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Expertos evocaron al dramaturgo ruso en el 150 aniversario de su nacimiento

Chéjov siempre ha sido un faro en la travesía para construir un mundo mejor

Reflejó una época de cambios y crisis de paradigmas: Lucio Herrera

Al interpretar sus obras, los actores necesitan entender que deben ser en lugar de actuar, sostuvo Alejandro Velis

 
Periódico La Jornada
Jueves 4 de febrero de 2010, p. 6

El teatro de Anton Chéjov supera con mucho la visión estereotipada que muchos tienen de él: obras llenas de personajes pesimistas, deprimidos, que deambulan en escenas donde no pasa nada.

El 150 aniversario de su natalicio –se cumplió el pasado 17 de enero– fue ocasión para liberar su dramaturgia de esa visión y extraer de ella toda su riqueza y complejidad.

Ése fue uno de los puntos de coincidencia de los participantes en la mesa redonda Lo importante en una vida es su forma, organizada por la Escuela Nacional de Arte Teatral, como parte de las actividades para conmemorar los 150 años del autor de La gaviota.

Visión amplia y optimista

Lucio Herrera, director y profesor de teatro –nacido en Argentina, radicado en México– conoció el teatro de Chéjov cuando era estudiante en la Escuela de Teatro de Buenos Aires: ¿Por qué sigue resonando en mí? ¿Por qué sus personajes enigmáticos, enamoradizos, borrachos, desorientados, éticos, ecologistas, brillantes y contradictorios pueden ser interpretados hoy e identificarnos con sus conflictos existenciales?

Se respondió: Quizás porque para el desafío de cómo participamos en la construcción de un mundo mejor, más humano, menos materialista, más solidario, el ejemplo de vida de Chéjov, médico, escritor, hombre, intelectual, siempre fue un faro en esta travesía.

Apoyado en investigaciones de las especialistas Olga Uliánova (rusa afincada en Chile) y Natalia Ginzburg (italiana), Herrera hizo una semblanza biográfica de Chéjov, en la que destacó el sentido del humor del escritor, plasmado en su obra, y su visión amplia y optimista de la vida, por lo que la comparación que se establecía entre él y sus personajes le provocaba perplejidad y disgusto.

Citando a Uliánova y Ginzburg, Herrera expuso que “el mundo de sus personajes, los problemas que los preocupan, reflejan a la perfección el sentir y pensar de la intelligentsia de finales del siglo XIX. Una época de profundos cambios y, a la vez, de decepciones; pérdidas de ideales, de desmitificación de la utopías y de autotraiciones. Una época en cierta medida parecida a la nuestra”.

Esta consonancia con los tiempos de Chéjov, época de una modernización universal y nuevas crisis de paradigmas, nos hace plantear a la obra y pensamiento del escritor nuevos interrogantes.

Entrelazamiento de tramas

Por su parte, el director teatral Alejandro Velis se refirió a los retos que conlleva representar las obras de Chéjov: desde enfrentarse a los largos y complicados nombres de sus personajes hasta desentrañar la acción: parece que no pasa nada, cuando en realidad está sucediendo mucho; en las obras de Chéjov además encontramos varias tramas que se van entrelazando durante el transcurso del texto. Es por eso que también difícilmente podríamos transmitir la anécdota con muy pocas palabras.

Velis mencionó también las dificultades de llevar a escena un clásico: ¿qué tipo de lectura se le va a dar al autor ruso?, ¿cómo representar un clásico sin que pase a ser una pieza de museo?

Otro dilema y dificultad que se presenta al escenificar un texto chejoviano tiene que ver con la propuesta: Cuál es mi propuesta, cuál es el discurso que deseo poner de manifiesto; qué quiero decir cuando represento un texto de Chéjov, es una tarea que el director debe resolver y que los actores necesitan entender que deben ser en lugar de representar y actuar.

La mesa redonda fue moderada por Gilberto Guerrero y contó con la participación de Rodolfo Obregón, director del Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli.