Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de febrero de 2010 Num: 780

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Falsa memoria de la nieve
GUSTAVO OGARRIO

Dos poemas
PANOS K. THASÍTIS

Cuando los recuerdos pesan demasiado
MARCO ANTONIO CAMPOS

La Cincuentena
PIEDAD BONNETT

Nadie sabe de amor si no ha perdido
ÁNGEL GONZÁLEZ

Confesiones de un Quijote
JUAN MANUEL ROCA

Dos poemas inéditos
LUIS GARCÍA MONTERO

Vista cansada o por sus versos
JOAQUÍN SABINA

Luis García Montero
JUAN GELMAN

Entre lo maravilloso y lo cotidiano
OCTAVIO PAZ

Un poeta que habla en medio de la plaza
RAFAEL ALBERTI

El teatro es vocación y convicción
RICARDO YÁÑEZ entrevista con
ZAIDE SILVIA GUTIERRÉZ

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Germaine Gómez Haro

Pedro Friedeberg en Megacatálogo

Recientemente concluyó la exposición retrospectiva de Pedro Friedeberg que se presentó en el Museo del Palacio de Bellas Artes bajo el evocador título de Pedro Friede berg: arquitecto de confusiones. Esta muestra, am pliamente reseñada en los medios, revivió en nues tro país el interés por el trabajo de este peculiarísimo artista que fue, sin duda, uno de los creadores más relevantes y propositivos en los años sesenta y setenta, cuya fama se desvaneció sigilosamente hasta quedar un tanto olvidado en los últimos tiempos. De Pedro Friedeberg se hablaba poco: su silla-mano había quedado consignada internacionalmente como una pieza emblemática del diseño mexicano de la segunda mitad del siglo xx , pero su obra pictórica –en mayor medida que su escultura– ya no des pertaba el interés de otrora, e inclusive, para mu chos, había caído en la repetición de patrones establecidos a partir de referencias y asociaciones ya bastante agotadas. ¿Qué había sido de esa obra excéntrica, difícil de clasificar, icono inconfundible de la contracorriente mexicana de los sesenta con sus ocurrencias pop, op, surrealistas y ultrabarrocas que entreveraban deliciosamente lo absurdo, lo insólito, lo suntuoso y lo delirante? ¿Qué pasó en las últimas décadas con ese personaje irónico e irreverente que fue en su momento una figura central tanto en el núcleo de artistas e intelectuales como en los círculos de la alta burguesía, donde aparecía vestido de cebra o leopardo, rodeado de bellas mujeres, echando pestes de la banalidad y futilidad del arte con el único afán de divertirse provocando irritación a diestra y siniestra? La exposición en Bellas Artes mostró de manera contundente y para muchos escépticos –aquí me incluyo– sorprendente, que, si bien Friedeberg se retiró de las luminarias en la década de los ochenta, siguió produciendo una gran cantidad de obra exquisita, refinada, divertida y enigmática, la cual quizás circuló poco, pero nunca perdió su frescura e ingenio deslumbrantes.

De esto se percató hace varios años Déborah Holtz, la audaz directora de la Editorial Trilce, quien se propuso “rescatar” al personaje a partir de una investigación exhaustiva de los cincuenta años de una trayectoria artística que estaba en espera de una urgente recontextualización y relectura. Fue así como Déborah emprendió la epopeya de recopilar varios centenares de imágenes de obras dispersas por diferentes parajes y, entre más obras fascinantes e inesperadas aparecían, mayor ambición cobraba el proyecto. Lo siguiente fue convocar y convencer a dos historiadores del arte estadunidenses ampliamente reconocidos –James Oles y Jeffrey Collins– para la realización de una relectura fresca y una nueva interpretación de este trabajo. Tras el via crucis de la obtención de fondos y la burocracia de las instituciones culturales, finalmente se concretó la gran ex posición en Bellas Artes y lo que en esta reseña me interesa subrayar: la publicación de un catálogo monumental –en tamaño y contenido– que es el preciado legado que nos queda tras la conclusión de una exhibición. Ojalá todas las exposiciones relevantes pudieran ser documentadas en catálogos similares, pero para ello se necesitaría contar con la voluntad y el empeño incansable de muchas Déborahs Holtz.

El libro en sí es una obra de arte editorial que refleja perfectamente el espíritu del artista en cuestión: un volumen de 447 páginas profusa y barrocamente ilustrado con centenares de imáge nes de la obra del pintor a lo largo de cincuenta años, acompañadas de numerosas fotografías de archivo y hemerográficas, que ilustran puntualmente la atmósfera mexicana sesentera y setentera donde surgió el trabajo que el lector puede disfrutar profundamente en este megalibro. Además de los dos largos ensayos académicos de James Oles y Jeffrey Collins, la publicación incluye un texto de Luis Carlos Emerich a manera de introducción, un relato del arquitecto Fernando González Gortázar que rememora el paso de Friedeberg por la carrera de Arquitectura en la Universidad Iberoamericana, y numerosos frag mentos de textos de distintos autores y épocas que hilva nan sutilmente las reseñas críticas y los comentarios coloquiales. A manera de epílogo, se incluye una selección de capítulos de las “memorias no autorizadas” del pintor relatadas a José Miguel Cervantes, titulada De vacaciones por la vida , de pronta aparición también bajo el sello de Trilce.

Celebro que Déborah Holtz haya cumplido su objetivo: la exposición y catálogo colocan a Pedro Friedeberg en su merecido lugar en la historia de nuestro arte mexicano.