El mundo y sus demonios de Carl Sagan María Elena Hope
En el libro de Ciencias Naturales de sexto grado y hablando del origen de la vida, se dice: “Para explicar cómo surgió la vida en la tierra, el ser humano se ha planteado varías teorías,
desde los puntos de vista religioso, mitológico y científico”. Luego menciona el creacionismo,
la generación espontánea, la fuerza vital, la panespermia y las teorías de Oparin y Haldane. Luego se pide a los alumnos investigar en qué consisten estas teorías, elaborar un escrito y un mapa conceptual. ¿Cuál es el problema? Que la noción de teoría, central en el pensamiento científico, queda en el mismo plano que las creencias y las especulaciones. A propósito del concepto de teoría que la sep propone a los niños de sexto grado, como se aprecia de la cita de Olac Fuentes Molinar con que da inicio este escrito, viene a colación volver a revisar un libro clave para la lucha por la razón y contra las seudociencias, El mundo y sus demonios, de Carl Sagan, originalmente publicado en 1995. En él Sagan propone el pensamiento escéptico como el medio para construir, comprender, razonar y reconocer la validez o invalidez de los argumentos. Acerca de una afirmación que, por ejemplo, dice: “hay un dragón invisible que escupe fuego en mi cochera”, nos remite a la pregunta obligada: ¿qué diferencia existe entre ningún dragón y el dragón invisible que escupe fuego?; si no hay experimento que pueda refutar lo dicho, ¿qué significa decir que ese dragón existe? Efectivamente, no hay cómo invalidar la afirmación, pero eso no prueba que sea verdad. El razonamiento escéptico hace posible una mente crítica y es fundamental en la naturaleza de la ciencia. Consiste en la construcción de argumentos razonados y el reconocimiento de argumentos falaces o fraudulentos. Para ello Sagan presenta su “equipo detector de sandeces” que incluye, entre otros, recursos para la confirmación independiente de hechos y herramientas para detectar las falacias más comunes de la lógica y la retórica. En estos tiempos, cuando incluso en un estado laico como el nuestro la educación básica oficial promueve que los estudiantes no aprendan a diferenciar entre conocimientos científicos –como la teoría del origen de la vida del legado darwiniano– y creencias o supuestos –como el de la “creación inteligente” –, que promulgan algunas iglesias y religiones, necesitamos rescatar el llamado de Carl Sagan con la urgencia de una alarma, un SOS a padres, escuelas y maestros a reconocer su misión educadora como un proceso de formación del pensamiento crítico, a unir sus voces contra la imposición de contenidos de “conocimiento” que en el mejor de los casos no son otra cosa que seudociencias, y a contribuir de manera activa para que, dentro y fuera de la escuela, nuestros niños y jóvenes alcancen a comprender la diferencia esencial entre ciencia y creencia, conocimiento y opinión. En esta lucha, continuación de la que Carl Sagan y sus colegas libraron en las páginas de El investigador escéptico, lo fundamental es formarse y formar a las nuevas generaciones para que aprendan a distinguir lo comprobable –porque puede ser puesto a prueba y verificado. 1. Versión escrita de la ponencia que presentó el autor en el coloquio A 50 años de los Libros de Texto Gratuitos, en El Colegio de México, el 10 de noviembre de 2009. www.educacioncontracorriente.org
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