Documeta investigadora que Bernardo Reyes “no creía en ese movimiento“

El reyismo de Jalisco, ignorado aporte a la Revolución

La iniciativa ciudadana de oposición pacífica que surgio en ese estado, contribuyó al derrumbe de la dictadura de Porfirio Díaz asevera Elisa Cárdenas Ayala


Los generales Bernardo Reyes y Porfirio Díaz. Foto: Internet

ARTURO GARCÍA HERNÁNDEZ

El estudio de la Revolución Mexicana se ha concentrado en los movimientos armados que la llevaron a cabo –zapatismo, villismo, obregonismo, maderismo, etcétera– y se ha olvidado de un singular movimiento ciudadano de oposición pacífica que también contribuyó al derrumbe del régimen dictatorial de Porfirio Díaz: el reyismo surgido en el estado de Jalisco.

De él se ocupa Elisa Cárdenas Ayala, historiadora y profesora de la Universidad de Guadalajara, en su libro El derrumbe: Jalisco, microcosmos de la revolución mexicana, publicado por Tusquets en su colección Centenarios.

Suele afirmarse –dice Cárdenas Ayala– “que en Jalisco no había Revolución antes de la llegada de las tropas villistas y carrancistas”, sin embargo, en el periodo que va de 1908 a 1913 –uno de los más intensos políticamente hablando en la entidad– surgió un movimiento que aceptaba la última relección de Díaz a cambio de que Bernardo Reyes ocupara la vicepresidencia, calculando que fuera el próximo presidente: se le conoce poco, pero “fue importantísimo, lo que pasa es que como fue derrotado en la política también fue derrotado en la escritura de la historia.”

Para instrumentar su proyecto, los integrantes del grupo fundaron el Partido Católico Nacional, concebido de una manera “muy moderna”, conformado con ciudadanos independientes, estatutos y un ideario político, filodemocrático, bien definido. Fue el primer partido fundado después de la famosa entrevista en que Porfirio Díaz le dice al periodista James Creelman, en 1908, que México está listo para la democracia.

Se piensa que el reyismo en Jalisco fue de elites, pero la investigadora documenta que tuvo una amplia base social, sin caudillos o figuras relevantes, y se valió de un periódico, Libertad, como instrumento de politización que alcanzaba a diversos sectores de la población, “no sólo a la gente que se había educado en las escuelas porfirianas, sino también a los alfabetizados y no alfabetizados.”

No fue, en sentido estricto, un movimiento revolucionario, sino “protorrevolucionario, porque ellos nunca dijeron nos vamos a levantar en armas, al contrario, eran una oposición cansada de la farsa de la relección pero muy porfirista al principio, que pensaban que se podía llegar a la democracia en una transición pacífica.”

Una de las características de este reyismo era la convicción de que se podía ser oposición desde dentro del mismo régimen, la construyeron y aunque sus integrantes gradualmente se fueron desengañando, “en términos de la historia del espacio público mexicano fue fundamental.”

Al final varios integrantes del movimiento –un grupo minoritario– se enrolaron en la filas del maderismo.

Elisa Cárdenas Ayala subraya: “La Revolución no es solamente las revueltas armadas y las batallas, la hemos pensado demasiado en esos términos, también está lo que sucede en la construcción de; en ese sentido el reyismo es una contribución hasta ahora muy ignorada y que merece ocupar un espacio en la conciencia que tenemos de nuestra historia, aunque no nos guste”.

El reyismo menguó hasta desaparecer, víctima de una insólita contradicción: a pesar de proponerse como una oposición “bastante porfirista”, Bernardo Reyes no compartía los objetivos del movimiento para el cual era figura emblemática: “Evidentemente él deseaba ser el sucesor de Porfirio Díaz, pero como un delfín, como un ungido por el propio Díaz y lo que intentaba todo el tiempo era recuperar ante Díaz su imagen afectada por el reyismo jalisciense.”

En resumen: Reyes no era reyista: “No creía en el movimiento, nunca suscribió el proyecto; visto así, sería abusivo acusarlo de traición, pero sí dejó sólos a sus amigos y dio luz verde a la represión; cuando Díaz le pregunta Reyes dice que no son sus amigos los que están sosteniendo el movimiento, entonces Díaz le responde: ya sabemos qué vamos a hacer con ellos.”

La reflexión final de la autora de El derrumbe... es que “urge interrogar esa historia nuestra desde ángulos nuevos y tratar de entenderla, independientemente de si nos gusta o no.”