16 de enero de 2010     Número 28

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Encuentro de grupos del PIDAASSA

Campesinos de mesoamérica y el
caribe frente al cambio climático

Lorena Paz Paredes

"Las acciones de más de 40 mil familias indígenas y campesinas latinoamericanas y caribeñas” con quienes trabaja el Programa de Intercambio, Diálogo y Asesoría en Agricultura Sostenible y Seguridad Alimentaria (PIDAASSA) “mitigan de manera relevante las consecuencias del cambio climático, y tienen efectos en la detención de la hambruna, en la preservación y conservación de los recursos naturales y en la articulación de las comunidades a una forma de vida acorde con la cosmovisión de los pueblos”.

Esta conclusión fue integrada en la declaración final del Tercer Encuentro Regional del PIDAASA Mesoamérica-Caribe y su taller sobre cambio climático, realizados en la ciudad de Panamá en octubre pasado con la participación de 44 representantes campesinos e indígenas de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, Cuba y Panamá.


FOTO: Lorena Paz Paredes

Thomas Hirsch, asesor de Pan Para el Mundo, explicó allí que la acumulación de gases de efecto invernadero, el derretimiento de los glaciares y el aumento del nivel del mar están sucediendo tres veces más rápido respecto de lo previsto en octubre de 2008, en el peor escenario, por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático.

Recordó que el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas declaró que para 2100 la temperatura habrá aumentado 4.3 grados centígrados, lo que conducirá a la pérdida de casi todos los ecosistemas del planeta. Evitar el colapso “requiere mantener el calentamiento debajo de los dos grados centígrados”, lo que exige que “los países industrializados reduzcan sus emisiones en 40 por ciento hasta 2020 y en 80 y 95 por ciento hasta el año 2050”. Un modelo justo, según Hirsch, “sería uno que regulara las emisiones per cápita y no por país”.

El cambio climático tendrá efectos desastrosos en los sistemas alimentarios y en más hambrunas, afirmó. Si la temperatura aumenta más de tres grados centígrados, entre tres mil 300 millones y cinco mil 500 millones de personas padecerán dramáticas pérdidas agrícolas, y regiones enteras, como Australia, quedaran fuera de la producción. En la región occidental de Mesoamérica y el Caribe se prevé una disminución de las precipitaciones hasta de 40 por ciento para el 2100; sequías prolongadas en Cuba, México, el norte de Nicaragua y el sur de Honduras; inundaciones y huracanes, sobre todo en el Caribe, y aumento de la temperatura de dos grados a cuatro grados centígrados en 2050, particularmente en México, donde se afectarán 370 mil kilómetros cuadrados. Un estudio reciente del Banco Mundial anticipa que en el 2100 México perderá hasta 85 por ciento de sus explotaciones agrícolas y por ese concepto América Latina tendrá pérdidas de 35 mil millones de dólares a 120 miles de millones de dólares por año. El desafío “es lograr una adaptación basada en derechos humanos, con la participación de las personas y dando prioridad a los más vulnerables”, concluyó Hirsch.

¿Cómo perciben el cambio climático los campesinos de la región? Los y las participantes en el taller dijeron que en los años recientes en Cuba han aumentado los ciclones; en México hay más sequías y los temporales se han tornado irregulares y erráticos; en Nicaragua y Honduras más de 14 mil personas perdieron cosechas e infraestructura por los huracanes Mitch y Félix, y lo mismo provocó el Stan en Guatemala; en El Salvador las pérdidas se elevaron a ocho millones de toneladas de maíz por la sequía de 2009; en la década pasada Panamá sufrió dos tornados, deslizamientos de suelo, sequías y vendavales; Costa Rica enfrentó dos huracanes, dos inundaciones por año, sequía y deslizamientos de suelos, lo que ha significado pérdida de cosechas, de vidas humanas, de animales y viviendas, escasez y contaminación de agua, hambre, migración, enfermedades y aumento de la pobreza.


ILUSTRACIÓN: Cintia Bolio / purasevas.blogspot.com

“Los impactos de cambio climático en Centroamérica serán muy graves” –dijo Rodrigo Noriega, doctor panameño en derecho ambiental–. Se predice la disminución de lluvias hasta en 20 por ciento en los próximos años, “con lo cual ya en 2011 el norte de Nicaragua y el sur de Honduras entrarían en la etapa de sequía permanente. Además se perderán 30 por ciento de las playas caribeñas”.

Los asistentes coincidieron en que la agricultura sostenible y diversificada es parte de la solución, y “puede capotear adversidades climáticas y mitigar la emisión de gases de invernadero, pero urgen políticas públicas favorables”. Y a decir de Juan Arguedas, de Costa Rica, “debemos influir con estos enfoques en otros actores de la agricultura alternativa y articular propuestas ante los Estados y los organismos internacionales (multilaterales y de cooperación)”. Y es que mediante prácticas de agricultura sostenible, las familias campesinas conservan, mejoran y recuperan suelos; protegen fuentes de agua; cuidan la montaña y la fauna y flora nativas; intercambian semillas; experimentan tecnologías ecológicas; usan recursos locales, y están mejor preparadas para resistir desastres ambientales.

En la “Declaración por la vida y la agricultura sostenible” formulada en el taller y presentada después en Copenhague, las organizaciones coincidieron en que “la forma de vida sustentada en la dependencia de la industria y en el petróleo para la producción de alimentos ha provocando efectos irreversibles en los ecosistemas, comprometiendo la calidad de vida de las generaciones actuales y futuras”. Por ello exigen “cambiar a un paradigma sustentado en prácticas productivas sostenibles que fomenten la soberanía alimentaría y el buen vivir”. Demandan también “políticas y leyes que mitiguen y detengan los efectos del cambio climático; que los países industrializados se responsabilicen del impacto negativo del calentamiento global, reduciendo en no menos de 40 por ciento las actuales emisiones hasta el año 2020, y en un período máximo de 50 años en no menos de 90 por ciento; que compensen los daños que están causando, disponiendo anualmente de al menos uno por ciento de su producto interno bruto, iniciando con 160 miles de millones de dólares de forma inmediata”.

Investigadora del Instituto Maya A.C. y parte del Comité Coordinador del PIDAASSA- México