Cultura
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El recinto de Brescia, Italia, aloja dos muestras, una de corte arqueológico y otra artístico

Oro y barroco de América Latina llegan al Museo de Santa Julia

Incas: origen... pretende acabar con la idea que la percibe como cultura reciente, sin pasado, dice el curador Antonio Aimi

Plus ultra... prueba que en AL el mestizaje no sólo fue racial

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Sobre estas líneas, una de las piezas que integran la muestra Incas: origen y misterios de la civilización del oro
Especial
Periódico La Jornada
Domingo 13 de diciembre de 2009, p. 2

Brescia. El Museo de Santa Julia, en Brescia, al norte de Italia, inauguró el 4 de diciembre y hasta el 27 de junio de 2010, una doble exposición de espesor internacional dedicada a Latinoamérica: la primera, de tipo arqueológico, centrada en la orfebrería preincaica; la segunda, dedicada al barroco latinoamericano de los siglos XVII al XVIII. A pesar de tocar temas tan diversos y contar con entradas independientes, ambas se complementan y se unen por un corredor.

Es el homenaje que el estado italiano dedica a las celebraciones del bicentenario de Independencia en la América hispana, denotando su interés por intensificar la cooperación y las relaciones económicas.

Tres muestras arqueológicas coinciden en este momento en Europa (Moctezuma, en Londres; Teotihuacán, en París) lo que denota un renovado interés por las culturas prehispánicas que respecto del pasado se ponen con un criterio distinto: el corte es menos extensivo (o dispersivo) y se privilegia un tema o un personaje específico sobre el cual profundizar.

El sentido de Incas: origen y misterios de la civilización del oro (con curaduría de Paloma Carcedo de Mufarech, Antonio Aimi y Giuseppe Orefici), como explica Aimi en su presentación, es demostrar que los incas son sólo la punta del iceberg de una cultura con espesor histórico de tres mil años, tan profundo y rico como el europeo. Queremos abatir la idea común que los percibe como cultura reciente y sin pasado.

La muestra se focaliza en el oro utilizado y elaborado por cuatro culturas anteriores a los incas: Cupisnique (1250 dC-100 dC), Vicus (100-400 dC), Moche (100 dC) y Chimú (1200-1470).

La exposición contiene el mayor número de objetos en oro y metales preciosos expuestos en el mundo. El efecto es espectacular, la museografía está concebida para crear estupor y un soporte didáctico en el visitante mediante el material audiovisual que se alterna con salas en total oscuridad, lo cual permite experimentar una sensación de deslumbre y maravilla ante piezas de altísima calidad debidamente iluminadas.

Suman un total de 270 obras, provenientes de los mayores museos peruanos, diseminadas en 10 secciones que tocan temas diversos con objetos no sólo en metal, sino también en cerámica, madera, pluma y bordado. Para Aimi, los bordados peruanos son los mejores del mundo. Ninguna cultura ha producido nada similar.

Aimi puntualiza que el oro inca es prácticamente inexistente, casi todo fue fundido por los españoles, que a diferencia de los italianos eran unos bárbaros, sin sensibilidad.

Según Aimi, la cultura italiana en el Renacimiento no era comparable a la de España; aquí grandes coleccionistas, como los Medici, sabían que eran piezas importantes; nunca las hubieran destruido indiscriminadamente.

Aimi recuerda cómo los Medici se interesaron por estos objetos cuando aún eran consideradas culturas inferiores. Conservaron diversos objetos que han llegado hasta nuestros días y que en España o Francia se perdieron. En Italia, las colecciones precolombinas más importantes son las que llegaron en el siglo XVI, presentes hoy en el museo Pigorini, en Roma, o en el de historia natural, de Florencia.

Arte con personalidad única

Por primera vez Italia dedica una exposición al barroco latinoamericano: Plus ultra: mas allá del barroco (con curaduría de Giorgio Antei).

El corpus es de 90 obras de las cuales una tercera parte proviene de museos y colecciones privadas mexicanas (Museo Nacional del Virreinato, Pinacoteca de la Profesa, Museo de la Basílica de Guadalupe y Colección Rodrigo Rivero Lake) coordinadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Plus ultra son las palabras que Carlos V utilizó en su emblema para remarcar que el imperio español había superado los límites geográficos que por siglos habían delimitado el mundo, manifestado simbólicamente por las columnas de Hércules.

Siguiendo esta idea, la muestra quiere subrayar que el barroco latinoamericano fue más allá de la matriz hispana, pero también allende el tiempo. Los modelos europeos se mezclaron con una cultura prexistente riquísima; el arte colonial no fue, por tanto, un arte satélite, sino uno con personalidad auténtica.

El curador Giorgio Antei guía por las salas dispuestas con criterio temático. En cada obra u objeto por él seleccionado, sale a flote una característica que el curador considera el rasgo característico del barroco latinoamericano: la mezcla y la contaminación.

El mestizaje no sólo fue racial, sino cultural; esto emerge en el arte. Al respecto, Antei puntualiza: En Latinoamérica los elementos populares filtran en la alta cultura; en Europa, por el contrario, hay exclusión de lo naif.

Estupefacientes biombos de arte nambam expresan también este mestizaje, según explica Antei.Los biombos eran hechos en Japón por comisionistas filipinos, por encargo mexicano, y eran transportados por el galeón de Manila que viajaba a América una vez al año.

Según Antei, este barroquismo no ha desaparecido en América. Por eso los tapices de la artista colombiana Olga de Amaral (1932) abren y cierran la muestra, porque fungen como bisagra entre ambas culturas que continúan vivas en la producción artística actual.