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CNOC: 20 años, una organización cafetalera independiente Fernando Celis Callejas
La Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC) nació en julio de 1989 integrada por una mayoría de organizaciones regionales independientes y grupos cafetaleros ligados a centrales campesinas nacionales como la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA) y la Unión General Obrera Campesina y Popular (UGOCP). En el pacto que dio origen a la CNOC, se acordó integrarla como una coordinación de organizaciones regionales, como un organismo gremial de cafetaleros independiente y plural y con una comisión de enlace y en torno a acciones conjuntas en demandas comunes. Las principales demandas en sus inicios tuvieron que ver sobre todo con acceder a financiamiento, a infraestructura de beneficiado del café y a cuotas de exportación, y también la exigencia de mejoras en el funcionamiento del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé) y de definición de los precios de garantía del aromático. Al considerarse como irreversible la liquidación del Inmecafé, la CNOC participó con las demás organizaciones cafetaleras nacionales en las negociaciones con el gobierno federal para la transferencia de la infraestructura del instituto y para el manejo de un fondo de los productores (el Fidecafé) que contaba con cerca de 100 millones de dólares. La CNOC apareció como una organización importante en la rama cafetalera y acreditó en 1995 un padrón firmado por cada productor y certificado por la autoridad municipal local, de 71 mil caficultores. Con sus aliados de la CIOAC y la UGOCEP, sumarían alrededor de 92 mil, contra los 86 mil que acreditó la Unión Nacional de Productores de Café (UNPC) de la Confederación Nacional Campesina (CNC). En la CNOC participan mayoritariamente indígenas de 20 grupos étnicos, de los estados de Chiapas, Oaxaca, Veracruz, Puebla, San Luis Potosí, Hidalgo, Guerrero, Tabasco y Nayarit. De 1990 a 1994 los planteamientos principales fueron en torno a comercializar directamente el café y para ello se formó una comercializadora nacional que en tres años se convirtió en la principal exportadora del grano entre los productores. También entonces se demandaban apoyos compensatorios por los bajos precios del café y para ello hubo movilizaciones importantes durante varios años. En este periodo la CNOC participó en un esquema de coordinación gremial, en el marco del Grupo Operativo Nacional, que definía con el gobierno federal los apoyos a la producción de café en un periodo de bajos precios; participó también en la administración del Fidecafé, estableciéndose varios programas de créditos para el acopio y la comercialización de café y de renegociación de adeudos. Buena parte de los grupos se orientaron a construir una alternativa de comercialización, la de producir café orgánico y venderlo en el llamado Comercio Justo, que en los periodos de precios bajos se ha convertido en un elemento fundamental para sostener los ingresos de las familias. Los que venden en los mercados convencionales tienen fuertes problemas para comercializar su café frente a la competencia de las grandes compañías trasnacionales. De 1995 al 2000 se tuvo un periodo de alza de los precios del café y se presentaron problemas con el gobierno federal debido a su obstinación de impulsar, principalmente por medio de los estados, un programa de fuerte aumento de la producción, que supuestamente cubriría la demanda de Estados Unidos después de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Desde sus inicios, este objetivo se vislumbraba inviable. De 2000 a 2004 se sufrió una fuerte crisis de bajos precios que, junto con la sobrevaluación del peso y la reducción de la producción, disminuyó los ingresos de las familias cafetaleras hasta en 70 por ciento. La migración y las nuevas estrategias de sobrevivencia de los productores disminuyeron la participación en las organizaciones. En esa época incluso los grupos que venden café orgánico en el Comercio Justo se vieron afectados por la crisis. Algunas organizaciones establecieron requisitos como el que sólo podían ser socios los que comercializaran por medio de la organización y fueran productores de café orgánico, lo cual disminuyó la membresía en algunas de ellas. Durante la década reciente, la CNOC ha actuado conjuntamente con las demás organizaciones cafetaleras nacionales en el planteamiento y la gestión de las políticas públicas para el sector, formando en 1997 un Foro de las Organizaciones Nacionales de Productores de Café y en 2005 un Consejo Nacional de Organizaciones de Productores de Café (CNOPC). Junto con otras organizaciones de campesinos como la ANEC, MOCAF, AMUCSS, UNOFOC, FDCCH, y MAIZ formó el Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas (CONOC). En 2003 participó en la formación del Movimiento El Campo No Aguanta Más y en la negociación del Acuerdo Nacional para el Campo. Asimismo, la CNOC ha seguido trabajando en fortalecer sus esquemas de venta de café vía el Comercio Justo; ha formado organismos de financiamiento y de ahorro y préstamo, e impulsa proyectos de mujeres, de servicios ambientales y ecoturismo y de diversificación de la producción y otras actividades.
Hoy la CNOC enfrenta varios dilemas. Por ejemplo: Cómo crecer numéricamente en un contexto de dispersión organizativa, de precariedad y utilitarismo de los productores, en que abundan las políticas de afiliación clientelar por medio de diversos programas con recursos públicos. La dificultad de trabajar de una manera más integral en función del conjunto de las condiciones de vida y estrategias de las familias campesinas. En sus 20 años, la CNOC ha sido radicalmente autónoma en relación a los partidos políticos y las instancias gubernamentales. Sin embargo, esto genera dudas en cuanto a si se debe tener una mayor participación en coaliciones políticas amplias, en la perspectiva de que debe impulsarse una mayor democratización del país y la conformación de un gobierno progresista que impulse nuevas políticas para el campo y para el conjunto de la sociedad. Ante las estrategias de diversificación de ingresos de las familias cafetaleras, se requiere un nuevo modelo productivo con menos inversión en capital y trabajo y aplicando intensivamente el trabajo de la familia. Si bien un buen número de productores de la CNOC venden su café en el Comercio Justo, deberían también impulsarse esquemas mínimos de regulación, como el de mayores pagos por calidad y el no uso de cafés dañados en el consumo interno, además de acuerdos con otros países que establezcan medidas que permitan mejorar los precios internacionales. La celebración el 22 y 23 de noviembre del 2009 de los 20 años de la CNOC, en Cuetzalan, Puebla, se dio en un contexto de fuerte crisis económica, de debilitamiento del Estado y de mayor intervención de las empresas trasnacionales en la cafeticultura. Allí se reconoció la importancia de mantener los principios que dieron origen a la CNOC y se tomaron acuerdos para impulsar su fortalecimiento. Entre éstos destacan trabajar para la incorporación de más campesinos a la Coordinadora, impulsar gobiernos progresistas con políticas a favor del campo y de los pequeños productores y enfrentar a las trasnacionales en la rama cafetalera. Además se acordaron propuestas de políticas públicas para el café y medidas internas para mejorar la producción y la comercialización, fortalecer los organismos financieros con que se cuenta, la diversificación de actividades y una mejor comunicación entre las organizaciones integrantes. Ponencia leída por el autor en el Encuentro Nacional de la CNOC Hacia un Plan de Ayala para el siglo XXI Armando Bartra La novedad es que a los cafetaleros no les está yendo mal. Después de un largo período de precios extremadamente bajos que rondaban los 50 dólares el quintal, en los tiempos recientes aumentaron algo las cotizaciones y se han mantenido en niveles aceptables. Pero esto no es consuelo pues, a cambio, hay en el mercado de café una gran monopolización. Concentración del aromático en unas cuantas empresas, favorecida por las políticas públicas que canalizan por medio de los grandes compradores recursos fiscales como los destinados a los viveros y la renovación, que debieran bajar vía las organizaciones de productores. De este modo y con la complicidad del gobierno, un puñado de empresas, como AMSA y Nestlé, han ido incrementando su control sobre la mayor parte de la producción y pretenden apoderarse del resto. Cosa preocupante pues les daría un dominio sobre los caficultores que no se veía desde los tiempos del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé), pero ahora ejercido por empresas privadas. Y es seguro que si hoy hacen buenas ofertas para atrapar incautos, una vez logrados sus propósitos monopolistas impondrían los precios que se les diera la gana.
El único obstáculo que se les opone son los cafetaleros organizados. Y sobre ellos se han ido, aprovechando que los precios altos en el mercado de café convencional hacen menos atractivos los que pueden conseguirse por vía de las organizaciones. Incluyendo los del grano orgánico vendido en el Comercio Justo, cuyos precios mínimos han sido superados más de una vez por las cotizaciones del mercado libre. Y muchas organizaciones están teniendo problemas para acopiar, porque una parte de los socios entrega menos café del que tenía comprometido, pues encuentra más atractivo irse con los acaparadores. Algunos hablan de traición, de que productores que en los años de bajas cotizaciones se beneficiaron de los buenos precios que pagaba su organización y también de los programas públicos que ésta canaliza, se olvidan de ella en cuanto un “coyote” –un acaparador al que siempre habían reconocido como enemigo– les ofrece un poco más. Es como si en el fútbol los aficionados sólo le fueran a su equipo cuando gana y le dieran la espalda cuando no anota tantos goles como de costumbre. El problema es grave. Pero no tiene caso lamentarse de la presunta traición de los socios. Más bien hay que preguntarse por qué hay productores que no le tienen amor a la camiseta, que ven a las organizaciones como un comprador más. Y probablemente la respuesta es que si las organizaciones se limitan a acopiar y comercializar, serán percibidas por muchos como un comprador entre otros, mientras que cuando las organizaciones, además de ser buenas empresas comerciales, atienden otras necesidades de los socios, los productores les tienen más fe. Probablemente hay que ir pensando en que una organización económica campesina es una empresa social, pero puede ser también una asociación que atienda problemas de ahorro y préstamo, de abasto de productos básicos, de salud, de alimentación, de vivienda, de transporte, de educación, cuestiones de rescate y valorización de la cultura. Probablemente hay que ir pensando en organizaciones que se parezcan más a una familia grande o a una comunidad que a una simple y despersonalizada empresa. Afortunadamente en CNOC hay buenos ejemplos de organizaciones diversificadas, y me parece que sus socios le tienen más amor a la camiseta que aquellos de las demasiado especializadas. Quisiera ahora hablar de un tema general que afecta a los pequeños productores de café pero también al resto de los campesinos. Porque, a lo mejor a los cafetaleros no les ha ido tan mal últimamente, pero lo cierto es que el campo está desfondado, está en ruinas.
El desastroso saldo rural del modelo neoliberal que inspiró las políticas públicas de las cinco últimas administraciones, ha puesto al agro mexicano al borde de una desarticulación extrema; una desarticulación que si dejamos pasar el tiempo quizá ya no tenga compostura. Es urgente, por ello, que los diversos actores interesados en salvar al campo, y en primer lugar los campesinos organizados, unan sus voluntades, unan sus fuerzas, unan sus saberes en la tarea de formular un gran proyecto de recuperación rural. Es necesario, es urgente, que quienes están comprometidos con el agro se pongan de acuerdo en lo que podríamos llamar el Plan de Ayala del siglo XXI. Proyecto estratégico para la salvación del campo, en torno al cual se pueda construir una convergencia social suficientemente amplia e incluyente como para forzar el necesario cambio de rumbo. Los tiempos de este proyecto los determina el que, literalmente, el campo no aguanta más. Pero también están asociados a la coyuntura simbólica del 2010. Año en que se rememoran las dos grandes insurgencias populares de nuestra historia, y en que sería muy importante que los campesinos y sus aliados presentaran a la nación un Plan de Ayala del siglo XXI. Pero los tiempos no sólo los determina la efeméride, los determina también la coyuntura electoral del 2012. Momento trascendente donde lo que estará en juego es la continuidad de una ruta que nos lleva al abismo o el cambio verdadero que inicie la regeneración rural y nacional. Lo que se busca con la iniciativa que llamo Plan de Ayala del siglo XXI es articular un acuerdo campesino estratégico en torno a un plan integral y de largo aliento. Convergencia y proyecto cuyo interlocutor no es el actual gobierno federal, precozmente desfondado. Ni tampoco el Congreso de la Unión, que es campo de batalla de los que se sienten candidatos a la presidencia de la República, y donde la propuesta se politizaría prematuramente. El Plan de Ayala del siglo XXI no va dirigido al actual presidente ni a los diputados y senadores, sino a los campesinos organizados y sobre todo a los no organizados, que son mayoría; a la opinión pública; a las fuerzas sociales y políticas del país y también a los actores, aun virtuales, de la sucesión presidencial del 2012. En 2012 lo que estará en juego serán apuestas político-electorales, en las que presumiblemente los actores rurales discreparán. Pero también se pondrán sobre la mesa proyectos de país. Visiones de futuro en los que pueden coincidir aun quienes tienen adscripciones políticas distintas. Es ésta la gran convergencia que se busca. Dos son entonces las tareas: consensuar el Plan de Ayala del siglo XXI y conformar un Consejo para la Salvación del Campo. Una gran convergencia donde estén representadas todas las fuerzas sociales, civiles y académicas interesadas en que en 2012 se rectifique radicalmente el modelo agrario seguido en el último cuarto de siglo. Ponencia leída por el autor en el Encuentro Nacional de la CNOC.
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