Opinión
Ver día anteriorViernes 19 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mucha sociedad para estos gobiernos
Y

sin embargo, se mueven. A casi tres semanas de la masacre de Villas de Salvárcar, más allá del miedo, de la tristeza, de los esfuerzos gubernamentales por moderarlos o acallarlos, las y los juarenses comprometidos por la justicia se mueven llenos de indignación para esculpirse una esperanza.

Hay tres momentos emblemáticos que reflejan otros tantos aspectos del estado de ánimo de las y los juarenses: la interpelación a Calderón por parte de la señora Luz María Dávila, madre de un muchacho de 16 años y otro de 19 asesinados en Villas de Salvárcar. La marcha del coraje, el dolor y el desagravio organizada el sábado 13, que culminó en el Puente Internacional Santa Fe. Y los fuertes cuestionamientos y sólidas propuestas realizadas por representantes de la sociedad civil organizada en las mesas de trabajo con Calderón y Gómez Mont, respectivamente.

Las palabras claras, tajantes, exactas de la señora Dávila, dichas de frente a Calderón, recogen mejor que nada el coraje y el dolor que cimbran a juarenses y chihuahuenses estos aciagos días. Nadie como ella, madre de dos muchachos honestos y estudiosos, uno de los cuales se levantaba a diario para ir a trabajar a la maquila de siete a tres y luego se iba a la universidad de cuatro a ocho, para reclamar airadamente las acusaciones calderonianas de pandilleros a los jóvenes masacrados. Nadie como ella para hacerle ver el fracaso rotundo de la estrategia de los operativos conjuntos que representa más de un asesinato por cada dos soldados enviados a esta frontera.

La marcha del coraje, el dolor y el desagravio del sábado 13 es un ponerse de pie contra el miedo, las amenazas, la apatía, a pesar del dolor y con base en la dignidad. Revela la incorporación de los que antes no estaban, de sectores nuevos, rostros que no se recordaban y voces cuyos gritos se habían acallado. Sobre todo, el predominio abrumador de los jóvenes, denunciando, luchando contra el decreto de muerte colectiva contra ellos mismos. Destaca la presencia tesonera, machacona, creativa, a veces irritante para algunos, de las chavas y los chavos que dos días antes habían sido reprimidos por las policías federal y municipal, cuando le espetaron a Gómez Mont: Que renuncie Calderón, que renuncie el gobernador Reyes Baeza, que renuncie el alcalde Reyes Ferriz, ésas son nuestras únicas demandas.

La esperanza es la otra cara de la reacción de las y los juarenses. Ésta no sólo se genera en las calles. Se ha ido construyendo pacientemente, en largas y agotadoras sesiones de trabajo y, antes, en años de concienzuda labor sistemática entre los jóvenes, entre los familiares de las víctimas, entre las mujeres, en las colonias populares, en las escuelas. Por un lado, se han presentado múltiples denuncias, bien fundamentadas, de de-sapariciones forzadas, de violaciones a los derechos humanos por parte del Ejército y de la Policía Federal. Se demanda su plena vigencia y no sólo de los derechos civiles, sino sociales, como el de la vivienda. Porque en Juárez se han abandonado más de 100 mil casas, se han presentado 11 mil solicitudes de prórroga a los créditos de Infonavit, debido a que los prestatarios perdieron el empleo. Aquí, esta institución de supuesto carácter social ordenó el desalojo de 700 familias de su vivienda, con el apoyo del Ejército.

Por otro lado, se han generado y se presentan diversas propuestas de regeneración del tejido social y de protección a los derechos humanos. Se trata de experiencias ya probadas de atención a adolescentes y jóvenes en situación vulnerable; de recuperación y construcción de espacios públicos, de atención a mujeres víctimas de la violencia

Nada sin justicia es un consenso que avanza en Juárez. No se quieren más soldados ni más de lo mismo en seguridad. Los juarenses no están dispuestos a que el gobierno les declare el estado de sitio sobre el que ya les decretaron los delincuentes. Exigen combatir con prioridad la corrupción de los cuerpos policiacos y montar una policía investigadora respaldada por una sólida labor de inteligencia. Demandan golpear duro y a la cabeza, es decir, a los lavadores de dinero y a los grandes capos, no sólo a narcomenudistas y pandilleros.

Ante la sociedad juarense, los gobiernos no han dado la medida. En los anuncios de espectaculares inversiones del gobierno federal y las propuestas de traslado de poderes del estatal se perciben más finalidades electorales que compromisos efectivos para restablecer la paz. Persiste la obcecación calderoniana en la estrategia fracasada de los operativos conjuntos, a la vez que se excluye como interlocutores a quienes ponen como condición la justicia en la base de toda acción de gobierno. Así lo demuestra la exclusión de las y los integrantes de la mesa de derechos humanos de la reunión de trabajo con Calderón apenas el miércoles 16. Tampoco faltan, en este panorama, las posiciones oportunistas de las elites políticas y económicas.

Así diversa, indignada, corajuda, crítica, propositiva, esperanzada, a veces contradictoria, es esta sociedad de Ciudad Juárez que empieza a amanecer. Sus virtudes pesan más que sus lastres. Y, en todo caso, es mucho más grande que sus gobiernos.