Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de diciembre de 2009 Num: 771

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Julio Ricci: narrador y personaje
ALEJANDRO MICHELENA

Cuentos chinos, bestsellers y utopías en la Feria del Libro de Frankfurt
ESTHER ANDRADI

El esperanto
RAÚL OLVERA MIJARES

La obra de Paz en Cuba
GERARDO ARREOLA entrevista con RAFAEL ACOSTA DE ARRIBA

Trieste, ciudad multiétnica
MATTEO DEAN

La Risiera de San Sabba
MATTEO DEAN

Respirar la pintura
RICARDO VENEGAS

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
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Alonso Arreola
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De instrumentos robados

“¡Urgente! El contrabajo del compañero Armando Rangél fue robado pues el instrumento se encontraba en el vehículo cuando fue asaltado para despojarle de su camioneta (x -trail Negra). Te suplicamos comunicarte con Armando Rangél si llegaras a tener cualquier dato de este instrumento para poder recuperarlo aun si es necesario pagando por él. El instrumento es un contrabajo búlgaro que lleva la voluta en forma de cabeza de león: 044 55 33 78 33 10. ”

Así decía el frenético y mal escrito correo electrónico que nos llegó hace algunos días. Venía en letras inmensas y con marcador amarillo. Enviado por la oficina de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, imaginamos lo que estaría sintiendo el dueño de este instrumento tan especial. He ahí lo que nos motiva a solidarizarnos con su anuncio y, de paso, tomarlo como pretexto para recordar algunos robos curiosos y hacer una propuesta hoy, cuando la tecnología lo permite.

S on bien conocidas muchas historias sobre músicos que ponen nombre propio a sus instrumentos, compañeros de giras interminables, objetos de caricia y estrangulamiento a quienes exigen ritmos, melodías y armonías emparentadas con el ánimo de cada noche. Asimismo, son conocidas las historias de robos y pérdidas irreparables, así como una que otra recuperación milagrosa. La más notable de los últimos tiempos: la del bajo Fender Jazz de Jaco Pastorius, apenas el año pasado. Momento extraordinario para la historia del bajo eléctrico, el instrumento apareció en la portada de la revista Bass Player, perfectamente restaurado e identificado. Su nuevo dueño y rescatista no quiso dar nombre ni aparecer en fotografía alguna. Y es que es difícil imaginar lo que podría alcanzar en subasta ese tesoro. No se trata de lo que vale como objeto, sino de lo que fue creado en él. ¡Imagine el lector lo que pasaría si se pierde o se roban el bajo Hofner de Paul McCartney! Si la famosa subasta de guitarras de Eric Clapton en Nueva York durante 1999 logró recaudar cerca del millón de dólares, qué sucedería hoy con el mayor emblema del ex Beatle.

En años recientes recordamos el robo de instrumentos a la banda de Iggy Pop en Canadá, la desaparición de la guitarra de Adrian Smith de Iron Maiden, la visita de ladrones al estudio de Amy Winehouse en Inglaterra, así como otras más antiguas: el robo de todas las guitarras de Keith Richards de los Rolling Stones, cuando grababa Exile On Main Street en Francia, o el de la mitad de las guitarras de Sonic Youth en 1999, mientras estaban de gira. O sea que, por más mal que esté nuestro país, no somos los únicos en sufrir el hurto de instrumentos con la posterior telenovela de su venta en el mercado negro.

Es tan generalizado el fenómeno que incluso existe la Stolen Global Database creada por la Federación Americana de Fabricantes de Violines y Arcos, entre muchas otras páginas que alrededor del mundo señalan pérdidas importantes, tanto en lo económico como en lo puramente sentimental. ¿Deberíamos organizarnos para tener registro, fotografías y descripciones de los instrumentos desaparecidos en México? Sería interesante, pues la gran mayoría de las veces ni el ladrón ni el nuevo dueño –del contrabajo de Armando Rangél, por ejemplo– saben nada sobre su calidad, costo real u origen, lo que causa maltrato y desperdicio de un objeto que lleva, probablemente, cientos de años sirviendo a la sensibilidad de diferentes artistas en dos continentes.

Inevitable es ahora recomendar el libro Las aventuras de un violonchelo, de Carlos Prieto, quien se dio a la tarea de rastrear el pasado de su instrumento principal llenando de significado su compañía. Ni qué decir sobre películas como El violín rojo, o simplemente El violín. Trátese de una antigüedad o de una baratija, en ambos mundos la relación entre las manos, el corazón y el instrumento provocan algo mejor para el futuro colectivo. También recomendamos esa pequeña y extravagante novela de Patrick Süskind, El contrabajo, en cuyas páginas se revela una magia poderosa en torno a quienes tocan el instrumento.

Así, pues, arrebatar un instrumento musical a quien lo posee en préstamo, siempre en préstamo aunque sea su dueño (los buenos instrumentos nos sobreviven por mucho), es uno de los daños más graves al arte. Es dejar sin voz ni palabra a quien no lo merece. Por ello, ya lo sabe el lector, si de pronto se encuentra un contrabajo con cabeza de león, no dude en acercarlo a su verdadero y único dueño, quien lo necesita para completar sección en nuestra Sinfónica Nacional.