvio Berlusconi.

Falta ver si Martinelli acude, efectivamente, a la cumbre. Ayer la prensa panameña daba cuenta de los conflictos internos que atraviesa este mandatario millonario y sólo se anunciaba la asistencia del vicepresidente y canciller Juan Carlos Varela. Piñera vendrá, definitivamente, como presidente electo acompañando a Michelle Bachelet, a punto de dejar el puesto.

Hasta el momento del cierre no habían confirmado su asistencia los presidentes de Perú, Cuba y Venezuela. Pero en los dos últimos casos se da por descontada la presencia de Raúl Castro y Hugo Chávez. La no confirmación de sus viajes es sólo una rutina en sus medidas de seguridad. La otra nueva figura que estará es la mandataria electa de Costa Rica, Laura Chinchilla, que acompañará al presidente saliente Óscar Arias.

Honduras, la silla vacía... por poco tiempo

La nueva correlación de fuerzas en el continente, que suma más gobernantes conservadores y proestadunidenses, será determinante para el debate sobre Honduras. La silla vacía de la representación de Tegucigalpa en la cumbre no tiene más que un significado formal. Se da por descontado que la plena aceptación de los países de la región –salvo las voces en contra que puedan escucharse en boca de Chávez, Castro, Evo y quizá Cristina Kirchner– es ya sólo cuestión de tiempo.

Significativo el hecho que es el propio presidente Lula, quien apostó a fondo por el retorno de Zelaya a la presidencia antes de las elecciones de noviembre del año pasado, sea el primero que hable de la necesidad de normalizar el retorno de Honduras al sistema interamericano, de donde fue expulsado con el presidente de facto Roberto Micheletti en el poder.

La prensa de El Salvador ya anuncia que su presidente, Mauricio Funes, de izquierda, pero sobre todo discípulo del pragmatismo brasileño, encabezará en el marco de la reunión del Sistema de Integración Centroamericano (Sica), que sesionará al margen de la cumbre, la petición de los gobiernos de la región de acelerar la normalización de relaciones con Honduras. De modo que la asistencia con pleno derecho a estas reuniones de Porfirio Pepe Lobo, presidente surgido de elecciones realizadas bajo un régimen golpista, es sólo cuestión de tiempo. De poco tiempo.

En mayo, cuando se reúnan nuevamente los mandatarios latinoamericanos con los de la Unión Europea en España, seguramente ahí estará Lobo. Borrón y cuenta nueva. No queda de otra, como dicen en el círculo cercano de Felipe Calderón. Esa era exactamente la apuesta de la secretaria de Estado Hillary Clinton en el caso hondureño. Un chavista menos, total que no hay herida golpista que el tiempo no cure.

Estas cumbres suelen ser también espacios para el cabildeo entre las naciones. Hace poco más de un año, por ejemplo, ahí mismo, en la región bahiana de Brasil, Calderón y Raúl Castro sostuvieron una reunión.

Ahora se tiene previsto un encuentro bilateral entre el presidente ecuatoriano Rafael Correa con su homólogo Álvaro Uribe. Como se recordará, los dos gobiernos rompieron relaciones en marzo de 2008 a raíz del bombardeo de las fuerzas armadas colombianas en la zona fronteriza de Sucumbíos, territorio ecuatoriano. En el ataque murieron más de 20 personas, entre ellas el segundo de las FARC, Raúl Reyes, y cuatro ciudadanos mexicanos. Después de una tormenta controlada, Uribe fue perdonado por sus colegas latinoamericanos, notablemente por su gran amigo Felipe Calderón (que dejó sin justicia el asesinato de los cuatro jóvenes connacionales). Sólo le falta planchar la normalización de relaciones con Quito, que está en proceso.