
Archivo Efraím Hernández Xolocotzi,
Colegio de Postgraduados |
El maíz y sus investigadores Rafael Ortega Paczka
Efraím Hernández Xolocotzi (1913-
1991) ha sido el más destacado estudioso
del maíz en México hasta la
fecha. Estudió y describió al maíz
y a las culturas tradicionales que cultivan y
viven de esta planta como algo vivo y en continua
evolución. Su obra se explica en gran
parte si se toman en cuenta: sus rasgos personales
y de carácter, la sólida formación dentro
de su familia y en las instituciones donde
estudió, la existencia de instituciones que le
permitieron desarrollar sus actividades y el
haber conocido y estudiado por largo tiempo
a un México en plena evolución, pero que
aún conservaba, y en cierto grado aún conserva,
gran parte de su rica cultura rural tradicional.
Su obra es básica para entender la
agricultura mexicana del
siglo XX y a la vez tiene
gran actualidad debido a
que fue un profeta sobre
muchos de los problemas
que nos aquejan y sobre
la manera más adecuada
de abordarlos.
Entre los investigadores
que más influyeron
en sus trabajos sobre
maíz se encuentran:
Edgar Anderson, quien
escribió obras fundamentales
respecto del maíz
de México y Mesoamérica
anteriores a Razas
de maíz en México; Paul C. Mangelsdorf,
su profesor en la Universidad de Harvard y
posteriormente asesor principal de la obra
citada; el doctor Charles Gilly, quien trabajó
sobre teocintle y maíz; Edwin J. Wellhausen,
primer autor de Razas de maíz de México, y
George Beadle y Jack Harlan, grandes investigadores
sobre el origen de la agricultura y
las plantas cultivadas a nivel mundial.
Entre las obras del maestro Hernández X.
enfocadas al estudio del maíz, destacan:
Razas de maíz en México (Wellhausen
et al., 1951). La obra más consultada y citada
sobre el tema en México. A pesar de ello,
me parece que tiene varias limitaciones que
no corresponden a la cosmovisión y manera
de escribir de Efraím Hernández X., pues se
atribuye escaso papel consciente a los campesinos
mexicanos en el origen, evolución y
conservación de la diversidad del maíz. Esto
se debe probablemente a la autoría principal
de Edwin J. Wellhausen y la asesoría de Paul
C. Mangelsdorf. Resulta interesante comparar
esta obra con las que publicó Edgar
Anderson sobre maíz en Mesoamérica, así
como con Graneros de maíz en México, escrita
por el maestro Xolo por ese tiempo, las
cuales se pueden considerar obras maestras
de la etnobotánica, campo científico que se
consolidaría 20 años después.
Artículo sobre cinco nuevas razas de
maíz en el noroeste de México (Hernández
y Alanís, 1970). Aborda una región poco
estudiada hasta entonces. Pone especial
interés en estudiar y dar a conocer el papel
central que han jugado las personas, particularmente
los pueblos indígenas, en el origen,
mantenimiento y la evolución de los maíces
criollos del área, rectificando a Wellhausen
et al. (1951). Su riqueza y profundidad de
análisis es muy superior a muchas obras posteriores
y actuales sobre diversidad de maíz
en México. Aunque los autores de esta obra
no lo indican, el noroeste constituye un tercer
centro de diversidad de maíz en México,
además de la meseta central y el centro de
Chiapas, esto es necesario subrayarlo ante las
autorizaciones para que se experimente con
maíces transgénicos a cielo abierto en áreas
del noroeste del país.
Exploración etnobotánica
y su metodología
(1971). Obra básica y fundacional
de la etnobotánica.
Además de su gran
valor científico, tiene un
gran valor literario. Recoge
impactantes vivencias
personales que tuvieron
lugar durante sus trabajos
de recolecta de maíces nativos
y otras plantas durante
sus recorridos intensos y
profundos por Colombia
y México (1968-71). Redescubre,
es impactado y
nos transmite la riqueza de plantas y de conocimientos
en torno a ellas de las áreas rurales
de estos dos países, muchas de las cuales recorría
por primera vez gracias a la construcción
de nuevos caminos y el uso de transportes no
muy comunes ahora, como son viajes por ríos
a bordo de lanchas y vuelos en avionetas.
Desafortunadamente no escribió una obra
que abarcara de una manera profunda el conjunto
de los trabajos sobre tecnología tradicional
que coordinó en cinco regiones del país
de 1976 a 1980; por el contrario, sus discípulos
que laboraron en el proyecto “Dinámica de
la milpa en Yucatán”(1979-2001) compilaron y
publicaron en forma póstuma algunos de los
resultados de esta larga experiencia.
Lo mejor que podemos hacer para honrar
su memoria es: a) leer y releer con cuidado
sus obras, seguramente cada vez que
las leamos encontraremos nuevas facetas y
aspectos fundamentales que en una lectura
anterior no detectamos; b) profundizar en el
conocimiento y mejor aprovechamiento de
las plantas de interés a México, en particular
del maíz y su diversidad, y c) formar recursos
humanos que posean sólidos conocimientos
de las ciencias y humanidades y que con base
en ello pugnen por desarrollar al país, especialmente
a sus comunidades rurales, con
base en sus propias tradiciones.
Pilar de la etnobotánica mexicana
Patricia Colunga García-Marín y Daniel Zizumbo Villarreal

Archivo Efraím Hernández Xolocotzi, Colegio de Postgraduados |
En 1971 el maestro Xolo dictó por primera
vez su curso de etnobotánica en
el Colegio de Postgraduados (CP) de
Chapingo. En el mismo año publicó
La exploración etnobotánica y su metodología y en
1973 definió formalmente el campo de enseñanza
e investigación que quería impulsar en el CP:
Etnobotánica: la interrelación hombre-planta en
las dimensiones tiempo, geografía y cultura. Tres
momentos históricos claves que lo llevaron a ser
uno de los pilares de la etnobotánica mexicana,
maestro e investigador cuya influencia ha permeado
a todas las instituciones de donde han surgido
etnobotánicos, hayan sido o no sus discípulos
directos, creando una escuela y una influencia
identificadas como el enfoque “xolocotziano” de hacer etnobotánica, que ha perdurado
en el tiempo gracias a la actualidad y pertinencia nacional de su pensamiento.
Eran los años posteriores al 68; muchos de los estudiantes, profesores e investigadores
de las ciencias agronómicas, biológicas y antropológicas buscaban el compromiso
social de sus disciplinas. La etnobotánica brindaba esta posibilidad. En su Formulación
de una tesis etnobotánica (1986) el maestro Xolo nos lleva brevemente a recorrer el camino
que lo condujo “a plantear un enfoque variante del concepto de etnobotánica en
México” y a establecer una cátedra de esta disciplina.
Sus estudios de agricultura práctica en la Universidad de Cornell; su maestría en artes
en la Universidad de Harvard bajo la asesoría del doctor Paul C. Mangelrsdorf; seis años de
experiencias con las comunidades ejidales de Tabasco, y la exploración etnobotánica en
Latinoamérica de maíz, frijol y otros cultivos, bajo la guía del doctor E.J. Wellhausen, lo
convencieron de que la gran riqueza cultural mexicana, estructurada durante los últimos
diez mil años por los grupos humanos que constituyeron uno de los centros de origen de
agricultura y domesticación de plantas más importantes del mundo, podría ser la base, junto
con el aporte del conocimiento científico, para dar un salto cuántico a la solución de la
problemática del uso de nuestros recursos naturales. Salto que sería incapaz de realizar el esquema
oficial de investigación y desarrollo al partir de recetas desarrolladas principalmente
en Estados Unidos bajo condiciones ambientales, culturales y sociales distintas.
Este convencimiento lo llevó a plantear un enfoque muy particular de la etnobotánica, caracterizado por: (1) un concepto amplio y novedoso de la agricultura, como “el manejo humano de los recursos naturales”, y de la Tecnología Agrícola Tradicional
(TAT), como “los elementos culturales emanados del conocimiento empírico acumulado
por las etnias rurales durante miles de años”; esta concepción, por su amplitud, lo llevó
a plantear al estudio de TAT en el centro de la interrelación humano-planta. (2) Una
metodología que parte del concepto fundamental de que TAT se da en tres dimensiones:
tiempo, medio ecológico y cultura, por lo que los estudios forzosamente debían ser una
tarea interdisciplinaria. (3) Que debía ser “investigación de huarache”, ir al terreno de los
hechos, con la gente que está realizando las acciones. (4) Principios éticos que plantean
que esta disciplina debe impulsar una identidad cultural que valore y desarrolle las aportaciones
de nuestros pueblos. Y (5) que impulse un crecimiento material, con conservación
sostenida de los recursos naturales, y que conlleve bienestar social, humanístico, con
amplias posibilidades de desenvolvimiento cultural del segmento de nuestra población
tradicionalmente marginado, desposeído y explotado: los campesinos tradicionales.
Su enfoque nos atrajo a numerosos estudiantes, a investigadores establecidos o en
ciernes: agrónomos, biólogos, etnólogos, historiadores, sociólogos, economistas, etcétera,
para ser discípulos directos o asesorados por él. Bajo su dirección se generó gran cantidad
de información pertinente para su aplicación al desarrollo de TAT. El curso formal estaba
estructurado por lecturas, prácticas de campo y ensayos de investigación. Las lecturas
incluían temas básicos y aplicados, con gran cantidad de traducciones hechas por él. Las
prácticas se enfocaban a conocer de manera directa la problemática agrícola, ambiental y
sociocultural, mediante viajes a diferentes regiones del país. Los ensayos de investigación
eran libres, según el interés del alumno. Pero lo central de su enseñanza era la parte no
formal, “las terapias xolocotzianas”, que consistían en preguntarnos permanentemente
¿por qué?, ¿para qué? ¿para quién? Su trabajo de investigación siempre estuvo ligado a la
enseñanza. Sus alumnos, directos e indirectos, su grupo de investigación de las décadas
de los 60s, 70s y 80s, formados en diferentes especialidades, estamos hoy por buena parte
del país, con la responsabilidad de seguir sus principios metodológicos y éticos.
Centro de Investigación Científica de Yucatán
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