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Se inauguró una retrospectiva del artista en el Centro Cultural Tlatelolco

Lazo fue uno de los pintores nacionales más afines al arte europeo, dice curador

La mayoría de obras reunidas en Las cenizas quedan pertenece a colecciones particulares, indica James Oles

El Estado mexicano nunca ha comprado creaciones de él, deplora

 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de noviembre de 2009, p. 5

Los pintores Agustín Lazo y Rufino Tamayo eran los dos genios de su momento en obra de caballete. En los años 20 del siglo pasado críticos y comentaristas, entre ellos Xavier Villarrutia, se referían a Tamayo (1899-1991) como el pintor sensual y a Lazo (1896-1971) como el teórico.

Los dos artistas estuvieron muy cercanos al grupo de los Contemporáneos, sin embargo Lazo es quizá el que mejor expresa su visión del arte, que es más bien poética en oposición a lo didáctico de los muralistas y el arte político.

James Oles, curador de la retrospectiva Agustín Lazo: las cenizas quedan, inaugurada en la sala de exposiciones temporales de la Colección Blaisten del Centro Cultural Universitario Tlatelolco (Ricardo Flores Magón 1, Nonoalco-Tlatelolco), expresa que a partir de los años 40 del siglo pasado, Lazo se dedica mucho menos a la pintura al realizar dos o tres obras al año, mientras que Tamayo hacía 20 o 30 en el mismo lapso. De allí que la muestra se concentre en los años 20 o 30, las décadas de su producción plástica más relevante.

Aunque Agustín Lazo no fue un pintor de producción abundante, para la exposición –la primera desde 1982–, realizada en el Museo Nacional de Arte, se logró reunir alrededor de 110 obras, entre pintura, dibujo, grabado y un grupo de 35 piezas de sus diseños teatrales: vestuario y escenografías. (En París entró en L’Atelier, una escuela y compañía de teatro fundada por el director y actor francés Charles Dullin.) La mayoría de las obras provienen de colecciones particulares, ya que el Estado mexicano nunca ha comprado obra de Lazo.

Las únicas dos piezas que forman parte de la colección del Instituto Nacional de Bellas Artes son un par de cuadros realizados para la embajada de España aquí en los años 30. En 1939, tras la Guerra Civil, el gobierno de la República Española en el exilio los donó al gobierno de Lázaro Cárdenas.

Sin rechazar ser nacionalista, Lazo quiso hacer un arte más internacional. Fue uno de los pintores mexicanos “más afiliados con el arte europeo de manera directa, porque vivió de 1925 a 1931 en Europa, con un largo regreso en México en 1926. No sólo tuvo un estudio en París, también viajó mucho por Italia, donde conoció de primera mano la obra metafísica de Giorgio de Chirico.

Lazo tuvo relaciones directas con el surrealismo mucho antes que la mayoría de los artistas mexicanos, apunta el curador. En una entrevista publicada en 1928, en El Universal Ilustrado, hablaba de lo que llamaba en ese momento el suprarrealismo y dice que es el movimiento del futuro.

Foto
El carnicerito, 1926, cuadro de Agustín Lazo llamado Antonio en su época, forma parte de la exposición

La muestra incluye 10 collages hechos con viejas revistas ilustradas de finales del siglo XIX y principios del XX, cuyas figuras recortaba y armaba en escenas diferentes.

Se trata de collages de mediados de los años 30, únicos en México. Algunos fotógrafos trabajaban en fotomontaje, pero ningún artista plástico. Frida Kahlo hizo un minintento, quizá porque conocía la obra de Lazo, apunta Oles. Son obras explosivas que Lazo guardó en su cajón.

Cinco cuadros son de la colección Blaisten, mientras que cuatro fueron prestados por el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, uno de las cuales, El hijo pródigo (1932), figura entre las piezas más relevantes de la exposición, según Oles.

Documentar la vida de Lazo no fue nada fácil, de allí el nombre de la exposición. Hijo de una familia adinerada, no tuvo necesidad de vender su obra ni autopromocionarse. Tampoco hay cartas ni textos personales, aunque sobrevive parte de su archivo.

Un amigo de Oles sugirió la posibilidad de que la familia incinerara todo: “Aunque Lazo era un hombre superdiscreto, un homosexual en un mundo de gente gay, él nunca balconeó mucho su propia sexualidad y sus pasiones. Sólo quedan las obras. Si hubo correspondencia entre Lazo y Villarrutia, seguramente alguien quemó ese archivo.

“Sólo sobreviven algunas cartas que escribió a Carlos Chávez que están en el Archivo General de la Nación. Hace dos años, Andrés Blaisten adquirió una caja no muy grande que contenía manuscritos de todas sus traducciones de obras de teatro, algunas fotografías personales, de su viajes por Europa, fotos dedicadas a sus tías o sus hermanas, las cartas que recibió del poeta Max Jacob en los años 20.

“Cosas superpersonales, pero tiene que ser un fragmento porque sabemos por otras referencias que Lazo escribía a Villarrutia con mucha frecuencia cuando vivió en París.

“Sabemos que antes de morir Villaurrutia, en 1950, le había dicho a su hermana: ‘hay unos sobres en mi buró que sólo Agustín Lazo puede recuperar cuando muera’. Muerto el poeta, Salvador Novo dio fe de que Lazo había ido a casa de Villaurrutia a recoger los sobres”.

Respecto de su contenido, permanece la incógnita.