Visionario pionero de la ecología en México
FOTO: Concepción Pitalúa |
Mario González Espinosa
En su extensa carrera Efraím Hernández
Xolocotzi abordó muchos
campos en los que dejó una honda
huella por sus logros, su visión
vanguardista y su empeño en abrir brechas al
conocimiento. La ecología es una disciplina
en la que él realizó aportaciones pioneras en
nuestro país, aunque, en general, la subordinó
a entender las complejidades de su objeto
de estudio esencial: la agricultura. Insistía en
definir la agricultura de manera muy amplia,
como la actividad humana que deriva satisfactores
de las plantas, los animales, los microorganismos,
el suelo y el clima mediante
la transformación de los sistemas naturales,
realizada en forma sistemática y organizada
dentro de un contexto sociocultural concreto.
Por muchos años impartió cursos de contenido
ecológico, tanto en la Escuela Nacional
de Agricultura como en el Colegio de
Postgraduados: manejo de pastizales, geobotánica
y principios de ecología agropecuaria.
Además de sus enseñanzas en el aula, su visión
ecológica se difundió con obras como
Los tipos de vegetación de México y su clasificación
(1963), un trabajo de la ecología mexicana
que sigue como referencia ineludible,
y su libro Biología agrícola (1985). Siempre
enfatizó la necesidad de formar buenos herbarios
para estudiar los sistemas ecológicos.
Escasas personas cercanas al maestro Hernández
X. han seguido una trayectoria estricta
dentro de la ecología, pero es indiscutible
que su impacto en la investigación ecológica
fue amplio y profundo, y sigue vigente; quizá
desearíamos tener más vivos algunos tintes
que él le dio. Las preguntas ecológicas que
él consideraba útiles, dignas de atención y
esfuerzo intelectual, a la postre debieran dar
luz a la complejidad de las relaciones hombre-
naturaleza. En grandes proyectos para la
evaluación y manejo de recursos naturales
(Comisión Técnica Consultiva para la Determinación
de los Coeficientes de Agostadero;
Comisión para el Estudio Ecológico de las
Dioscoreáceas), figuras señeras de la ecología
en México recibieron de él, hace más de
50 años, influencia e inspiración para hacer
aportaciones dignas de una ecología mexicana
original.
El maestro Hernández X. percibió la
complejidad del uso sustentable de la vegetación
nativa, ya sea en ambientes áridos o
semiáridos mediante el manejo del pastoreo,
o en las selvas cálido-húmedas con la cosecha
de productos no maderables. Motivó el
estudio de problemas ecológicos fundamentales,
olvidados, e incluso desdeñados por los
ecólogos de los países dominantes en la disciplina.
Ejemplos: el efecto del disturbio humano
crónico en los ecosistemas naturales
bajo cosecha de baja intensidad; la dinámica
de la vegetación secundaria (“acahuales”) derivada
de las prácticas agrícolas y el pastoreo;
las relaciones entre las unidades naturales y
humanizadas en los paisajes agrarios, y los
mecanismos de coexistencia de las plantas
cultivadas en las milpas con las arvenses (que
él insistía en no llamar “malas hierbas”).
Un frente de la ecología mundial incluye
hoy la percepción integral que él tuvo. El estudio
de los sistemas humanizados ha ganado
aprecio entre la comunidad ecológica. Ya
no son vistos como temas de segundo rango,
o intratables, porque involucren la actividad
humana con la consecuente complicación
del marco darwinista. Ahora son retos intelectuales
relevantes, aunque a veces pareciera
que se reinventa la rueda. Posiblemente, el
maestro Xolo volvería a decir: “casi siempre
hay antecedentes”. La ecología mexicana
“dura” ha mirado a menudo más al exterior
que hacia su entorno inmediato para elegir
sus tareas; ante las corrientes actuales, quizá
más ecólogos mexicanos se animen a trabajar
en temas afines a la visión xolocotziana.
México vive un momento crucial para
su agricultura y para la conservación de su
biodiversidad y agrobiodiversidad. Se contradicen
las políticas públicas y las actitudes de
sectores de la sociedad, incluida la academia.
Mientras promueve fiestas populares y otros
elementos del patrimonio cultural, encomiable
en sí mismo, el gobierno no es consecuente
en evaluar cabalmente lo que puede
significar para la agricultura la introducción
del maíz transgénico. La reforestación simplista
atenta contra un preciado valor del
país: nuestra biodiversidad. Hay más casos
de este tipo. Ante esto, la ecología mexicana
podría volver un poco sobre sus pasos,
reflexionar sobre la obra de Hernández X. y
retomar cauces de quehacer teórico y experimental
que iluminen este tipo de cuestiones
tan apremiantes. Hay amplio margen para
contribuir a la ecología al dilucidar la racionalidad
ecológica de las prácticas agrícolas
tradicionales y, así, apoyar su integración en
una tecnología alternativa basada en el método
científico.
Investigador titular, ECOSUR, Unidad San Cristóbal
El diálogo interdisciplinario
Elena Lazos Chavero
¿Cuáles son las enseñanzas del maestro en el campo de la
interdisciplinariedad? Desde la formulación de la pregunta
de investigación hasta el desarrollo de la metodología,
la interdisciplinariedad debería ser nuestra guía epistemológica.
El maestro siempre nos trasmitió la idea de las interrelaciones
de los estudios agronómicos con las ciencias sociales. El
analizar el cómo, el porqué, el cuándo de los agroecosistemas
nos remitía al diálogo social, cultural, económico y político.
Para entender cualquier sistema agrícola, el maestro nos obligaba
a repensar la historia de las relaciones sociales que permitían
el florecimiento, la continuación o la terminación de algunas
prácticas agrícolas. La primera pregunta que el maestro nos
formulaba al describir un agroecosistema era ¿desde cuándo?
Para estar seguro de que no simplemente responderíamos con
una fecha, la segunda pregunta era ¿siempre fue así o cómo se
ha ido transformando? Y la tercera pregunta era naturalmente
¿por qué esa práctica agrícola o ese agroecosistema o ese instrumento
agrícola se ha mantenido o por qué se ha transfigurado?
Estas tres preguntas nos llevaban a reflexionar sobre un
concepto fundamental, la dinámica de los sistemas agrarios.
Este concepto englobaba tanto las sociedades de antaño que
practicaban tal o cual sistema agrario y las sociedades de hoy.
En ese paso, debíamos entender los factores ecológicos, sociales
y culturales que nos explicaban la tipología y la evolución
de los sistemas agrarios: desde la ubicación geográfica,
el clima, el tipo de suelos y de vegetación hasta la tenencia
de la tierra, el nivel tecnológico, la organización comunitaria,
los conflictos sociales alrededor de las tierras laborables y los
recursos naturales, las fiestas y la dinámica cultural.
Para Hernández-X. la cultura estaba en el centro de
todo agroecosistema. Por ello, cuando comenzamos nuestra
biología de campo en Zongolica, Veracruz, el maestro
nos mandó a leer el trabajo de Arturo Warman titulado La
danza de moros y cristianos, publicado por primera vez en
1972. Si bien esta danza representa las danzas de conquista,
al terminar de leer la obra, no entendíamos su relación con
nuestro objeto de estudio: la dinámica de las milpas entre
los nahuas de Zongolica. Nos llevó varios meses entender la
integración de la milpa nahua de esta región en el contexto
de dominio/dominado, explotado/explotador. La problemática
de la milpa no residía en el “atraso tecnológico” que
otras escuelas y líneas de investigación de los años 80s nos
enseñaban. Tampoco residía en las prácticas agrícolas, ya
que éstas resultaban ser parte de una dinámica ecológica
compleja: a) el manejo de la fertilidad y la búsqueda de nutrientes
por medio del cuidado de los tocones de árboles de
la familia Leguminosae y b) el manejo de las plagas por medio
de la diversidad y de una tipología compleja de cultivos.
Entonces si las respuestas a nuestros objetivos no se concentraban únicamente en aspectos tecnológicos o agronómicos,
debíamos buscarlas alrededor de la simbolización y
el significante de la danza de moros y cristianos, desde lo
conquistado y dominado, desde la verdad antagónica entre
campesinos y agrónomos. Claramente esto nos conducía
a contextualizar la dinámica de la milpa en una realidad
socioeconómica, cultural y política.
Por otro lado, la dinámica de los sistemas agrarios partía
de una visión regional. Aunque estuviéramos describiendo
un agroecosistema en una comunidad, estábamos obligados
a asomarnos a las comunidades vecinas. ¿Estudiábamos una
excepción o una comunidad que formaba parte de una dinámica
general? La dinámica regional nos encuadraba la dinámica
de los sistemas agrarios: principalmente, los mercados
como fuentes de intercambio de conocimientos y de material
genético pero también como centros reguladores económicos
y como centros de toma de decisiones políticas. Para Hernández
Xolocotzi, los mercados eran un hecho social total.
Inspirado en Marcel Mauss, el don era agonista, ya que los
vínculos no mercantiles (intercambios o trueques) a la vez
que creaban vínculos sociales, obligaban a quienes lo recibían
a dar un contradon. En este sentido, el hecho social total
conllevaba dimensiones económicas, religiosas, políticas y
culturales y esto estaba en los objetivos de las investigaciones
agronómicas de muchos alumnos y alumnas del maestro.
Por tanto, el diálogo entre la dinámica de los sistemas
agrarios y la dinámica social y cultural de las comunidades
rurales nos remitía a enlazar la biología, la agronomía,
la antropología, la historia y la sociología, principalmente.
Nuestras preguntas de investigación y nuestras herramientas
metodológicas se nutrían de la interdisciplinariedad.
Nuestros libros de inspiración provenían desde los clásicos
de la antropología con Angel Palerm y Arturo Warman
hasta los clásicos de la etnohistoria sobre los sistemas agrarios
de Teresa Rojas, Marcus Joyce, Kent Flannery.
Metodológicamente, recorríamos las milpas, con la libreta
bajo el brazo, para pescar toda minucia agronómica,
pero también para escuchar toda historia relativa al manejo
de la parcela. Las familias campesinas, mayas, nahuas o
mestizas eran la fuente de nuestro entendimiento y como
tal debíamos razonar no sólo sobre el mundo del agroecosistema
sino sobre el mundo rural.
Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM |
|
|