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La segunda y última escenificación de esa ópera de Miguel Bernal Jiménez será el domingo

Anoche se efectuó la primera función de Tata Vasco en el Teatro de la Ciudad

El peso del trabajo del escultor Sebastián es muy marcado en el montaje a cargo de la CNO

 
Periódico La Jornada
Viernes 12 de febrero de 2010, p. 8

El trabajo del escultor Sebastián en Tata Vasco, como responsable de la escenografía y el vestuario, provocó reacciones disímbolas entre los asistentes al ensayo general de esta obra, con la que la Compañía Nacional de Ópera (CNO) rinde homenaje a su autor, Miguel Bernal Jiménez, en el centenario de su natalicio, al tiempo que con ella inauguró anoche su temporada 2010.

Junto al equipo creativo y técnico, representantes de los medios de comunicación, de instituciones oficiales e invitados especiales presenciaron el ensayo que se efectuó la tarde del miércoles en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, sede de dos funciones, la otra será el domingo.

Gestos de incredulidad

Al margen de las apreciaciones personales sobre el resultado estético de la propuesta del artista chihuahuense (algunos no disimulaban el gesto de incredulidad), el punto de concidencia entre varios de los asistentes es que el peso del trabajo de Sebastián en el montaje es muy marcado.

Durante los cinco cuadros o escenas de esa ópera, aunque sobre todo en el último, el escultor se vale de su lenguaje geometrista y los colores que lo caracterizan para invadir gran parte del escenario.

Eso genera la sensación de estar en una magna retrospectiva de su trabajo, en la que se aprecian esculturas en gran, mediano o pequeño formatos, así como piezas virtuales proyectadas en video que representan su lectura personal sobre ese sincretismo entre lo indígena y lo español posterior a la conquista, que es parte de la temática de la ópera: la evangelización de los purépechas por el misionero Vasco de Quiroga.

La percepción de que la puesta en escena gira mucho en torno al quehacer de Sebastián fue confirmada por el director escénico, el también coreógrafo David Attie, quien admitió en entrevista que la producción de esta ópera ya existía y que a él, como responsable de la cuestión escénica y coreográfica, correspondió integrarse a la propuesta de aquel artista.

En cuanto el vestuario, el escultor se inclina por diseños contemporáneos en los que, por ejemplo, los indígenas purépechas aparecen con largas túnicas de manta, adornadas con rayas verticales de colores y en el pecho una especie de cananas o chalecos salvavidas, además de portar en la cabeza un penacho estilizado.

Más que seres del pasado, semejan alienígenas o personajes de una película de ciencia ficción futurista. Lo que sí desconcertó fue el traje para un gobernante indígena, por estar descontextualizado histórica y geográficamente, al ser casi copia fiel del atuendo de los antiguos faraones egipcios, incluso con el tocado en la cabeza.

Foto
Ensayo de Tata Vasco en el Teatro de la Ciudad, el miércoles. Los cantantes sostienen una escultura miniatura de SebastiánFoto Yazmín Ortega Cortés

Destacado trabajo del elenco

En la parte musical es patente la complejidad de la partitura del compositor michoacano en lo concerniente a la modulación, aspecto del que había advertido en conferencia de prensa Fernando Lozano, director concertador en el montaje, quien resaltó que son varios los pasajes de la obra en los que la orquesta impide oír a los cantantes.

Y, en efecto, así fue. Por más emisión que éstos imprimían, no se alcanzaba a escuchar la voz. Al margen de ello, destaca el trabajo en general de todo el elenco, encabezado por la soprano Violeta Dávalos y el barítono Jesús Suaste, quienes encarnan, respectivamente, a la princesa Coyuva (especie de Malinche purépecha que ayuda a la conversión a la fe católica de su pueblo) y Vasco de Quiroga.

Una escena de especial belleza, completa en todo sentido, ocurre en el acto en el que aparece el coro de niños (el de la Schola Cantorum), vestidos como monaguillos, e interpreta una pieza que alude a la catequización. Es una parte muy gozosa y espiritual en la que se transmiten alegría y paz.

Sobre la historia que aborda Tata Vasco, cabe citar una reseña que publicó hace cuatro años en estas páginas el crítico Juan Arturo Brennan, con motivo de la puesta de ese título, en aquella ocasión, para conmemorar el cincuentenario luctuoso de Bernal Jiménez.

El especialista criticó que el libreto de la obra, escrito por Miguel Muñoz, no sólo parece una mala lección de catecismo dominical, sino que es uno de los textos más abominables jamás escritos para una ópera. Y lo es no sólo desde el punto de vista de su forma, sino también, de manera aún más relevante, de su fondo y contenido.

Lo calificó de impresentable por su contenido e intención: (...) es ni más ni menos que una apología del conquistador, una vergonzante defensa de la sumisión, una justificación injustificable del exterminio y el despojo y, finalmente, una glorificación a ultranza del papel de la Iglesia católica y sus enviados en el sometimiento de los pueblos indígenas.