12 de diciembre de 2009     Número 27

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada


FOTO: Concepción Pitalúa
SEMBLANZA (1913-1991)

Juan Pablo de Pina García

Mientras la agricultura y el campo son territorios cada vez más devastados por la modernización neoliberal –maíz transgénico incluido –las enseñanzas y el pensamiento crítico, humanista y ético de Efraím Hernández Xolocotzi, el maestro Xolo, están plenamente vigentes. Ingeniero agrónomo y profesor investigador de la Escuela Nacional de Agricultura (ENA), el Colegio de Postgraduados (CP) y la Universidad Autónoma Chapingo (UACh) por décadas, Hernández Xolocotzi insistió en la necesidad del estudio y la revaloración de la agricultura campesina e indígena como fundamento para el conocimiento de la realidad mexicana y la formulación de opciones y proyectos de futuro y desarrollo nacional verdadero.

Hijo de un campesino y una maestra, Efraím Hernández Xolocotzi nació en San Bernabé Amaxac de Guerrero, Tlaxcala, el 23 de enero de 1913, debiendo emigrar a temprana edad con su familia a Estados Unidos por razones económicas. En Nueva York desarrolló su formación básica y los estudios de agricultor práctico, para luego obtener el título de ingeniero agrónomo en la Escuela de Agricultura de la Universidad de Cornell. Al término de sus estudios profesionales regresa a México, para empaparse de sus raíces rurales, conocer profundamente las regiones agrícolas de México gracias a su trabajo en la embajada estadounidense y la Oficina de Estudios Especiales, y enfrentar creativamente el choque intelectual entre lo aprendido en las aulas del norte y la realidad mexicana. Obtiene posteriormente la maestría con especialidad en biología en la Universidad de Harvard, siendo también distinguido como doctor honoris causa por la UACh y por el CP.

En febrero de 1953 ingresa como profesor en la ENA, fecha a partir de la cual continúa sin pausa y hasta su muerte su fundamental vocación docente que, unida con su afán de conocimiento y capacidad investigativa, lo llevan a replantear cuestiones cruciales para la orientación educativa agronómica prevaleciente, comenzando por la necesidad de que los presentes y futuros agrónomos salieran al campo a escudriñar y conocer el entorno y generar con la práctica las preguntas requeridas para investigar y producir conocimientos directos, no librescos, en torno a la agricultura mexicana, con base en lo que llamó, con originalidad y elegancia, “la investigación de huarache”

A partir de años de trabajo académico y científico, Hernández Xolocotzi cuestionó las visiones tecnocráticas propias de la revolución verde –conocidas por él de primera mano– que reducían la “ciencia agrícola” al conocimiento de la tecnología de producción, sus insumos y su aplicación. El maestro Xolocotzi plantea que el centro del fenómeno, el eje del proceso productivo y social agrícola es el hombre, y es por tanto de los agricultores de los que hay que aprender puesto que son los “gestores, receptores y transmisores de técnicas de producción agrícola integral y conservadores de una cosmovisión (…) el agricultor mexicano surge como educador en el ámbito agrícola”. El estudio insistente y nutriente del campesino y de la agricultura tradicional en la búsqueda de opciones para la producción y tecnología, la educación y las ciencias agropecuarias le llevan a postular y generar la investigación de la tecnología agrícola tradicional y el desarrollo del concepto de agroecosistemas para conocer de manera global los niveles y unidades presentes en la agricultura, concebida como proceso complejo y global de carácter ecológico, social y cultural.

Por sus búsquedas, Efraím Hernández Xolocotzi fue también pionero en las preocupaciones por los graves efectos de carácter ecológico y ambiental que la expansión de la agricultura capitalista y los paquetes tecnológicos estaban provocando sobre la naturaleza y el campo mexicanos. Además de demostrar que la agricultura tradicional era más eficiente en términos energéticos que la llamada “agricultura científica”, el maestro Xolo formuló insistentemente la necesidad de incorporar enfoques agroecológicos tanto en la producción agropecuaria y forestal como en la formación de agrónomos, biólogos y profesionales dedicados al servicio de lo rural.

Efraím Hernández Xolocotzi muere el 21 de febrero de 1991 en el campus de la Universidad Autónoma Chapingo. Conforme las opciones trasnacionales y empresariales en boga prosiguen con la devastación del campo mexicano, la labor estudiosa, crítica y propositiva del maestro se agiganta con el tiempo y su figura es ejemplo de honestidad intelectual y ciudadana. En los esfuerzos y luchas por defender y reconstruir la agricultura y la nación en estas horas aciagas, la obra y el ejemplo de Efraím Hernández Xolocotzi tienen y tendrán sin duda lugar prominente.

Un personal estilo para enseñar

Manuel Roberto Parra Vázquez

Cuando en enero de 1967 ingresamos a la Escuela Nacional de Agricultura (ENA), dos cosas impresionaron vivamente a los 86 integrantes de mi generación: el campus mismo y la cátedra inaugural con que fuimos recibidos por el maestro Xolo, quien con una enorme pasión nos inició en el conocimiento de los sistemas agrícolas de México. Entonces no imaginábamos la confrontación que se gestaba entre estos dos símbolos.

En ese entonces el viejo campus de la ENA estaba siendo ampliado para albergar a las dependencias que integraban el Plan Chapingo, el cual tenía como objetivo reunir en un mismo espacio a las instituciones responsables de la investigación, la enseñanza y la extensión agrícola. La entonces militarizada Escuela Nacional de Agricultura formaba a los ingenieros agrónomos requeridos por tres instituciones: el Colegio de Postgraduados (que en ese entonces formaba parte de la ENA), el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas y la Dirección de Extensión Agrícola. Las flamantes instalaciones del Plan Chapingo simbolizaban en cierta manera el triunfo de una forma de entender el desarrollo agrícola: la revolución verde, paradigma que daba fundamento a la planeación del sector agropecuario. En ese entonces eran pocos los que ponían en duda ese modelo de desarrollo. Más tarde me daría cuenta de que el maestro Hernández X. venía perfilando desde hacía décadas un paradigma alternativo.

A los ojos del maestro Hernández X., la educación agrícola superior era libresca, enciclopédica y exótica; era enajenante y estaba alejada de la realidad nacional; carecía de un dinamismo educativo, y tenía una franca tendencia tecnócrata. Asimismo consideraba que el ingeniero agrónomo se encauzaba hacia las labores burocráticas, que su mercado de trabajo se ubicaba principalmente en los programas gubernamentales y que la tendencia del ejercicio profesional se orientaba hacia el beneficio personal. Por añadidura, se inculcaba en los futuros agrónomos la idea de que “el profesional tiene todo el conocimiento; lo que se necesita para lograr el desarrollo [agrícola] es que el agricultor siga las indicaciones del ‘paquete tecnológico´ respectivo”.

Al analizar la situación de la investigación agrícola, el maestro Hernández X. consideraba que las limitantes ecológicas a la producción reducían cada vez más las posibilidades de aplicar los principios de la revolución verde, que había necesidad de programas vigorosos de investigación básica y aplicada y que el agrónomo no tenía las respuestas necesarias para lograr el desarrollo deseado.

Estas ideas no fueron escuchadas por los directivos de las instituciones agronómicas mencionadas, quienes estaban seguros de contar con el modelo adecuado para resolver los problemas agrícolas. Cuando alguien considera que ha entendido un problema, deja de buscar nuevas soluciones.

Para combatir el carácter libresco y extranjerizante de la educación agrícola, el maestro Hernández X. consideraba necesario delimitar espacialmente las diferentes áreas agrícolas de nuestro país, para luego proceder a describir esos territorios. Una primera aproximación a esta idea la encontramos en su artículo “Zonas agrícolas de México”, en el cual sentó las bases para diferenciarlas, clasificarlas y ubicarlas en un mapa de gran visión.

La enseñanza formal, consideraba el maestro Hernández X., “debe ser un proceso meditado y programado, y tener como objetivo la educación y el entrenamiento del educando y el educador, para que en un ambiente favorable, logren aprehender el proceso de obtener conocimiento”.

Además sostenía que “el continuo ejercicio de la conceptualización del método científico y su continua aplicación constituyen los cimientos de una docencia efectiva. Dicho proceso debe estar inmerso en la realidad histórica del conjunto social en el cual se va a funcionar, tomando en cuenta los aspectos ecológicos, tecnológicos, sociales y económicos de dicha realidad”.

El pensamiento y la acción del maestro Efraím Hernández Xolocotzi marcaron sin duda una época de la enseñanza de la agronomía en México. Sus principios, totalmente vigentes, están en riesgo de caer en el olvido: ¿tendremos la fuerza y la entereza para rescatarlos?