Foto: María Emilia Martínez Negrete

Preescolar obligatorio

Mónica Velasco A. Vidrio

En mayo del 2002 la Cámara de Diputados emitió un decreto para adicionar al artículo tercero de la Constitución la obligatoriedad de la educación preescolar. Para cumplir con este decreto se establecieron como plazos: 2004-2005 para el tercer grado, 2005-2006 para el segundo y 2008-2009 para el primero, destinado a los niños de tres años (Diario Oficial de la Federación, 15 de mayo de 2002).

Esta obligatoriedad tiene su origen en el planteamiento del Programa Nacional de Educación 2001-2006, en el que la Secretaría de Educación Pública se propone dar atención a niños y niñas menores de seis años con el fin de mejorar la calidad del proceso educativo, estableciendo un ciclo formativo que tenga objetivos comunes y prácticas educativas congruentes desde preescolar hasta secundaria, conformando así un proyecto integrado de educación básica obligatoria para toda la población. No obstante, cumplir este propósito tiene fuertes implicaciones: por un lado, trabajar en una reforma del currículum de preescolar y la consiguiente capacitación de los maestros de este nivel y, por otro, la habilitación de espacios suficientes para dar atención a la población en ese rango de edad.

La reforma del currículum para este ciclo se publicó oficialmente en el Programa de Educación Preescolar 2004 y consiste básicamente en una estructuración que se integre y facilite la continuidad con el currículum de primaria, desarrollando, sobre todo, una serie de competencias (habilidades y actitudes) en relación con la autoestima, la convivencia, la interacción social, el respeto por los otros y el desarrollo de conocimientos. Estas habilidades y actitudes, en conjunto y de manera organizada, le permitirán al niño de preescolar desenvolverse íntegra y eficazmente en la vida cotidiana.

Con ello se establecen diferentes áreas de trabajo (campos formativos): el desarrollo personal y social; el lenguaje y la comunicación; el pensamiento matemático; la exploración y el conocimiento del mundo; la expresión artística y el desarrollo físico y la salud, planteando en su conjunto un trabajo educativo muy completo, acorde con la importancia y trascendencia que tiene la etapa de vida del preescolar, y sustentado desde las perspectivas de la psicología y la pedagogía, que destacan la importancia fundamental de los primeros seis años de vida para la formación de la personalidad, el desarrollo del lenguaje y la adquisición de los patrones de conducta y los hábitos básicos de la convivencia.

La obligatoriedad del preescolar –entendida como la aplicación de un programa curricular obligatorio– proveería, entonces, la estructura formal de trabajo docente para facilitar el desarrollo en esta etapa, cuidando y valorando todos sus aspectos. Sin embargo, su realización enfrenta diversos problemas.

Por una parte, restringe los espacios de convivencia y cuidado provisto por los padres de familia, cuya presencia en esta etapa de vida es igualmente importante para el desarrollo de la personalidad. Es fundamentalmente en el seno de la familia donde se sientan las bases del reconocimiento personal, la confianza básica para explorar el mundo y disponerse al aprendizaje, así como la seguridad afectiva a partir de la cual se establece el proceso de socialización.

Además, aunque el punto de partida para la obligatoriedad de la educación preescolar es la intención de “mejorar la calidad del proceso educativo” –como lo señala la SEP–, lo uno no es garantía de lo otro. La educación primaria, por ejemplo, ha sido obligatoria y no por ello ha logrado a plenitud sus propósitos. Para lograr esa calidad no basta entonces con decretar como obligatorias sus diferentes etapas, sino que además es necesario considerar las condiciones de equidad y de distribución de los recursos, ya que éstos tienen un papel muy importante para la realización de la propuesta.

En este sentido, una de las acciones fundamentales que el Programa de Educación Preescolar 2004 demanda es la aplicación de estrategias de capacitación que permitan a los docentes concretar las intenciones que en éste se plantean, para que realmente respondan a las necesidades e intereses de los niños en esta etapa de preescolar.

En lo que concierne a los recursos, la infraestructura para atender a la población en edad preescolar en este momento es insuficiente: el propio subsecretario de Educación Básica de la SEP ha admitido un déficit de 60 mil grupos y 60 mil maestros para atender a los niños de tres años de edad. Ante la falta de fondos y de planteles para cubrir la demanda, en su reunión de julio de 2007, el Consejo Nacional de Autoridades Educativas aprobó enviar una comisión a la Cámara de Diputados con el fin de recomendar que la ley se cancele o posponga hasta que se cuente con los recursos necesarios para crear planteles y capacitar a los docentes.

La insuficiencia de espacios es un problema primordial que hay que atender para que sea posible aplicar adecuadamente la propuesta de la obligatoriedad del preescolar. La naturaleza del Programa demanda espacios físicos que permitan a los niños el movimiento, la interacción, el trabajo colaborativo, la expresión creativa y la investigación, entre otras cosas. Cuando son insuficientes, la saturación en las aulas propicia que el docente enfrente fuertes dificultades para organizar las actividades pertinentes y recurra entonces a las estrategias más convencionales, primordialmente para mantener orden en el grupo, en detrimento del trabajo orientado a logar los propósitos del preescolar. Esta situación resulta entonces contraproducente para la educación que se busca, de buena calidad, aunque podría servir como punto de partida para construir y exigir la creación de condiciones efectivamente favorables para el desarrollo de los niños y niñas en esta etapa tan importante de la vida.

Mónica Velasco Vidrio, es maestra en Arts and Teaching por el programa del Dr. Mathew Lipman, creador de Filosofía para niños; doctora en Filosofía y directora del Centro de Filosofía para Niños de Guadalajara.

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