Opinión
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Isocronías

Adiós a Arturo Suárez

L

a muerte del animador cultural que sin duda fue Arturo Suárez, ocurrida en diciembre pasado, aunada a la de David El Negro Guerrero, hace pensar en el fin de toda una etapa en la vida cultural tapatía. Nacidos con una diferencia de dos décadas, ambos constituían una referencia, un centro de atención, en lo que hace a la vida artística, radiofónica, periodística, editorial y algunos etcéteras más (bohemia, señaladamente), de la capital jalisciense.

Se diría que bordoneaban gran parte de las consonancias y ¿por qué no?, de las disonancias –generalmente, si bien no siempre, humorísticas– del movimiento creativo del Valle de Atemajac.

Convocantes, entrañables, con sentido del humor y apasionada entrega a sus respectivas labores, casi misiones: la radio, sobre todo para el chilapatío, el llamado Club de Periqueteros para Arduro Suaves, según rubricaba sus propias, afiladas y brevísimas invenciones: los periquetes, que el ensayista Ramiro Aguirre emparenta con, distinguiéndolos de, las greguerías: en aquellos el lenguaje prefiere lo popular.

Dice el editor Jorge Orendáin, uno de los contertulios: No es común encontrar en el medio literario a un personaje a cuyo alrededor confluyan muchas personas un día a la semana. Ese era Arturo, con quien desde 1989 muchos escritores, pintores, fotógrafos, etcétera, nos reuníamos en el otrora Café Gardel con el fin de pescar en el diálogo múltiple algún periquete. Esas reuniones fueron memorables. Iniciaban a la una de la tarde y solían terminar hasta las 10 de la noche (en el Gardel nos quedábamos como a las cuatro y de ahí hacíamos un peregrinar a diversas cantinas de Guadalajara).

Raúl Bañuelos aclara el seudónimo, que yo hubiera creído picaresco, en frase del propio Suárez: Suave con los amigos, duro conmigo mismo. Continúa el poeta: “Sus talentos fueron múltiples. Entre sus cualidades públicas y trascendentes: la poesía y la deconstrucción verbal llamada por él periquete. Y en las casi privadas (de privilegio para los amigos) el baile y la música. Otra vertiente fundamental fue su conocimiento amplio y profundo de la lengua española, con la que forjó un oficio y profesión: corrector de estilo (de excelencia)”.

Fernando Toriz, joven poeta, recuerda que en su primera visita al club, Arturo le hizo llegar “la sarna, un recuento de los mejores periquetes del sábado anterior. Di lectura entre carcajadas y el sentimiento de estar en una iniciación involuntaria. Lo de periquete es por el Periquillo Sarniento y por la alusión al breve espacio de tiempo, me explicó fugazmente, y después se sucedió una entretenida dinámica de periqueteo”. Por lo demás, agrega Aguirre, al inventor de las greguerías llamaba Arturo “Ramón Gómez de la Sarna”.

Descendiente de artistas, músicos, Suárez escribió también poesía y sobre poesía. En el Club de Periqueteros, que continúa reuniéndose, se habla justamente de reunir su obra al respecto.