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Premios Nacionales 2009

El investigador fue galardonado en el rubro de disciplinas Físico-Matemáticas y Naturales

Jaime Urrutia pide visibilizar más las ciencias de la Tierra

Participa en estudio del cráter de Chicxulub, en Yucatán, laboratorio natural para entender la vida en el planeta

El académico de la UNAM comparte el reconocimiento con Alberto Darszon

 
Periódico La Jornada
Jueves 10 de diciembre de 2009, p. 4

Se define como un aventurero de la ciencia. Originario del pueblo minero de Santa Eulalia –que propició la fundación de la ciudad de Chihuahua en el siglo XVII– Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha dedicado su labor científica al estudio del magnetismo terrestre y a los efectos del choque de un meteorito con la Tierra hace 65 millones de años, que provocó la extinción de cientos de especies en el planeta, entre ellas, los dinosaurios.

Ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2009 en la categoría de Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales (que comparte con su colega del Instituto de Biotecnología, también de la UNAM, Alberto Darszon Israel), Urrutia manifiesta: Me gusta el trabajo que hago. Es un privilegio dedicarse a la investigación. Tengo libertad al poder elegir lo que deseo investigar y aprender. La satisfacción viene cuando se encuentra una novedad o se logra comprender algo que nadie había logrado. En cierta forma, es como cuando en la niñez descubría cosas no conocidas ni imaginadas.

El reconocimiento fue una sorpresa para el académico. En realidad no lo esperaba, creo que si uno viviera aguardando este tipo de cosas lo más probable es que termine frustrado. Pero fue una gran noticia. Ojalá con esto se logre visibilizar más las ciencias de la Tierra.

El universitario es uno de los científicos más reconocidos a escala mundial por su participación en el estudio del cráter Chicxulub, al norte de la península de Yucatán, que se generó por el impacto de un meteorito de alrededor de 10 kilómetros de diámetro.

Cuando habla de sus investigaciones sobre el cráter, que realiza desde hace 20 años, en su rostro aparece una sonrisa. Asegura que éstas son apasionantes porque explican aspectos fundamentales en la evolución y la vida del planeta, así como el funcionamiento de los subsistemas terrestres (interior, corteza, hidrosfera, atmósfera y sistemas de soporte de vida).

El cambio provocado por el impacto del meteorito “fue muy fuerte, porque propició el paso de la era de los reptiles a la de los mamíferos. En esa frontera desapareció entre 70 y 75 por ciento de las especies –vegetales y animales– de la Tierra. Hubo un efecto global que modificó los soportes de vida del planeta. Se extinguieron muchas especies marinas. En la superficie terrestre dejaron de existir casi todos los organismos que presentaban un peso corporal arriba de seis kilogramos”.

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Jaime Urrutia Fucugauchi, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, durante la entrevista con La JornadaFoto Guillermo Sologuren

También, agrega, se debe comprender cómo tras la colisión se presentaron mecanismos que así como acabaron con miles de especies, propiciaron que otras sobrevivieran y evolucionaran. Además de los grandes cambios en el clima, en las corrientes oceánicas, en los patrones de viento que propiciaron glaciaciones.

Sumado a todo esto, otra de las razones que orilló a Urrutia Fucugauchi a centrar sus investigaciones en el Chicxulub es que ese laboratorio natural, ese cráter, está en nuestro país, lo tenemos en casa y es una suerte. Se trata de una estructura única en la Tierra que se debe estudiar, es una especie de responsabilidad social.

El investigador refiere que al ser un proyecto multidisciplinario, en el estudio de la fosa ha tenido oportunidad de trabajar con colegas de todo el mundo y de diversas disciplinas.

Originario de un pueblo minero, las casualidades lo llevaron al estudio de las ciencias de la Tierra, aunque no exactamente en la minerología. Recuerda que en 1970, al igual que sucede con algunas disciplinas actualmente, la ciudad de México representaba la única opción para quienes deseaban ingresar a una carrera universitaria. Por eso migró de Santa Eulalia a la capital del país con la idea de estudiar ingeniería en computación y electrónica en la UNAM.

Ya en el Distrito Federal optó por la ingeniería geofísica. Su primer objetivo era dedicarse al trabajo petrolero; sin embargo, la necesidad económica lo orilló a realizar dibujo técnico para algunos institutos científicos de la máxima casa de estudios, donde descubrió las ventajas de la investigación. Realizó la maestría en la UNAM y posteriormente cursó el doctorado en paleomagnetismo en la Universidad de Newcastle, Inglaterra.

Para el investigador, las minas representan una parte fundamental de la historia de México, sobre todo en la época colonial, porque la economía se basó en la explotación de esos espacios. Por ello considera que ahora muchas pudieran convertirse en laboratorios históricos y científicos.

Podríamos enseñar cómo funcionó el país en el periodo colonial y posterior a la Independencia. También hacer un análisis de minerales y organismos que sobreviven en las rocas y que nunca han visto la luz solar; averiguar cuál es su fuente de alimento y qué energía usan.