Opinión
Ver día anteriorLunes 25 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El Diario*

Centenaria

Una manzana destruida por el fuego

U

n incendio terrible, una verdadera catástrofe del fuego ha ocurrido hoy en la madrugada, a la hora en que la mayor parte de los habitantes de la capital se entregaban al sueño.

Toda la manzana comprendida en las calles cuarta de San Antonio, octava de Balderas, segunda de Minerva, y callejón de la Candelarita, han quedado en su mayor parte destruidas por el terrible elemento, y multitud de familias pobres se encuentran sin hogar.

Serían las dos de la madrugada de hoy, cuando se retiraba a su domicilio el señor don Manuel García después de haber asistido a una reunión, que se prolongó hasta esa hora. Al pasar por la calle de San Antonio se sorprendió al ver un resplandor inmenso por encima de la fachada de un taller de maderas. Comprendiendo que se trataba de un incendio corrió apresurado hasta la esquina próxima, en la que se encontraba el gendarme número 1133, Silvano Munguía, a quien comunicó sus observaciones.

Reunidos ambos, se aproximaron a la puerta incendiada, y viendo la inminencia del peligro, mientras el guardián corría la palabra, el señor García se dirigió violentamente a la estación de bomberos de la calle Victoria solicitando el auxilio inmediato.

Toda la manzana ardiendo

Pocos minutos tardaron en llegar los bomberos; sin embargo, cuando los primeros carros con el personal de Victoria se presentaron en el sitio de la catástrofe, la manzana entera era inmensa hornaza, que no permitía aproximarse a 50 metros de distancia.

¡No hay agua!

Como hemos dicho, los bomberos se presentaron pocos minutos después del aviso y en un instante estuvieron listos para trabajar, pero tropezaron con las dificultades de siempre, el gran obstáculo que ha originado en casi todos los incendios las pérdidas sean mayores que lo que debían ser: la falta de agua.

En vano corrían los hombres por uno y otro sitio buscando las tomas y aplicando las mangueras. Todo inútil. Pasaron 10 minutos antes de que el preciosos líquido pasara por los pisones de las mangueras.

Cuando al fin se encontró un hidrante que podía alimentar una de las bombas, el fuego estaba en todo su apogeo y había hecho estragos por todas partes.

*Se publicó de 1906 a 1917