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Ver día anteriorDomingo 3 de enero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El fatal reino energético del transporte
Y

a empezamos 2010. Uno de los retos viejos es tan nuevo como el que más. Y es que una vez más –y por desgracia– resolveremos nuestros requerimientos de transporte con un consumo cotidiano equivalente –para unificar la cuenta– a poco más de un millón de barriles de petróleo. Prácticamente representan la mitad de la energía que se consume en México (en el mundo, por cierto, el transporte representa 27.7 por ciento del consumo final, no 47 por ciento como en México).

Sí, la mitad del total nacional para movilizar personas y mercancías. De la forma más anacrónica e ineficiente. Con un componente principal no renovable y contaminante, altamente contaminante, el de los petrolíferos, cada vez más escasos y responsables de la mayor parte de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Y es que los petrolíferos aportan 99.8 por ciento de los requerimientos energéticos del sector transporte en nuestro país. Apenas el 0.2 restante se satisface con un poquito de electricidad y un poquitito de gas natural.

Por ello –la altísima dependencia del transporte de los productos del petróleo– 71 por ciento del consumo de estos productos en el país tiene que ir –no hay de otra– a dicho sector, para que sea consumido por los medios de transporte que, según diversos datos oficiales, se compondrían de las siguientes unidades: 1) autotransporte (cerca de 22 millones, 95 por ciento a gasolina, cuatro a diesel y uno por ciento de otro tipo, con edad promedio mayor a 16 años y rendimientos muy bajos); 2) aéreo (más de 7 mil); 3) ferroviario (más de mil locomotoras y cerca de 900 coches de transporte urbano); 4) por agua (cerca de 2 mil 500).

Esto permitiría decir que Pemex vive no sólo para el fisco –por la transferencia irracional de derechos de extracción de hidrocarburos– sino también para el transporte. Son sus dos patrones. Realmente. Pero, ¿de qué volúmenes de consumo diario hablamos? Con datos oficiales de 2008 y preliminares y estimados para 2009 en el que el consumo cayó un poco respecto de 2008, de casi 800 mil barriles diarios de gasolinas –92 por ciento de Magna y apenas 8 por ciento de Premium–; cerca de 300 mil barriles diarios de diesel –apenas 10 por ciento de éste desulfurado–; poco más de 65 mil barriles diarios de turbosinas; y también poco más de 25 mil barriles diarios de gas licuado del petróleo –ese que en un volumen cercano a 200 mil barriles diarios se consume en estufas y calentadores domésticos y comerciales–.

Una estimación prudente y cuidadosa de lo que se pagó por estos combustibles, por ejemplo en 2008, nos llevaría a señalar una cifra de 40 mil millones de dólares, 43 por ciento de una factura energética final del orden de 94 mil millones de dólares de 2008. Esta factura sumaría los pagos de los sectores residencial, comercial, público, industrial, agropecuario, del transporte y, finalmente, el de los usos no energéticos como el de la petroquímica, pagos por su consumo de combustibles sólidos, petrolíferos, gas natural y electricidad. Siendo esto así, el pago por el llamado consumo final de energía en el país representaría cerca de 8.7 por ciento del PIB. Por su peso en el total, la factura se ordenaría así: transporte (43 por ciento), industrial (26 por ciento), residencial, comercial y público (19 por ciento) y agropecuario (2 por ciento). El 10 por ciento restante sería el pagado por ese consumo no energético, básicamente de insumos para la petroquímica y algunos otros usos industria.

Esto muestra que el transporte es el campeón del consumo de energía en México. Y que cualquier solución a los problemas de contaminación y cambio climático que no se estructura sobre una modificación radical de las formas de satisfacer los movimientos de personas y mercancías, es pura, pero pura demagogia. Ahora bien, la mayor concentración de combustibles del sector se da en el autotransporte, con 91.8 por ciento del total sectorial. Le siguen el aéreo con 5.4 por ciento; el marítimo con 1.6 por ciento; el ferroviario con uno por ciento; y, finalmente, el eléctrico con apenas 0.2 por ciento del consumo sectorial de energía del transporte en México. Esto permite decir, sin ninguna duda, que en México sobresalen el autotransporte y los petrolíferos ligeros (gasolinas, diesel y turbosinas). El primero –insistiendo un poco– concentra 91.8 por ciento de la energía consumida por el sector. Y los segundos –también insistiendo un poco– aportan 97.9 por ciento de la energía necesaria para que se movilicen personas y mercancías en México. Esto significa que son –sin duda– unos de los responsables principales de las emisiones. No olvidemos que éstas son una de las principales razones para intentar el remplazo de los sistemas mecánicos de transporte por sistemas eléctricos.

¿Qué deberemos hacer a este respecto en los próximos 10, 15, 20 o más años? ¿Qué? Por lo pronto deberemos estudiar más, mucho más este asunto del transporte. Y desarrollar prácticas personales y familiares más progresivas…De veras...