Opinión
Ver día anteriorSábado 12 de diciembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jazz

Pablo Prieto, Gallina Negra e Iraida Pianista

P

ablo Prieto nunca ha querido descubrir el hueso del agua tibia ni reinventar la síncopa. Él sencillamente quiere navegar en la pureza del jazz sin adjetivos, sin fusiones ni infusiones ni mayores etiquetas. En el jazz clásico. Y lo hace estupendamente bien. Además, el baterista se sabe rodear de estupendos músicos, y esto hace que sus conciertos y sus discos sean siempre garantía de calidad y buen gusto.

En su primer disco (Body & Soul, 2005) convocó a la guitarra de Alberto Medina, al contrabajo de Carlos Maldonado y el sax tenor de Kennedy Noriega. A mediados de 2009, para armar el cuerpo de su segundo compacto, Summer Song, se despachó con la grandeza de Miguel Villicaña y Agustín Bernal en piano y contrabajo, en ese orden, y con el saxofón cubano de Jorge Brauet, quien desde hace cuatro años se deja ver por los diferentes escenarios del jazz nacional.

Admirador confeso de Dave Brubeck, Prieto repite algunas dosis de esta leyenda viviente (que cumplió 89 años el pasado 6 de diciembre, con apapachos de Barack Obama), al igual que en el álbum debut; aunque en esta ocasión el mismo título, Summer Song, provenga de la cantera brubeckiana. Hay además temas de Postma, de Rodgers y Hart; de Waynes Henderson, y de los maestros Villicaña y Brauet (éste último nos sorprendió en grande con la agudeza de sus trazos).

En el otro extremo de la arena, donde el prisma de las cosas es totalmente diferente, un septeto fusiona con desenfado y maestría los diferentes colores e intensidades del rock (con aromas de punk y progresivo), del jazz (que improvisa y renueva armonías) y de la música mestiza de estas tierras (que abreva de los tantos y tantos Méxicos que es México).

El grupo se hace llamar Gallina Negra, se mueve ante la batuta (y el bastón de mando y los conceptos) de Jorge Calleja y acaba de entregarnos su cuarto cd: Parachicos y Paraviejos, álbum doble que huele a tierra mojada, a yerba quemada, como los ancestros, pero que igual evoca la humedad de las banquetas, la gasolina en combustión o el estrés del hombre de la mancha urbana, como ellos y nosotros y los que vienen detrás.

Ecos del son istmeño, abajeño, huasteco o jarocho que se rediseñan en un verdadero caudal de posibilidades sonoras y que aterrizan en una serie de temas individuales, indivisibles, redondos, brillantes, sin parches de utilería y sin chovinismos baratos. La música de Gallina Negra surge como un hallazgo real (y agradecible) entre la sobreoferta de sonidos con que nos bombardean de día y de noche por todos lados.

Jorge Calleja se encarga de guitarras, jaranas, sonrisas discretas, requinto jarocho, ukelele, trompeta, marimba, sintetizador y además canta (y bien). El septeto lo complementan Mario Contreras (violín y arpa de boca), Iván Esquivel (batería), Omar López (saxofón), Juan Carlos Pacheco (acordeón, teclados y coros), Alberto Salas (bajo) y Eduardo Velázquez (flauta). Además, en el disco aparece Adriana Calleja como violinista invitada.

Un imponente rascacielos armado con girones de callejón.

Iraida Noriega se presenta este 12 de diciembre en El Convite (Ajusco 81, colonia Portales), y lleva consigo la pasión, la belleza, la sensibilidad, la irreverencia y la consabida sobredosis de energía que despliega en cada concierto. Por si fuera poco, Aarón Cruz estará en el contrabajo y Gustavo Nandayapa en la batería.

Pero además, y he aquí lo verdaderamente sorprendente y atractivo del asunto, Iraida debuta como pianista. Por supuesto que ella le ha entrado al piano desde niña (la imagen de Freddy Noriega, su padre, es imborrable), pero fue hasta hace un mes que se dejó convencer, y hela aquí, acompañándose desde la intimidad de un teclado y unas cuerdas. Vaya pues. Puede reservar en el télefono 5601-2260. Salud.